“El mayor desafío lo tendrá Patricia Bullrich ya que deberá salir a polarizar con Javier Milei y Sergio Massa y tratar de salir a romper el empate”, en cambio los otros dos difícilmente vayan a cambiar su “estrategia conservadora” ante un escenario electoral favorable para ambos. Así analizó la previa del segundo debate presidencial de este domingo el politólogo Augusto Reina quien a su vez dirige un equipo de investigación en opinión pública (Pulsar.UBA) en la Universidad de Buenos Aires y que tendrá como objeto de estudio al cruce de este domingo. Entre otros atributos, el especialista destacó el alto impacto del primer debate en materia de rating y lo comparó con los valores registrados durante el Mundial de Fútbol.
Reina publicó, junto a la socióloga y compañera de investigación Daniela Barbieri, el libro Debatir para presidir que presenta un análisis original sobre los debates presidenciales en la Argentina, y su impacto en las campañas políticas contemporáneas, en base a un trabajo realizado en ocasión de los dos primeros cruces obligatorios por ley que tuvieron lugar en 2019. Este año, los investigadores volverán a poner bajo la lupa al debate de este domingo y al tercero si hubiera una segunda vuelta electoral.
El politólogo, horas antes del debate en la facultad de Derecho de la UBA, habló con Rosario3:
-¿Qué te dejó el debate del domingo pasado?
-Hubo estrategias conservadoras de los tres principales candidatos, fundamentalmente de Milei y Massa. Milei, al guardarse, no pisar la trampa y perder el eje, mantener el control y no generar mayor notoriedad; lo logró. Y Massa no hizo demasiadas olas en un contexto económico muy complejo y encima el caso Insaurralde.
Bullrich necesitaba romper con la polarización e instalarse en la opinión pública, y lo logró a medias. Tenía una vara muy alta, alcanzó a reconectar con una enorme audiencia y tomar cierta notoriedad. Eso sí, le faltó énfasis para romper la polarización y tratar de ganar. Ahora tiene un repechaje en el segundo debate. Además rescato del primer cruce el enorme nivel de audiencia que tuvo en un clima de apatía y suspenso para las elecciones, 47 puntos de rating es un valor comparable a un partido del Mundial.
-¿Cómo ves este segundo debate presidencial?
-No me imagino un cambio en lo estratégico o un nuevo posicionamiento ni de parte de Milei ni tampoco en Massa. Son dos candidaturas que se sienten cómodas con el porcentaje electoral que los estaría colocando en una segunda vuelta. El mayor desafío para el nuevo debate lo tiene Bullrich que imagino va a ir a romper el empate, tratar de destacarse un poco más polarizando con Milei y Massa, y reconstruir su posicionamiento que no ha tenido tantos brillos en los últimos tiempos en la opinión pública.
Los otros dos candidatos, (Juan) Schiaretti y (Myriam) Bregman van a mantener la buena performance que hicieron el domingo pasado y le dio buenos rendimientos y obtener mayor notoriedad que no la hubieran tenido de otra forma.
-¿Por qué son necesarios los debates presidenciales?
-Puede haber mil fundamentos, pero lo más importante es lo que le permiten a la ciudadanía. Los debates brindan información y umbral de conocimiento de los candidatos, esto no significa que después del debate sepamos todo de los candidatos pero sabemos un poco más. Las campañas electorales tienen la función de dar información a la ciudadanía sobre los candidatos y los debates son parte de ello. Para los políticos son importantes porque pueden modificar o no los votos pero sólo en los márgenes.
-A los debates se los critica porque son espacios reducidos de exposición, con tiempos limitados, los candidatos están encorsetados y no hay discusión abierta...
-Hay muchos formatos posibles. Sin embargo, siempre hay una tensión. Cuando un debate es más estructurado, más ordenado es; aunque también cuando hay menos estructura, más libertad tienen los candidatos. Podríamos tener otro formato pero para eso debería haber menos candidatos. Si hay balotaje seguramente se podría ir a un formato menos estructurado y más abierto. En un escenario donde hay cinco participantes es más complejo.
En el debate de candidatos a vicepresidente (que se hizo en el canal TN) se dieron cosas interesantes como la tensión, mucha discusión, poca estructuración, eso sí, se entendió poco. Ante que no haya ninguno, un mal debate es el mejor debate. Ahora el desafío de todos es buscar formas de deliberación más atractivas y útiles para la población.
-¿Qué hizo la gente con los debates del 2019 según la investigación que hicieron?
-Se incrementó el nivel de conocimiento de candidatos como (José Luis) Espert y (Nicolás) Del Caño, hasta incluso de Alberto Fernández, quienes nunca estuvieron parados ante 30 puntos de rating similares a los de la final de la Copa Libertadores en Madrid entre Boca y River en 2018.
Para las fuerzas menores es una forma de horizontalidad, de mostrarse ante muchos electores, y por el que aumentaron su imagen positiva y mayor conocimiento de sus propuestas con alguna profundidad. Esos debates modificaron el voto en los márgenes, entre 1 y 2 por ciento; para un escenario como el de este año son sustantivos y es un montón. Un debate es el elemento de mayor impacto de toda la campaña electoral. Los electores de cada frente sintonizan a su candidato pero no a los otros. En cambio, en un debate están todos los candidatos en el mismo lugar y en las mismas condiciones. No sucede lo mismo
en el resto de la campaña.
-¿Esta vez se va a repetir la experiencia del estudio sobre el impacto en los debates?
-Sí, vamos a repetir la experiencia con 110 voluntarios para este segundo debate y para el siguiente si es que hay balotaje. Se trabajará mediante grupos focales y recursos de medición cuantitativos. Vamos a medir también el impacto de la conversación digital y las repercusiones mediáticas del evento. El objetivo es obtener información relevante sobre el alcance, impacto y limitaciones de los debates presidenciales. Los ejes serán comprender el alcance en diferentes grupos de votantes, explorar motivos por qué determinadas secciones del discurso político impactan con mayor o menor énfasis en los electores, comprender cuáles son las secciones que generan mayor o menor impacto en la percepción de los ciudadanos, y evaluar la performance del discurso político de los candidatos.