La candidatura de Donald Trump ha tomado otro matiz luego del atentado de hace una semana. El intento de asesinato a su persona le otorga al republicano una centralidad y una unidad inédita en torno a su figura al interior del partido. El suceso también aportó misticismo y le regaló al magnate una imágen icónica e inesperada: su rostro ensangrentado, con el puño en alto pidiendo luchar y la bandera norteamericana de fondo. Es esta la estampa perfecta de la campaña.
Era el último mitin al aire libre antes de que comience la Convención Nacional Republicana en Milwaukee que terminó este jueves. Trump fue sacado del escenario por el servicio secreto tras caer al piso con el rostro sangrante. Se fue por sus propios medios y pudo continuar normalmente con su agenda. El hecho refleja la imágen de un héroe resiliente, triunfante, imbatible que salió ileso ante lo imposible. En las primeras declaraciones a la prensa el republicano expresó “Solo Dios impidió lo impensable".
Entonces, la campaña comienza a acentuar cierto tinte mesianico. El republicano ha venido implementando esta especie de misticismo, con mayor o menor éxito, en todas sus postulaciones. Su discurso en la última convención se inició en tono de pastor que le habla a sus fieles. Trump logró hechizar a su público, posicionándose como un profeta de la verdad que sobrevivió para salvar a su pueblo. Es una oratoria que adquiere consistencia y credibilidad luego de que su propia vida haya estado en riesgo. Y que él esté ahí, vivo para contarlo.
Rodeado de su familia en el centro de convenciones, se podría decir que Trump realizó este jueves dos ponencias distintas. Una que duró los primeros 28 minutos, donde expresó “Hoy con fe y devoción acepto la nominación”. Se mostró calmado, sin estridencias y relató lo sucedido advirtiendo que “nunca lo escucharán de mí por segunda vez, porque es demasiado doloroso para contarlo". No volaba una mosca. Fue un inicio con un tono inusual para el republicano que dice estar modificado luego del atentado en el que por milímetros casi pierde la vida.
Pero en los 64 minutos restantes, Trump volvió a ser el que todos conocen: contencioso, hostil, combativo, vehemente y mentiroso. En este caso siempre es interesante recurrir a la teoría para comprender que su oratoria tiene todas las características del “discurso populista”. Un recurso que utilizan muchos líderes mundiales para “conquistar” a masas desprevenidas.
El linguista francés Patrick Charaudeau cita cuatro componentes esenciales. El primero, el líder hace una descripción catastrófica de la situación social de la que es víctima el pueblo. En ese sentido, Trump expresa “somos una nación en decadencia”. Y acusó de una supuesta “invasión” de inmigrantes indocumentados que cometen delitos: “Nos hemos vuelto el vertedero del mundo, que se ríe de nosotros”. Además, insiste en que su país tiene la peor inflación en su historia. Dato que es falso porque en la década del ochenta, ésta llegó al 15 por ciento, y durante la administración Biden el pico más alto fue de 9.5 por ciento.
El segundo componente del discurso populista es que el líder hace una denuncia de los culpables, entre los cuales se encuentran la clase política, las élites aisladas del pueblo, las instituciones que han perdido toda autoridad y la burocracia, fuente de todos los males. En este sentido, Trump acusó: "Nuestros rivales heredaron un mundo en paz y lo volvieron un planeta en guerra". Según él es Joe Biden el responsable de todas las desgracias de la nación y del mundo, como la inflación, la invasión rusa a Ucrania y la guerra en Gaza.
Como tercero, se encuentra la exaltación de valores. En el discurso de la convención Trump expresó: “Como estadounidenses, nos une una suerte común, un destino compartido. Nos levantamos juntos o nos desmoronamos”. También llamó a la unidad como nación proponiendo un proyecto de idealidad social. El republicano afirma que “al igual que nuestros ancestros, debemos ahora juntarnos y levantarnos encima de diferencias pasadas, cualquier desacuerdo echado a un lado, y avanzar unidos como un pueblo, una nación”.
El cuarto y último componente es la aparición de un hombre providencial, carismático, visionario, capaz de romper con el pasado y que será el salvador de la sociedad. En este sentido Trump afirma “traer de vuelta el sueño americano”. Y promete terminar todas las crisis internacionales ya que de haber estado él en la presidencia, ninguna guerra hubiera tenido lugar. Además, ha asegurado que podría parar los conflictos con tan solo una llamada y afirma con confianza: “Con nuestra victoria en noviembre, se acabarán los años de debilidad y caos”.
Más allá de utilizar cada uno de los recursos del discurso populista, la narrativa de Donald Trump es muy peligrosa, principalmente por estos factores:
-Miente descaradamente. Lo hace con los inmigrantes, con la inflación y sobredimensionando su propio poder personal en el concierto internacional con una influencia que no tiene.
-Potencia el fanatismo y la religión al mostrarse como un Mesías que sobrevivió milagrosamente para salvar a su pueblo. Situación similar a la del brasilero Jair Bolsonaro quien expresamente se hacía llamar “Mesías”.
-Presenta sus enjuiciamientos y causas en la justicia como persecuciones. Ha afirmado ser víctima de “una caza de brujas” y ha advertido, sin fundamento, que sus seguidores podrían ser los próximos.
-Expresa que quiere unidad nacional pero hace lo contrario: divide profundamente a la sociedad entre los que están con él o en su contra. Su candidato a vicepresidente J. D. Vance ha insinuado que la retórica de los demócratas llevó a que se produzca el atentado.
-No reconoce críticas, ni hace autocríticas y desacredita a sus oponentes en el debate público. Estas actitudes aportan a la erosión de la democracia y sus instituciones. No hay que olvidar el desconocimiento de Trump cuando Biden fue el ganador en las elecciones de 2020, así como tampoco su influencia en la toma del capitolio.
Mientras avanza esta campaña da la sensación de estar hecha a la medida de Trump. El movimiento Maga (Make American Great Again) parece haber absorbido finalmente a la tradición republicana. Se suman, además, un intento de magnicidio y un opositor octogenario -incapaz de renunciar- que le facilitan el camino hacia la cima. Un recorrido cada vez más agradable para alguien que sólo sabe expresarse con falacias y elocuencia. Y hace un show de sí mismo.