La renuncia del mandatario norteamericano Joe Biden a presentarse como candidato a las próximas elecciones presidenciales significa una reivindicación a la televisión y los debates electorales. Es que el punto de quiebre que demostró la falta de fuerzas y las condiciones físicas del líder demócrata para enfrentar al aspirante republicano Donald Trump fue precisamente el debate televisivo que ambos protagonizaron a fines de junio pasado. Fue a partir de ese momento cuando distintos actores del partido oficial, figuras de la política estadounidense, estrellas de cine y hasta los mismos votantes pidieron que el hoy presidente dé un paso al costado en su intención de ir por la reelección.
El consultor político venezolano radicado desde hace años en Washington y un certero analista de la política de los Estados Unidos, Ricardo Amado Castillo, explicó en Radio 2 cómo Biden y su equipo de campaña intentaron “tapar el sol con un dedo al subestimar los serios problemas que tuvo la gestión y el estado de salud del líder”. Y encima, aceptaron un cruce por la tevé que propuso el mismo Trump y que constituyó “un verdadero error de cálculo” creyendo que ahora iba a suceder lo mismo que hace cuatro años, cuando se había impuesto en los dos debates previos a los comicios.
De esta manera, la presentación ante la enorme audiencia televisiva fue determinante a la hora de ver cómo el candidato demócrata le costaba hilvanar sus argumentos, se confundía y hasta en algún momento se lo vio desorientado. Una verdadera ratificación de lo que ya sucedía en la campaña cuyos ejes de discusión pasaban sobre las visitas de los médicos a la Casa Blanca para revisar a Biden, sus yerros y equivocaciones públicas, los saludos a personas equivocadas o la confusión al llamar por otros nombres a líderes mundiales.
Es que los debates electorales por TV son espacios donde los candidatos se muestran tal como son y en un ámbito de discusión reglada y con tiempos establecidos no tienen otra ayuda externa más que su preparación previa y sus propios atributos. Como diría el gran Ringo Bonavena, y haciendo un paralelismo con el boxeo, “hasta te quitan el banquito” y “tenes que salir a enfrentar a otro que te quiere moler a golpes”. Allí se ven las cualidades de los candidatos a la hora de resolver las cuestiones públicas y deliberar frente a las audiencias.
EE.UU. fue pionera en los debates televisados con el primer cruce entre Richard Nixon y Jhon Fitzgerald Kennedy en 1969 que demostró el alcance de la pantalla chica cuyos televidentes vieron cómo se impuso claramente el segundo mientras que los que lo siguieron por radio se inclinaron por el contrario.
Amado Castillo destacó la “reivindicación del medio televisivo y los debates electorales” frente a lo ocurrido en la escena política estadounidense más allá que todavía hay algunos que descreen de la importancia de este tipo de formatos.
Así se demuestra también que pese al papel preponderante que han tomado las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales y fundamentalmente la TV conservan aún ese poder de llegada a múltiples audiencias. Y cómo la política sigue ocupando espacios que llegan a esos públicos bajo formatos atractivos y altamente demandados en una instancia electoral tan importante como una contienda presidencial.
Además, los debates terminan convirtiéndose en un elemento central en las campañas proselitistas que resultan decisivos a la hora de encarar la recta final hacia las urnas.
Argentina, con mucha menos tradición en los debates electorales, ya tiene en su corta historia momentos trascendentales en las deliberaciones públicas de aspirantes al Sillón de Rivadavia. Desde el primer cruce antes de un balotaje como el que protagonizaron Mauricio Macri y Daniel Scioli en 2015 cuando el después electo presidente acertó con frases y latiguillos que quedaron en la memoria colectiva. O el más reciente debate, en 2023, entre Javier Milei y Sergio Massa que, pese a la opinión contraria de analistas y especializados, el público terminó haciendo una lectura diferente y votando mayoritariamente por el líder de La Libertad Avanza.
La ciudad ya cuenta con varios antecedentes en materia de debates televisivos entre candidatos que, si bien no definieron un resultado, se convirtieron en factores determinantes a la hora de las elecciones. Hace nueve años Mónica Fein consiguió imponerse en el debate solamente con no salirse del libreto frente a su principal oponente Anita Martínez que quedó envuelta en algunos errores propios. O el año pasado cuando Pablo Javkin le tiró la gestión encima a Juan Monteverde en el mano a mano que tuvieron a dos semanas de los comicios. Todos en el mismo estudio, el de El Tres.