Fueron ingenuos quienes pensaron que Nicolás Maduro podría haber reconocido una derrota y comenzar el proceso para una transición pacífica del poder. Luego de las elecciones del 28 de julio, el líder se muestra desafiante y se atrinchera dentro del círculo que lo sostiene. Este es un complejo sistema de alianzas intestinas que le dieron la libertad para alterar las normativas internas y favorecer las prácticas corruptas. De otra manera el chavismo no hubiera logrado transitar, aún con altibajos, estos largos 25 años.
En el concierto latinoamericano, la posición más rápida y sensata en relación al resultado de las elecciones la tomó el presidente de Chile. No sin costos internos. Rápidamente, el izquierdista Gabriel Boric expresó que los resultados ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral que dan la victoria a Maduro “son difíciles de creer” y que su país no reconocerá “ningún resultado que no sea verificable”. En tanto, en la vereda de enfrente se posicionó Javier Milei que consideró, sin una sola prueba, que se había producido “una victoria aplastante” de la oposición. También denunció fraude.
Quienes se preocuparon en ser cautelosos y terminaron tomando posiciones dubitativas fueron el triplete progresita Brasil, Colombia y México. Había mucha expectación sobre cómo reaccionarían ya que ninguno de estos gobiernos son oponentes o adversarios a Maduro. Sus estrategias se han venido concentrando en un “no aislamiento” del régimen chavista. No quieren a un paria en la región. Pero la lentitud con la que actuaron le dio tiempo a Maduro para hacer todo el show que quiso. Con la "expertis" que ya conocemos.
Recién el martes, Lula da Silva verbalizó que el proceso eleccionario fue “normal”, pero pidió publicar las actas. Y trató de bajarle el tono al asunto afirmando que los medios “tratan esto como si fuera una tercera guerra mundial” aunque lo que está sucediendo en Venezuela “no tiene nada grave, nada que asuste”. Probablemente, el brasileño se haya olvidado que él mismo dijo estar asustado ante la declaración de Maduro de que habría un “baño de sangre” si perdía en los comicios.
Mientras tanto, el presidente Joe Biden se comunica con Lula, con el objetivo de dar una respuesta coordinada. En un comunicado que no fue conjunto, la Casa Blanca expresó: "Los dos líderes coincidieron en la necesidad de que las autoridades electorales venezolanas divulguen de forma inmediata información electoral completa, transparente y detallada de cada centro de votación". Dos días más tarde, la administración norteamericana reconocia a Edmundo González como el ganador de las elecciones.
A Andrés Manuel López Obrador le costó varios días expresar que “no hay pruebas” de fraude en Venezuela. Y agregó que si la oposición “no está conforme” con el veredicto final debe acudir a las instancias judiciales pertinentes. Lula se expresó en el mismo sentido, como si en Venezuela existiera una justicia independiente. El viernes, el mexicano volvió a solicitar a los líderes de otras naciones no intervenir en los resultados de las elecciones. Y agregó que México no “elegirá bando” porque “no es legal ni legítimo” que otros países emitan fallo a favor de algún candidato.
Pero quien más tardó en reaccionar fue Gustavo Petro. Su rol en esta crisis cobra importancia como país vecino y mayor receptor de la migración venezolana. Fue durante su administración en 2022 que se inició el proceso de normalización de relaciones. Aunque han quedado truncas luego de las críticas del mandatario colombiano que exhortaba a Maduro a respetar el acuerdo electoral de Barbados -entre oficialismo y oposición- para facilitar la regularización política en el cual Colombia ofició de observador.
En una larga carta en X, el presidente colombiano manifestó: “Las graves dudas que se establecen alrededor del proceso electoral venezolano pueden llevar a su pueblo a una profunda polarización violenta con graves consecuencias de división permanente de una nación que ha sabido unirse muchas veces en su historia”. A lo que agregó un pedido al gobierno de Estados Unidos de “suspender los bloqueos y las decisiones en contra de ciudadanos venezolanos”.
Recién el viernes apareció un comunicado conjunto de los gobiernos de Brasil, México y Colombia en el que llamaron a las autoridades electorales venezolanas a publicar de forma “expedita” los datos “desglosados por mesa de votación” de las elecciones del domingo. El tridente considera que las controversias electorales deben dirimirse por la vía institucional y que el principio de la soberanía popular debe ser respetado mediante la “verificación imparcial” de los resultados. Evitaron mencionar a Nicolás Maduro. Muy tibios.
Por último cabe agregar el accionar de la OEA. Las divisiones con respecto a esta crisis restringen enormemente su margen de maniobra. Esta semana fracasó por un voto una resolución que exigía a las autoridades de Venezuela publicar de inmediato las actas de las elecciones del domingo. Este rechazo es un golpe a la estrategia de la derecha regional, con los gobiernos de Argentina, Uruguay y Perú a la cabeza, quienes denunciaron fraude sin presentar ninguna prueba.
Lo cierto es que mientras América se debate qué hacer con Nicolas Maduro Moro, éste se despliega con su usual histrionismo dando un show mediático lamentable pero sin desperdicio. Por un lado, amenaza con enviar a la cárcel a Corina Machado y Edmundo González por ser “jefes de la conspiración fascista”. Por otro, acude al Tribunal Supremo de Justicia a interponer un recurso ante la Sala Electoral para que realice un peritaje y establezca “la verdad” sobre los comicios. Una gran performance con tal de no mostrar las actas.
Pero el espectáculo sigue. Acusa a la oposición de “intento de golpe de Estado”, llama a Javier Milei fascista, feo, estúpido, cobarde y le dice “No me aguantas un round”. También afirma ser peronista: "Yo soy peronista y Evista, con Perón voy y con Evita voy". En este raid mediático hasta Elon Musk tuvo cabida. Luego de varios intercambios, Maduro lo invita a pelear: “¿Quieres pelea, Elon Musk? Estoy listo, soy hijo de Bolívar y Chávez, no te tengo miedo”. El video con la invitación se viralizó en las redes sociales hasta que el multimillonario le responde: “Acepto”.
Para Nicolás Maduro el show debe continuar. Por lo menos hasta el 2031.