La operación de esta semana en contra de Hezbolá en Líbano y Siria acrecienta la tensión en medio oriente. Si bien el gobierno de Israel no ha confirmado ni negado su papel, fuentes muy confiables a medios muy serios, afirman que se encuentra detrás de la explosión de decenas de beepers y walkie-talkies. Por su magnitud, se puede deducir que es el resultado de una larga preparación y logística. El éxito de esta misión eleva la posición de Israel y deja humillado y debilitado al movimiento islamista. ¿Qué escenario puede comenzar a desarrollarse luego de lo ocurrido? ¿Se abre un nuevo frente de guerra?
Primero, hay que considerar que el Partido de Dios Libanés (Hezbolá) se formó luego de que Israel invadiera el sur del Líbano en 1982, en lo que se conoce como la “primera guerra” entre ambos países que duró tres años. En su manifiesto, el grupo planteó que la destrucción del joven Estado era un objetivo clave de su accionar. En 2006 se produce la “segunda guerra”. Fue un conflicto que afectó durante 34 días el sur del Líbano, el norte de Israel y los Altos del Golán. Desde hace décadas la tensión en esa región es constante.
En circunstancias similares se fundó el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (Hamás) a raíz de la ocupación militar israelí de Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza. Más allá de que Hezbolá pertenece a la rama chiita del islam y Hamás a la sunita, hace un tiempo ambos grupos dejaron de lado sus diferencias frente a un enemigo común: Israel. Luego de los atentados del 7 de octubre de 2023, Hezbolá ha bombardeado constantemente la frontera con Israel en solidaridad con Hamás.
Estos ataques diarios de baja intensidad crearon un segundo escenario de conflicto (siendo el primero el que acontece en la Franja de Gaza). Es la estabilidad de este territorio limítrofe, una preocupación creciente para el gobierno de Netanyahu. Se calcula que desde hace casi un año, más de setenta mil ciudadanos israelíes han tenido que abandonar sus hogares debido a los constantes ataques desde Líbano. Por ello, el gobierno ultraderechista decidió actuar.
Un día antes del zarpazo a los aparatos electrónicos, un comunicado de la oficina del primer ministro expresó que aquellos residentes no podrían regresar sin “un cambio fundamental en la situación de seguridad en el norte”. A lo que siguió un importante despliegue militar en la frontera. El ministro de defensa israelí Yoav Gallant ha hablado de “una nueva etapa en la guerra” y confirmó que “la misión es clara y simple: devolver a los residentes de las comunidades del norte a sus hogares de manera segura”. En contraposición, el líder de Hezbolá Hassan Nasrallah, expresó: “Los llamamos colonos y ocupantes de la Palestina ocupada”.
Además, calificó las explosiones de los beepers y walkie-talkies como una “declaración de guerra”. Y prometió tomar represalias aunque no especificó cuándo ni dónde. También, advirtió: “No escucharán hablar de ello, pero lo verán”. Este grupo islamista se ha convertido en un partido político libanés -aunque en 2022 ha perdido la mayoría parlamentaria- y ejerce un control formidable de facto sobre gran parte del país. Además, Hezbolá es la fuerza de combate más eficaz y poderosa de Líbano y la región. Especialistas consideran que es la amenaza militar más grave para Israel.
El grupo tiene como gran aliado a Irán y se especula que este país le ha suministrado potentes misiles que podrían alcanzar la mayoría de las ciudades israelíes. Se cree también que Hezbolá posee una flota de drones cada vez más sofisticados que podría llegar a paralizar la vida en Israel y desplazar a cientos de miles de habitantes. Irán considera al grupo como uno de los integrantes del “Eje de la Resistencia”, una alianza militar y política antiisraelí y antiestadounidense formada por gobiernos y numerosas organizaciones paramilitares entre las que también se encuentra Hamás.
Desde 2022, la administración de Israel está conformada por una serie de partidos ultranacionalistas y religiosos. Aunque representan una fracción menor en términos políticos, ejercen una influencia considerable sobre el Ejecutivo. Su ausencia puede desestabilizar a Netanyahu y exponerlo a decenas de cargos de corrupción que lo acechan, con el peligro de una posible condena. Son estos grupos inflexibles a una negociación con Hamás, y los que promueven la anexión de los territorios palestinos sin aclarar qué sucedería con los habitantes originarios de esos territorios.
En ninguna de las declaraciones de funcionarios del gobierno israelí actual se incluyen a los palestinos como una opción para la paz. Las propuestas van, desde la ocupación o expulsión del norte o de la Franja de Gaza completa. Algunos llegaron a graficar planes sobre “una virtual gobernación de Gaza”. El ministro de Hacienda Bezalel Smotrich, uno de los más rígidos ultrareligiosos del gabinete, aclaró que “el territorio no será devuelto a los habitantes de Gaza”.
Distintos países occidentales, principalmente Estados Unidos y Francia, han trabajado arduamente para evitar una intensificación del conflicto. Tanto entre Hamás e Israel como también entre éste y Hezbolá. Luego de los ataques de esta semana, el presidente Macron se comunicó con funcionarios libaneses e israelíes y les expresó que “el Líbano debe ser preservado y la guerra debe ser evitada” y que “existe una vía diplomática”. El temor principal es que se desate una guerra generalizada que implique a Irán y ponga en peligro la estabilidad regional.
Si bien la operación contra Hezbolá ha dejado a Israel fortalecido en el corto plazo, en el largo aumenta el riesgo de una escalada militar. El grupo chiita no se quedará de brazos cruzados. Y cualquier acción militar adicional israelí en el norte, podría tener repercusiones impredecibles en el equilibrio de poder en la región. A lo que hay que agregar que, si en medio de la guerra el gobierno ultraortodoxo y ultraderechista no considera como opción la creación de un Estado Palestino, puede no querer la paz sino el conflicto.