Es frecuente la consulta terapéutica de pacientes que manifiestan diversos estados de abatimiento emocional, pese a que rechazan o desconfían de la sintomatología que padecen. Se trata de personas que sienten que su angustia es desmedida, y consideran a la tristeza como un signo de debilidad que no debería estar presente. En esto mucho tiene que ver la cultura en la que vivimos, la cual exacerba el goce, el poder disfrutar y el estar bien a cualquier precio. De este modo, se construyen creencias en las cuales un estado de satisfacción y bienestar permanente es lo único aceptable y legítimo.
De este modo es como se busca dejar atrás de la forma más rápida e inmediata posible los trances dolorosos, las contingencias de la vida, y todo percance que afecte el estado de ánimo. “No se acepta como válido todo el malestar que estas situaciones pueden desencadenar”, dijo el psicólogo Federico Martínez, quien describió las consecuencias que esto trae aparejado y adelantó cómo se puede abordar este cuadro.
- ¿Qué consecuencias provoca?
-Se termina cayendo en el error de considerar la alegría sostenida como sinónimo de salud, todo lo cual lleva al individuo a tener expectativas elevadas sobre el estado de ánimo que debería acompañarlo constantemente, acercándolo a una pretensión un tanto maníaca, es decir, buscar alcanzar un estado de bienestar absoluto, sentir el anhelo de disfrutar sin límites y de forma ininterrumpida. Esta concepción, lejos de acercar al protagonista a cumplir con su propósito, provoca un efecto paradojal e inverso. Ante la pretensión de un gran bienestar y el temor a perderlo, se termina generando una tensión por la cual la persona busca sostener ese estado placentero a como de lugar, ya que cualquier otra emoción que pudiera surgir es interpretada como peligrosa.
- ¿Cómo se puede intervenir sobre esta situación?
- Desde la intervención terapéutica se invita al paciente a abordar esta problemática buscando como objetivo fundamental lograr naturalizar y vivir los distintos estados anímicos y emocionales como válidos y legítimos. Se reinterpreta el dolor y sufrimiento como disposiciones aceptables y funcionales, que en su justa medida y de forma regulada, tienen una razón de ser biológica y adaptativa. Representan una herramienta útil para aceptar la realidad, interpretar lo que nos pasa, salir de la negación y poder elaborar y reaccionar adecuadamente a los diversos desafíos que la vida nos acerca. Se busca pensar la salud y el bienestar desde la idea de poder aceptar y vivir en armonía con las circunstancias para adaptarnos a las mismas y/o modificarlas según sea deseable y posible.
- ¿Qué beneficios genera este cambio?
- La persona es más sana en la medida en que es capaz de mantener estabilidad en medio de los desafíos vitales. Lejos de empobrecernos como muchos temen, la capacidad de poder progresar en medio de las adversidades y experimentar que podemos salir adelante, utilizando y desarrollando nuestra capacidad humana de resiliencia, es un recurso fundamental para elevar nuestra confianza y seguridad, una garantía para poder avanzar aceptando los distintos escenarios desafiantes que la vida inevitablemente nos ofrece.