Cada cinco años los europeos votan a las autoridades que los representarán dentro de la unión. Este 2024 son elegidos unos 720 eurodiputados para bregar por las políticas de alrededor de 450 millones de personas. Entre el 6 y 9 de junio, cada uno de los veintisiete miembros decidió cuándo, los ciudadanos pudieron hacer uso de su derecho democrático. Este domingo es el último día de elección. ¿Cuáles son los principales retos que la Unión Europea (UE) deberá afrontar en este próximo lustro ?
El parlamento europeo es la única asamblea transnacional del mundo electa por sufragio directo y, por ello, tiene sus particularidades. Sus miembros representan a los diferentes partidos políticos de sus naciones. Es decir, es una elección interna de cada país y por eso se mide en clave interna. Pero una vez electos, los legisladores pasan a integrar algún movimiento transnacional para adquirir poder y margen de maniobra. Es decir, no se agrupan por nacionalidades sino por afinidades ideológicas y políticas.
Para que sea considerado como grupo político, un bloque debe tener un mínimo de 23 diputados de al menos siete Estados miembros. Si bien las fuerzas actuales son siete se podría decir que, actualmente, la Eurocámara está asentada en lo que llaman el “cuatripartito europeísta”. Es decir, cuatro columnas ideológicas centradas en democristianos, socialdemócratas, liberales y verdes. Aunque dependiendo de los resultados de este domingo, podría fisurarse con la ayuda de la ultraderecha.
De acuerdo con el último eurobarómetro publicado por la Comisión Europea, la mayor preocupación de los países miembros es la pobreza y la inclusión social. Aunque le siguen muy de cerca la sanidad pública, el empleo, la seguridad y la defensa. Es determinante en sus percepciones la ubicación geográfica. Por ejemplo, las cuestiones de seguridad son esenciales para aquellos países del norte y este de Europa que tienen a Rusia cerca como Dinamarca, Finlandia, Lituania y Países Bajos. No tanto así para España que prioriza la sanidad.
Aunque más allá de lo que los votantes perciban, el gran tema que atraviesa las elecciones de este lustro es la guerra en Ucrania, que empieza a dibujar distintas posiciones y nuevas divisiones. Hay gobiernos dentro de la UE, como el de Viktor Orban en Hungría o el de Robert Fico en Eslovaquia -que son más cercanos que cualquiera de los veintisiete- a la Rusia de Vladimir Putin.
También, hay grupos de extrema derecha vinculados al país de los zares. Uno de ellos, Alternativa por Alemania. En estas elecciones dos de sus miembros principales fueron acusados de estar vinculados con una red de difusión de propaganda rusa. Otros partidos europeos -que también han tenido amplia vinculación con Putin- han sido Reagrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia y La Liga de Matteo Salvini en Italia. Aunque hace un tiempo, al menos para el afuera, han tomado distancia.
Aquellos países geográficamente lejanos a Rusia también discrepan en el uso de conceptos más belicistas. Por ejemplo, se rehúsan a dar paso a una economía de guerra, o a aumentar el esfuerzo económico para defensa. Estos pregonan la idea de destinar fondos, no tanto para un rearme como tal, sino más vinculados a investigación, desarrollo y ciberseguridad.
En ese sentido, los servicios de inteligencia alemanes han advertido que Rusia podría ir contra algún país de la UE en 2026 mediante ciberataques que paralicen los servicios, infraestructuras como instalaciones energéticas, cables de telecomunicaciones o incluso intervenir mediante campañas masivas de desinformación. El Observatorio Europeo de Medios Digitales (EDMO) informó sobre cientos de intentos de desinformación estas últimas semanas, buscando “instar a la gente a no votar en las elecciones” europeas.
La importancia de la ubicación geográfica, como un elemento vital para los intereses y preocupaciones de un país miembro también queda demostrada, por ejemplo, en la posible ampliación hacia el este. En ese sentido, se encuentra la propuesta de Ucrania como candidato. Esto ya ha causado fricciones en los países vecinos. Principalmente, en Polonia, donde los agricultores protestan desde hace meses porque, desde el inicio de la invasión rusa, los productos ucranianos ingresan sin arancel en la UE y los perjudican enormemente.
Las protestas agrícolas han sido una constante de los últimos meses y han marcado la agenda en varios Estados miembros. Las posiciones al respecto son encontradas. Por un lado, Polonia y Francia reclaman poner más restricciones a más productos ucranianos. Lo que supondría una pérdida de unos 1.200 millones de euros para Kiev. Mientras que Alemania, ha advertido de las consecuencias de esas restricciones que pueden interferir en el curso de la guerra.
En cuanto a la estrategia para disuadir a Putin se viene dando un cambio de paradigma histórico en la UE. Se impulsa que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) cambie su política crediticia y ya no solo financie bienes de doble uso, como por ejemplo drones o radares, sino también a empresas que fabrican armas y municiones. Es éste un profundo cambio en la estrategia industrial de defensa que se descuidó por años. Queda por delante lograr su consenso.
La UE tiene grandes desafíos por delante. Está transitando cambios históricos donde la guerra en Ucrania y la relación con Rusia están marcando su rumbo. Son hoy la brújula hacia dónde se dirige el destino de los veintisiete.