Este 28 de julio Hugo Chávez Frías cumpliría 70 años y su delfín Nicolás Maduro, probablemente, haya querido honrarlo con estas elecciones presidenciales. Intenta proyectar su poder hasta 2030. Desde que falleció su mentor, en 2013, la situación en Venezuela no ha hecho más que empeorar. Hasta en Sabaneta, la pequeña ciudad natal del líder fallecido, están desesperanzados. Sus habitantes confiesan que "cuando Chávez estaba vivo las cosas estaban bien, pero ahora están desesperados".
De acuerdo con datos publicados por Ricardo Sucre Heredia, politólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, desde 2013 y hasta 2020 el tamaño de la economía del país disminuyó un 80 por ciento. Es decir, ahora crece a razón del 5 por ciento, pero partiendo de 20. Y detalla que “en valores absolutos, el PIB de la economía venezolana se acerca a los 100 mil millones de dólares cuando llegó a pasar los 400 mil millones de dólares en sus mejores momentos”.
La clave de la relativa estabilidad actual se debe a la dolarización de la economía. Aquello que solía ser una maldición, hoy le permite a Maduro atravesar una crisis crónica sin conflicto social. Aunque haya dos Venezuelas: una muy pequeña, rica y con altos niveles de consumo, y otra multitudinaria, pobre y que vive a razón del día. Diferentes economistas afirman que en estos últimos nueve años la contracción económica fue la mayor registrada por un país sin guerra en al menos 50 años.
En estas elecciones, el gran éxito de la opositora proscripta María Corina Machado es haber logrado la mayor movilización de votantes desde Hugo Chávez. Al fin, luego de 25 años de chavismo, apareció una figura capaz de aglutinar a la dividida oposición. Aunque hay que reconocer que el oficialismo se las ha hecho prácticamente imposible: se cansó de sofocar protestas, detener a disidentes y opositores y ha utilizado todo tipo de amenazas y amedrentamientos para quien ose enfrentarlo.
Estas políticas además han contribuido a impulsar un enorme éxodo de más de 7 millones de personas. Ha sido el mayor proceso de migración latinoamericana en la historia regional. Actualmente, la población aproximada de venezolanos es de 30 millones. Están habilitados para votar alrededor de 21.4 millones tanto dentro como fuera del país. El principal candidato opositor, Edmundo González Urrutia ha llamado a sufragar sin miedo: “El voto es secreto, nadie sabrá por quién lo hiciste”.
Durante la campaña Maduro ha llegado a decir que se esperan "baños de sangre" si pierde las elecciones. Le salieron al cruce varios mandatarios progresistas de la región. El primero fue Lula da Silva. Aunque también lo hicieron Gabriel Boric, Gustavo Petro y el ex presidente Alberto Fernández. Todos se expresaron en el mismo sentido: hay que respetar la voluntad del voto. Esto le valió a Lula que Maduro lo mandara a tomar un té de manzanilla, y a Alberto Fernadez que le revoquen la invitación de veedor.
Entre las dos propuestas principales de esta elección hay una diferencia clave. Por un lado, Nicolás Maduro y su partido consolidaron su proyecto en torno a objetivos ideológicos. Todos alineados con los valores del socialismo bolivariano y denominaron a su plan “Las Siete Transformaciones”. En cambio, el movimiento de Corina Machado se basa en el descontento popular con el gobierno. Es ésta la base principal de su campaña. Ha expresado González Urrutia que busca “lograr la libertad, la democracia y la prosperidad”.
Haber sumado al experimentado ex diplomático como candidato presidencial fue un gran acierto de la ex candidata. Como dijo el conocido opositor Henrique Capriles “Edmundo no genera miedo”. Es un hombre moderado. Adelantó que el suyo será “un proyecto de centro, equilibrado, con presencia estatal”. Por ejemplo, se ha encargado de mostrar una fuerte distancia con la política económica de Javier Milei. En sus declaraciones afirmó que no avanzará en una desregulación total de la economía ni la destrucción del Estado. Además dejó en claro que no tiene previsto privatizar la petrolera estatal venezolana PDVESA.
En cambio, Maria Corina Machado tiene ideas bastante más radicales. Proviene de una familia de empresarios siderúrgicos. En 2002 comenzó su activismo político siendo una de las adversarias más odiadas de Chávez. Fue una de las fundadoras del grupo “Súmate” para la defensa de los derechos de los votantes. Y también, una de las dirigentes preferidas del gobierno de Estados Unidos que le brindó apoyo financiero a su causa. En 2005 fue recibida por el presidente George W. Bush en la Casa Blanca. Una foto que alimentó la polarización política.
El grupo “Súmate” fue uno de los instigadores del intento de golpe de Estado en 2002. Militares disidentes y figuras de la oposición se propusieron en corto tiempo derrocar a Hugo Chávez. A Machado la persigue el hecho de que estuvo presente en el palacio presidencial durante la toma de posesión del nuevo presidente de facto Pedro Carmona. Un cargo que le duró 47 horas. Ella insistió que, no estaba allí para apoyar el golpe, sino que justo estaba visitando a la esposa de Carmona, una amiga de la familia.
Con el paso de los años Machado ha moderado su tono. Se expresa con una suavidad inusual en ella hasta no hace demasiado. Si bien apoya desde hace tiempo la privatización de PDVSA, se ha apartado del eje económico durante la campaña. Optó como prioridad hacer foco en el cambio político, es decir lograr elecciones reconocidas internacionalmente. Será éste el primer paso que permita el regreso de Venezuela a los mercados globales. Porque la inversión extranjera es escasa debido a la falta de Estado de derecho, así como también de instituciones independientes y un marco jurídico confiable.
Lo positivo es que Venezuela ha llegado a estas instancias finales en relativa tranquilidad y sin sobresaltos sociales. La consigna de que “no habrá venganza” la repiten todo el tiempo González Urrutia y Machado. El ex diplomático expresa: “Cambiaremos el odio por el amor, la pobreza por la prosperidad y la corrupción por la honestidad”. En tanto Maduro ha advertido, entre discurso y discurso, que la elección se definirá entre “paz o guerra”.
Este domingo finalizará con tres opciones. Una es que el gobierno de Maduro gane las elecciones. Lo cuál es bastante dificil dadas las circunstancias. La segunda, que el oficialismo acepte el resultado y se inicie un periodo de transición pacífica hacia el recambio de autoridades. Y la última, que el régimen no respete los resultados y los adultere. Podría incluso, aducir injerencia extranjera o argumentos diversos. Entonces, se iniciará un proceso con consecuencias impredecibles. La moneda está en el aire. Habrá que esperar hasta el lunes para ver hacia donde cae.