La nueva era de la Argentina ya comenzó. Este domingo pasadas las 11.30, el presidente electo Javier Milei salió del hotel Libertador acompañado de su hermana, Karina Milei para asumir como presidente de la Nación. Se trata del inicio de un nuevo ciclo político en la Argentina de consecuencias inciertas y que implica una reconfiguración del esquema de representación de los últimos 20 años, marcado por la omnipresencia del kirchnerismo y la alternancia con el macrismo, bajo un negocio político que los hizo fuerte a los dos pero que no ayudó a construir un país mejor: la grieta.
Milei llegó al Congreso poco antes de las 12 donde fue recibido por la vicepresidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner quien ofició de maestra de ceremonias y lo condujo, junto con la vicepresidenta electa Victoria Villarruel, al recinto donde estaba reunida la Asamblea Legislativa, previa firma del libro de actas. Milei agregó allí, fuera de protocolo, además de su nombre, su latiguillo: "Viva la libertad carajo".
Para las 12.04, Milei ya había jurado como presidente "por Dios, la patria y los santos evengelios", una fórmula de su elección que llamó la atención por su inclinación al judaísmo.
Villarruel repitió la misma fórmula al jurar. Para las 12.05 ambos se dirigían ya al escenario frente al Palacio Legislativo donde el nuevo presidente hablará al público allí reunido desde muy temprano. Milei no habló ante la Asamblea Legislativa, algo histórico y todo un gesto contra "la casta", tal cual concibe él a la dirigencia política.
Ya en campaña, Milei se sirvió también del discurso de la grieta para ganarle el balotaje a Sergio Massa, pero antes y se supone que también lo hará desde el gobierno, el clivaje que planteó fue otro: casta-anticasta.
Es cierto que después de la primera vuelta pactó con parte de lo que él describe como casta –Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Luis Petri– tanto para ganar la segunda vuelta como para completar un armado de su equipo, que tuvo marchas, contramarchas y huecos importantes hasta último momento.
Otro dato que llamó la atención durante la asunción fue la buena sintonía entre Cristina y Milei, muy distinta a la tensión que la ahora ex vicepresidenta supo mostrarle a Mauricio Macri cuando éste asumió como jefe de Estado.
La calle, desde el primer día
Pero en su idea de patear el tablero una cosa es el discurso y otra las posibilidades políticas reales de un presidente que llega solo con un 15 por ciento de los diputados de su partido y un 10 por ciento de los senadores.
Más allá de la clara voluntad de avanzar con el ajuste, de desregular relaciones comerciales y laborales, de privatizar todo lo que se privatizable o de avanzar contra otro tipo de políticas como la ley de aborto legal o la educación sexual integral, lo cierto es que Milei podrá ir hasta donde la gobernabilidad se lo permita. Y eso implica acuerdos con muchos de aquellos a los que defenestró durante la campaña y antes también.
Con la idea de que esa pulseada también se dará en el espacio público, Milei intentará marcar su carácter disruptivo desde los mismos actos de asunción de este domingo, en el que comenzó también una apuesta que él y los suyos creen fundamental: la movilización de los propios para no regalarle la calle a la oposición peronista y los movimientos sociales.
En ese tren es que decidió darle a su presencia ante la Asamblea Legislativa solo un carácter formal. Para él, el gran momento será cuando, al salir, hable en las escalinatas del Palacio Legislativo ante lo que espera sea una multitud.
De hecho, pensando en ese momento, se lanzó a través de las redes sociales una convocatoria a la ciudadanía para que acuda con banderas argentinas.
El presidente electo entiende que ese, el contacto directo con la gente, es su fuerte y quiere sostenerlo. Y pretende plantar un gesto fuerte: hablará de frente a la gente y de espaldas a la "casta".
De hecho, también pretende llegar caminando a la Casa Rosada luego, aunque hará parte del trayecto desde el Congreso en un descapotable. Como sea, otra cosa queda clara: la disputa por el control de la calle la va a dar desde el primer día.
El frente externo
Luego de una ceremonia interreligiosa en la Catedral porteña, también en la Casa Rosada habrá una puesta en escena del nuevo tiempo, al menos en cuanto a los lineamientos internacionales. Allí Milei saludará a los mandatarios y visitantes extranjeros que llegarán a la ceremonia, en los que, con excepción del chileno Gabriel Boric, faltarán presidentes de la denominada Patria Grande, que solían poblar las conmemoraciones, actos y asunciones durante los distintos gobiernos kirchneristas.
En cambio, sí estarán los aliados de la “nueva derecha” internacional a la que adscribe Milei, entre ellos Jair Bolsonaro, el primero al que invitó Milei tras el triunfo electoral y cuya presencia hizo que el actual presidente de Brasil, Lula Da Silva, no siquiera analizara viajar a la Argentina.
Milei tendrá su foto con los presidentes de Uruguay (Luis Lacalle Pou), Paraguay (Santiago Peña) y Ecuador (Daniel Novoa) –aliados naturales en la región– y con el ultraderechista húngaro Viktor Orban, más altos funcionarios de Estados Unidos, Reino Unido e Israel, considerados vitales para la política exterior del nuevo gobierno.También estará el rey Felipe VI de España. Y sorprendió el jueves la noticia de que Volodomir Zelensky, presidente de una Ucrania en guerra, decidió estar presente.
La jura y la ópera
La jura de ministros, donde se pondrá en escena la construcción transversal de la nueva administración con la incorporación de figuras del PRO duro y del peronismo cordobés de Juan Schiaretti, será a las 17.30 en la Casa Rosada y por la noche habrá un último acta que también tendrá carga simbólica: la función de Gala en el Teatro Colón donde se presentará la ópera Madame Butterfly, que la noche anterior del balotaje Milei no pudo terminar de ver porque hubo saludos y también gestos de reprobación entre el público, en tanto que un par de músicos hicieron sonar algunos compases de la Marcha Peronista.
Seguramente todo será aprobación este domingo. El lunes comenzará otra historia, más allá de los gestos y símbolos: el inicio de la gestión de un presidente sin experiencia política, que supuestamente viene a barrer con lo malo de ella pero que a la vez trae bajo el brazo una propuesta que, se sabe, no será sencillo ni de aplicar ni de transitar.
Todo esto en un contexto sin el cual acaso no hubiera llegado al poder. En Argentina hay una percepción de que la situación actual no da para más y que no se puede estar peor. ¿Será realmente así?