Ultracatólico y ultracoconservador, Luis Fernando Camacho Vaca es el nombre que surge en Bolivia como el dirigente clave del golpe institucional que dejó afuera del gobierno a Evo Morales. Tiene 40 años, es empresario, desde hace 17 años milita en organizaciones civiles de derecha en su Santa Cruz natal –el principal bastión de la oposición al renunciado presidente– y cumplió su promesa de entrar a la sede del gobierno de Bolivia con su Biblia y la bandera nacional en mano.
"Tenemos que hacer, salvando las diferencias, y sacar la agenda como lo hacía (el narcotraficante colombiano) Pablo Escobar, pero solo para anotar los nombres de los traicioneros de este pueblo, porque queremos que el día de mañana vayan presos, pero no por rencor y odio, sino por justicia", gritó hace solo unos días Camacho –o "El Macho", como lo llaman sus seguidores– en Santa Cruz cuando llamó al pueblo boliviano a levantarse contra el gobierno de Morales.
Siempre apasionado por la política, Camacho nunca se presentó a un cargo electivo ni se encolumnó detrás de un partido político. Es lo que en Bolivia se conoce como un líder cívico.
De joven, como otros hijos de familias acomodadas del departamento más rico del país, se unió a la Unión Juvenil Cruceñista, una organización civil calificada como "una especie de grupo paramilitar" por la Federación Internacional por los Derechos Humanos.
A los 23 años, ya era su vicepresidente y, hace cuatro años asumió el mismo cargo en el Comité Cívico Pro Santa Cruz, la misma organización que su padre lideró entre 1981 y 1983, y que desde la asunción de Morales, en 2006, fue uno de sus más férreos opositores.
Su liderazgo carismático y su personalidad histriónica le permitieron crecer rápido y desde febrero de este año se convirtió en el presidente del comité y en el líder natural de todos los comités cívicos opositores del país.
No afectó a su imagen que la Comisión Especial de Investigación de la Asamblea Legislativa Plurinacional creada para investigar el escándalo de los Panamá Papers lo identificara como uno de los ciudadanos que participó de la evasión fiscal que permitió este sistema de empresas offshore en paraísos fiscales.
“Luis Fernando Camacho Vaca destacó el rol desempeñado como intermediario, que en el caso de los Papeles de Panamá, se caracterizaron por coadyuvar a personas y empresas a esconder sus fortunas en entidades offshore, lavar dinero y establecer esquemas de evasión de impuestos”, denunció el informe.
En su faceta pública, el líder cívico no se muestra como un empresario tradicional. Habla con un líder mesiático, siempre está acompañado por su Biblia y sus referencias a Dios, la religión y el destino del pueblo boliviano son constantes.
En mayo pasado, la revista Forum, de Brasil, publicó una foto de una reunión que mantuvo con Ernesto Araujo, el canciller del presidente brasileño Jair Bolsonaro, para pedir su apoyo en el rechazo a la candidatura presidencial de Morales, quien consiguió la autorización de la justicia electoral para presentarse en los comicios del mes pasado, pese a haber perdido un referendo sobre su reelección en 2016.
Desde entonces, promete “llevar a Dios de vuelta al Palacio Quemado”, que hasta hace poco fue la sede presidencial.
Bajo su liderazgo, en las últimas semanas, sus seguidores prendieron fuego el edificio del Tribunal Electoral Departamental y dispararon con armas de fuego a manifestantes oficialistas en Santa Cruz.
Nunca repudió la violencia ni pidió moderación. Tampoco apoyó la auditoria de la Organización de Estados Americanos (OEA) ni consultó sus decisiones con otros líderes de la oposición. Su única promesa fue la renuncia de Morales.
Hoy celebró: “Hicimos historia. No bajemos la guardia, ya dimos la estocada, terminemos el trabajo, saquemos las elecciones, empecémosle juicio a los delincuentes del gobierno, metámoslos presos”.