Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sedentarismo constituye el cuarto factor de riesgo de mortalidad global, por detrás de la hipertensión, consumo de tabaco y niveles elevados de azúcar en sangre. Asimismo, es uno de los principales factores de riesgo de enfermedades neurodegenerativas y cerebrovasculares.

Como contraparte, los expertos indican que la actividad física es una de las principales aliadas contra la depresión, la ansiedad y el estrés, así como una gran potenciadora de la salud cerebral. En tal sentido, no alcanzar el umbral de 150 minutos semanales de ejercicio recomendado por la OMS puede provocar muchas patologías, especialmente cerebrovasculares.

Los beneficios de la actividad física

Muchos estudios reflejan los beneficios del ejercicio para la salud física y mental. Sin embargo, gran parte de la población mundial cuenta con hábitos sedentarios. Esto significa que pasan gran parte del día sentados y sin apenas actividad física.

La OMS recomienda un umbral de 150 minutos semanales de ejercicio, es decir, media hora 5 días a la semana. No alcanzarlo supone estar en una delicada situación de "inactividad física" que puede conllevar muchas patologías, especialmente cerebrovasculares, como resaltaba hace un par de años otro trabajo publicado en The Lancet.

Las consecuencias del sedentarismo

Herman Pontzer, catedrático de Antropología Evolutiva y Salud Global de la Universidad Duke sostiene que las personas estamos diseñadas para hacer ejercicio físico como herencia de nuestros ancestros cazadores-recolectores.

Perseguir y cazar animales requiere una marcada actividad física y una estrategia grupal, que a su vez favoreció un cerebro más evolucionado en nuestra especie que demanda más energía”, explicaron. Para encontrar alimento, los hombres recorrían unos 14 kilómetros diarios y las mujeres, también muy activas físicamente, unos 12.

“Nuestro cuerpo ha evolucionado desde aquellos antepasados para hacer ejercicio”, resaltaron. Sin embargo, esto contrasta con lo que ocurre en la actualidad: “Estar sentado en un escritorio o frente al televisor durante períodos prolongados está ligado a una menor expectativa de vida”.

Es por ello que “el sedentarismo es el principal enemigo de un cerebro sano”. El cerebro está irrigado por vasos sanguíneos que aportan oxígeno y nutrición, por lo que conservar y proteger la salud cardiovascular es fundamental para su salud.

Así, un reciente estudio en Circulation, una de las publicaciones más prestigiosas en el campo de la cardiología, avala cómo las ráfagas cortas de unos 12 minutos de ejercicio cardiopulmonar intenso inducen cambios en el 80% de los metabolitos circulantes vinculados a una amplia gama de resultados favorables para la salud.

Mayor capacidad de aprendizaje

La actividad física es beneficiosa tanto para la vascularización cerebral como para fomentar el número de sinapsis. El ejercicio se asocia también a un envejecimiento del cerebro más saludable, capaz de retrasar la aparición de las manifestaciones clínicas de las enfermedades neurodegenerativas.

Además, “su práctica regular mejora la capacidad de aprendizaje y de memoria, y tiene un efecto antidepresivo y ansiolítico bien demostrado en seres humanos”. En este aspecto, los expertos lo definen como una buena vacuna contra dos de los "males" de nuestro tiempo.

El cerebro de niños y adolescentes

Por otra parte, indican que en el cerebro de niños y adolescentes el ejercicio aporta beneficios adicionales: aumenta los factores de crecimiento neural, necesarios para la supervivencia de las neuronas, como el factor neurotrófico derivado del cerebro, que favorece la formación de sinapsis y otros procesos relacionados con la plasticidad cerebral. Ésta es la capacidad para modular su actividad en función del entorno en que se vive.

Estas ventajas se observan también a lo largo de toda la vida, pero tiene especial relevancia en la infancia, dada la alta prevalencia del sedentarismo infantil, fundamentalmente por el uso de pantallas. Así, este experto recuerda que es importante inculcar en los más pequeños pautas de ejercicio saludable para cuidar un cerebro aún en desarrollo.

Neuroprotección para el cerebro

En 2013, investigadores de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) descubrieron que una proteína denominada irisina aumentaba en el cerebro con el ejercicio de resistencia. Esta proteína resultó ser el eslabón perdido en la cadena que va de la práctica de ejercicio a la salud cerebral.

Los expertos comprobaron en roedores que, al aumentar los niveles de irisina en sangre con el ejercicio físico, esta podía cruzar la barrera hematoencefálica que protege al cerebro, y así aumentaba la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro y se activaban genes implicados en la cognición. La irisina producida tiene la capacidad de controlar esta importante vía neuroprotectora del cerebro.

Esta proteína, considerada ya una hormona, ha despertado mucho interés. Un nuevo artículo propone que la irisina podría prevenir la pérdida de memoria relacionada con la enfermedad de Alzheimer, lo que refuerza la capacidad neuroprotectora que se atribuye al ejercicio.

Asimismo, las personas persistentemente activas tienen un 55% más probabilidades de tener un sueño más regular, sin interrupciones y menos dificultades para iniciarlo, según una investigación de 10 años en adultos de 39 a 67 años, publicado recientemente en el British Medical Journal. Y un sueño reparador es crucial para la producción y secreción de hormonas que regulan multitud de procesos del organismo.

Deporte sí, pero no demasiado

Nunca es tarde para empezar a hacer ejercicio ni para cosechar sus muchos beneficios. Así lo indicaba un estudio en el British Journal of Sports Medicine con 3.454 hombres y mujeres sanos con una edad media de 63 años que, tras cuatro años de actividad física regular sostenida, multiplicaban por 7 la probabilidad de tener un envejecimiento saludable.

Pero como todo, el ejercicio también hay que hacerlo en su justa medida. Expertos advierten de que si se incrementa demasiado la intensidad o la cantidad de ejercicio se reducen los beneficios, incluso pueden anularse hasta el extremo de no presentar diferencias respecto a una persona sedentaria.

De hecho, como mostró estudio publicado en PNAS en 2013, el cerebro tiene un mecanismo de frenado cuando "nos pasamos" de actividad. Además de la fatiga que acompaña al ejercicio prolongado, hay otro factor que se origina en el sistema nervioso central y provoca cansancio extremo e impide seguir. Se denomina fatiga central y la provoca la serotonina.

Un esfuerzo que traspasa generaciones

Hacer ejercicio no solo beneficia a quien lo hace, sino a su descendencia. Se ha demostrado en roedores que la descendencia de quienes se mantienen físicamente activos llega hasta los nietos. Incluso aunque estos sean sedentarios, algo que por supuesto no es nada recomendable.

Se traduce en una mejor capacidad de aprendizaje y memoria, como se explicó en un trabajo publicado en junio en el Journal of Neuroscience. Estos beneficios cognitivos se transmiten a través de las células sexuales mediante micro ARNs que regulan la expresión génica y están implicados en la herencia epigenética.

“Aunque el estudio se ha llevado a cabo en ratones, los mecanismos epigenéticos implicados están muy conservados entre especies y son esencialmente los mismos en humanos”, puntualizaron.

Ejercicio en receta

Cada vez más expertos consideran el ejercicio un pilar esencial en el manejo de la salud. Algunos incluso lo prescriben. El ejercicio bien hecho tiene probablemente la misma efectividad, o incluso más, que algunos tratamientos. Por eso lo prescriben a sus pacientes para contribuir a mejorar su bienestar y la calidad de vida.

Los expertos recomiendan realizar siempre la actividad de manera progresiva y mantener una intensidad adecuada según el estado físico de cada persona, así como combinar el aeróbico con ejercicio de fuerza para ganar musculatura. Eso sí, todo con una intensidad adecuada y siempre con moderación.

Fuente: SINC.