Gana un debate televisivo el candidato que no se equivoca o cometa menos errores. Es que se trata de un escenario de exposición pública frente a una amplia audiencia al que los políticos no están acostumbrados. Ya que es un espacio de discusión donde todas y todos los aspirantes a un mismo cargo deliberan sobre los asuntos públicos bajo reglas acordadas y en igualdad de condiciones. Es por eso que, para una instancia como el debate presidencial de esta noche, los participantes se preparan y entrenan el modo a transmitir sus mensajes, las maneras de contrarrestar los ataques discursivos y la forma certera de replicar a sus contrincantes.
Más allá de las estrategias discursivas de los candidatos, lo más importante es lo que la ciudadanía hará con lo que se dice y se hace en un debate. Por eso, la posibilidad de que un programa de estas características tenga la inmensa visibilidad como el de este domingo es fundamental para llegar a la mayor cantidad de audiencia a través de la tele, la radio, los medios digitales y las redes sociales.
Es difícil que un debate defina el resultado de una elección. Pero en escenarios tan abiertos, como el de este año en Argentina, según los resultados de los comicios primarios, es probable que tengan fuerte impacto fundamentalmente a la hora de decidir el voto en aquellos que no lo saben aún o están en duda.
Pero también es clave el pos-debate. Y en ese sentido, el trabajo de los equipos de comunicación de cada frente electoral es esencial a la hora de reproducir y multiplicar los mensajes favorables del propio candidato, como así también, los errores y frases desacertadas de los rivales. Hoy, los memes y videos de Tik-Tok son los más elegidos para levantar al propio candidato o bajar a los otros.
Cada participante de un debate, como en cualquier instancia de deliberación pública, prepara sus mensajes a transmitir desde dos planos: el qué y el cómo decir, el contenido y las formas, el discurso en sí y sus herramientas verbales y no verbales.
Es claro que, mediante el trabajo de consultores y asesores, el político definirá el posicionamiento propio y el de los contrincantes en pos de encauzar la discusión. Esto quiere decir que no solo tendrá en cuenta sus propios ejes y líneas discursivas teniendo en cuenta su estrategia trazada, sino también cuáles serán los temas o cuestiones donde no se detendrá o intentará evitar. Estas son las famosas mitades del vaso lleno y vaso vacío de sus exposiciones.
También, deberán saber cómo manejarse ante el despliegue de los otros actores: si se les va a responder o no, si se los va a atacar o no, o directamente si se actuará casi como si no estuvieran en el escenario.
Otro elemento muy importante es el formato de discusión. Se trata de la metodología elegida para llevar adelante la deliberación, algo que siempre es motivo de cruces entre los intereses de los candidatos y los organizadores. Hay que tener en cuenta que para llevar adelante una emisión televisiva y organizar una discusión es indispensable tener reglas de juego claras, transparentes, consensuadas y a cumplir por parte de todos los participantes.
Los ejes o temas que se eligen para debatir obedecen a criterios como el interés público, su importancia, la posibilidad de confrontación y la agenda diaria, entre otros. Para los presidenciales de este año, la Cámara Electoral Nacional (CNE) abrió la posibilidad de que la ciudadanía elija a dos de los seis ejes a discutir en ambos encuentros.
Hay muchos formatos con los que se organizan los debates. Están desde los más abiertos donde los candidatos pueden cruzarse, atacarse y defenderse, preguntarse y responderse. Un ejemplo fue el último debate de candidatos a intendentes por El Tres TV o los espacios abiertos para la discusión que otorgó TN cuando convocó a los candidatos a vicepresidente. O el de concejales del 2021 en “De 12 a 14” con tiempos asignados y que administraba cada participante.
Otros formatos son más reglados con exposiciones, réplicas y preguntas entre ellos sin que se pisen o deliberen abiertamente. Se inscriben en ese sentido los dos debates presidenciales. O, sin las preguntas cruzadas, el de gobernadores de Santa Fe de este año.
Para ello es necesario designar moderadores que hagan cumplir los tiempos y reglas, no hacer comentarios ni interpretaciones, tampoco interrogar, y llevar adelante la discusión. Esa función la deben cumplir profesionales con reconocimiento público, trayectoria y experiencia en la cuestión y con el acuerdo de los candidatos.
Hay otras formas de organizar la deliberación que se han desarrollado en otros países donde se incluye la posibilidad de que los moderadores pregunten (como en Brasil) o la inclusión de consultas por parte del público (como en Colombia o Ecuador).
Los debates presidenciales en Argentina son obligatorios por ley y están organizados por la CNE. Son dos encuentros antes de las elecciones generales y un tercero previo a un eventual balotaje. Uno de ellos deberá tener lugar en una capital de provincia y el otro en la Ciudad de Buenos Aires. En 2023, las sedes son Santiago de Estero y la Universidad de Buenos Aires. Deben participar los candidatos que alcanzaron el piso electoral de las Paso y son sancionados si no participan.
Lo mismo sucede en provincias como Chaco donde también los debates están previstos por ley. Se hacen dos para gobernadores y otros dos para los diputados provinciales, tanto en Resistencia como en otra ciudad del interior provincial.
Hay países como Estados Unidos, España o Francia donde este tipo de deliberaciones ya están instaladas en la cultura democrática y son convocados por entidades no gubernamentales o por los medios de comunicación. Lo mismo sucede en Rosario y en nuestra provincia, donde desde hace 20 años El Tres TV organiza los debates y desde 2015 de manera ininterrumpida tanto en elecciones ejecutivas como legislativas.
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