El espantoso espectáculo que protagonizó la dirigencia política santafesina en torno a la presencia o no del ministro Marcelo Sain en la Cámara de Diputados la asemeja a la famosa escena cinematográfica de la estoica orquesta tocando mientras el Titanic se hunde. Es desconcertante verificar que en medio de la crisis de seguridad, gobierno y oposición no hayan podido acordar cómo llevar adelante una reunión.
El ministro de Seguridad fue invitado a la Cámara de Diputados con el acuerdo de todos los bloques que participan de la comisión de seguridad. La diputada justicialista Lucila de Ponti acompañó la iniciativa, entre otras cosas porque Sain llevaba meses pidiendo ir para explicar los proyectos de ley sobre seguridad. Apenas pasaron unas horas de esa resolución, el ministro toreó a la comisión, puso condiciones y la guapeó. "Espero que escuchen una larga exposición mía. Vamos a charlar largo y tendido", desafió.
Esa característica no hace ni mejor ni peor al ministro. Lo vuelve inconducente. Si una vez que consigue lo que buscó durante meses provoca a quienes lo convocan, pone condiciones y exigencias, es legítimo pensar que no quiso ir. Y no fue. Si las leyes de seguridad tenían alguna oportunidad, la misma se está evaporando. El gobernador sospecha que Diputados (tradúzcase Miguel Lifschitz) elige invitarlo a Sain en un pico de crisis para desgastarlo. Elige entonces doblar la apuesta y devolverle la gentileza con la orden al propio Sain y al ministro de Gestión Pública Marcos Corach de desenfundar Twitter y disparar a discreción.
Lo inconducente de las peleas y enfrentamientos que instala Sain mientras los resultados en la gestión no aparecen y las calles hierven de balas y muertos está debilitando las adhesiones entre quienes, aún sin ser parte del oficialismo, creyeron que su llegada a Seguridad significaría consolidar políticas democráticas, reformas de fondo y conducción política, y hoy sólo se encuentran con un déficit de gestión política que atenta contra los objetivos que se persiguen.
Hace 14 meses que la provincia que sigue teniendo los peores índices de seguridad del país habla más del personaje Sain que de las políticas de seguridad. La invitación de la Cámara de Diputados hubiera sido una oportunidad. Apenas una instancia más. Aun cuando pueda considerarse excesivo el celo del Frente Progresista al negar la presencia de la prensa, las garantías estaban dadas y las condiciones (incluidas casi todas las exigidas por el ministro) acordadas entre todos los bloques de la oposición. Nadie se chupa el dedo y está claro que cada uno luego contaría la versión que más le convenga de la reunión, aun habiendo versión taquigráfica. Es el juego de la democracia, es por lo que pasan todos los gobiernos y por lo que pasaron los ministros que antecedieron a Sain.
¿Cuál es el rumbo?
El episodio Sain de esta semana conduce directamente a la pregunta sobre el rumbo del gobierno de Omar Perotti. ¿Cuál fue el sentido de los cambios en los dos ministerios políticos del gobierno? Mientras Roberto Sukerman invita a una mesa de diálogo a la UCR, a la descontenta bancada de diputados peronistas, al Partido Socialista y a una larga lista de invitados, otra parte del gobierno protagoniza otra película contra propios y extraños. ¿Es una contradicción o son dos versiones de un mismo gobierno que Perotti apuesta a manejar según las circunstancias?
Un capítulo aparte es el no vínculo con la Cámara de Senadores. No es casualidad que de ahí haya surgido la idea de un juicio político a Sain, el ministro que había dicho que él es Perotti. Más aún: en la sesión del jueves pasado se hizo un minuto de silencio por las víctimas de la violencia. Luego se desafió al gobernador a que habilite para tratar en extraordinarias los vetos a las leyes de control de gastos reservados de seguridad y la incompatibilidad de cargos ejecutivos y judiciales, más conocidas como leyes anti Sain. Radicales y peronistas aseguran que si no es ahora será en mayo, pero que esos vetos, tal como están las cosas hoy, serán rechazados con los dos tercios en ambas cámaras y las leyes quedarán firmes. El gobierno espera de acá a mayo torcer la posición de los senadores radicales Hugo Rasetto o Leonardo Diana para bloquear el voto número 13 que garantiza los dos tercios del Senado.
El Senado empezó el año con los tapones de punta y está dispuesto a avanzar. Ya se acordó que si la semana próxima el Ejecutivo no transfiere los fondos que le faltan a las cámaras, habrá un reclamo formal.
En tanto, el conflicto se reproduce en el territorio. Senadores radicales y del bloque Juan Domingo Perón se quejan de ser ignorados, de no ser invitados a los actos públicos en sus departamentos, de no ser tenidos en cuenta a la hora de definir aportes, designaciones y obras. Ven cómo desembarcan el gobernador o funcionarios de segundas y terceras líneas con pilas de cheques para municipios, comunas e instituciones y a ellos no les avisan ni para la foto.
Perotti cree y quiere que los senadores se limiten a su rol de legisladores. No los quiere intermediando en sus departamentos. El esquema de gobernabilidad que tiene en su cabeza los saltea y descansa en un vínculo directo con los intendentes. Cree que las funciones de los senadores están distorsionadas, que plantean demandas que se asemejan a extorsiones, que invaden la órbita del Ejecutivo y los incluyó sin mencionarlos en aquella frase suya del día que asumió cuando anunció que se cortaban los vínculos entre política y delito.
En ese contexto el conflicto tiende a escalar y corre riesgo de contaminar la foto de unidad peronista que se recreó el pasado 6 de febrero al reasumir las autoridades partidarias. No debería pasar desapercibida la intervención del diputado Luis Rubeo, quien aconsejó un pronto congreso partidario para definir la posición, entre otras cosas, sobre si deben hacerse o no las Paso. Perotti, como el resto de los gobernadores del PJ, prefiere levantarlas, pero hay varios sectores que advierten que la unidad del PJ y el retorno al gobierno se lograron gracias a las Primarias y que éstas siguen siendo la garantía de que todos puedan participar y se sientan contenidos. Rubeo, además de ser un experto armador electoral tiene buen diálogo con los senadores acorralados.