¿Esta semana aparecerá alguna señal de desaceleración de la crisis del Frente de Todos? ¿O el país deberá definitivamente acostumbrarse a una convivencia con tensión permanente entre el presidente y la vice? Ambas preguntas recorren todo el arco político y motivan movimientos a uno y otro lado de la grieta.
El peronismo está en estado de asamblea y se nota. Irradia interrogantes a toda la constelación política nacional. ¿Por qué Cristina hace lo que hace sabiendo que debilita al presidente? Es una pregunta abarcadora, porque refiere a cortocircuitos que no arrancaron con el acuerdo con el FMI, sino que vienen desde los “retos” y “consejos” en público del año pasado en plena campaña, y la carta-bomba post elecciones. Ahora todas esas tensiones acumuladas y potenciadas pusieron al Frente de Todos al borde del precipicio, pero no hay ruptura: Cristina y el cristinismo no se fueron del gobierno ni se irán.
El presidente sufre ese desgaste, que se suma a sus propios yerros, como la declaración de guerra a la inflación, con la cual puso en alerta a los formadores de precios y en la población generó unas expectativas que defraudó con un mensaje al país sin anuncios.
Todo esto ocurre mientras lidia con una montaña de problemas en la gestión. Por ejemplo la discusión en el Congreso sobre si era posible bajar la inflación al ritmo que exige el FMI ya quedó vieja, porque desde la semana pasada el desafío es cómo hacer para que no siga subiendo.
El gobierno tiene elementos para accionar dentro de un margen que es estrecho. La gran apuesta es que los fondos frescos que ingresaron del FMI bajen las expectativas de devaluación y aplaquen el índice de Precios. La economía viene de un crecimiento en 2021 del 10%, mantiene niveles buenos de actividad y el índice de desocupación se ubicó en 7%. Sin embargo las buenas noticias se le diluyen como agua entre los dedos.
La Cámpora movilizó fuerte para el Día de la Memoria y todo el país lo leyó como una marcha contra el gobierno. El inefable Cuervo Larroque recordó que el presidente viene de un espacio que sacó el 4% de votos antes de que Cristina lo convoque. Máximo Kirchner se puso al frente de la potente columna para reafirmar su liderazgo después de la renuncia a la presidencia del bloque de diputados nacionales. Pero también él comete errores insólitos, como confundir los adversarios políticos con la gente que los vota.
¿A quién le habló La Cámpora el 24 de marzo? Fue más de lo mismo, le habló a los propios, como hace tiempo ocurre. Hizo demostración de fuerza que sonó a recuento de soldados, a mensaje de cohesión después de haber perdido el debate en el Congreso. “La Cámpora tiene el 30% de los diputados del oficialismo, y el 70% del PJ acompañó el acuerdo con el FMI. Claramente necesita dar señales a los propios después de ese revés”, observa un dirigente peronista desde Buenos Aires, que sin embargo no subestima a la corriente más identificada con Cristina.
La marcha fue también para ratificar una posición política y una mirada sobre el gobierno de Alberto Fernández. Por eso lo dicho más arriba: habrá que acostumbrarse a una convivencia de tensiones permanentes, tema por tema, día a día. Es una disputa de poder, y la única forma que el presidente tiene de fortalecerse es acertando en la gestión: economía, inflación, producción, trabajo. Aun así le será muy difícil revertir la imagen si el eje de la discusión va a ser la pelea interna permanente.
En Juntos por el Cambio tampoco hay un sendero de armonía. Mauricio Macri no está dispuesto a dejar que nadie lo jubile. Está activo, habla con dirigentes, arma, se ocupa de los escenarios provinciales y genera agenda.
El elogio a Carlos Menem que hizo esta semana fue en esa línea. Una forma de marcar la cancha y disputar liderazgo y sentido político-ideológico del Juntos por el Cambio que está en construcción. Muchos lo empezaron a ver como uno de esos jarrones chinos que las nuevas generaciones no saben dónde ubicar. Lo que Macri les está diciendo es “no alcanza con que arreglen con Larreta, a mí me tienen que tener en cuenta”. Incomodar es su fortaleza.
Y vaya si incomoda. El presidente de la UCR Gerardo Morales le contestó sin contemplaciones. Hay que escuchar a Morales y otros radicales, como el bonaerense Facundo Manes. Hablan de planes muy distintos a los del macrismo duro. Insisten en una plataforma de acuerdos básicos en el sistema político para salir adelante. Más allá de las opiniones sobre su viabilidad, es una idea imposible de llevar a cabo junto con quienes día a día excavan la grieta. ¿Cuál es el Juntos por el Cambio que está germinando?
Morales marcó otro límite: la UCR no va a ningún lado con Milei. Milei dice que no quiere nada con “los tibios de Juntos por el Cambio” pero sí podría ser con Macri. Algo así como si “los tibios” no te respetan aquí te recibimos con gusto. Para Macri, Milei representa una carta más en sus manos.
El elogio a Menem tiene otra connotación. Lo hizo al aire en una radio de Santa Fe –tal vez también para instalar la idea de volver a la dolarización como ancla a la inflación– justo cuando distintos sectores de la oposición empiezan a juntarse para armar un frente de frentes. Una afrenta para Pablo Javkin, medio radicalismo y el socialismo que en los 90 estuvieron en las calles resistiendo las políticas del menemismo y defendiendo la universidad pública.
Macri juega así porque Santa Fe es una de las provincias que lo ocupa y le preocupa. Una vez más activó a Miguel del Sel, no porque el ex Midachi vaya a ser precandidato a gobernador, sino porque es la única figura del PRO santafesino capaz de sentar a todas las partes a la mesa. Es un movida necesaria para revertir el internismo que en las elecciones de 2021 debilitó al PRO frente a la UCR y lo dejó sin figuras con proyección electoral en la provincia. Macri sabe que para poder disputar algo en Santa Fe en 2023, al menos una cuota de lugares en las listas, tiene que hacer algo. Y es lo que está haciendo: hablar, armar y asomar la cabeza donde no lo llaman y prefieren que no aparezca.
Para evitarse esos disgustos Javkin insiste que si van a armar un frente ampliado, la condición es que sea con perfil provincial y debidamente blindado de internas y órdenes nacionales.
El intendente está activo en política. En las últimas semanas mantuvo reuniones con socialistas, radicales y otros intendentes. Siembra su camino sin escaparle a las fotos y firma posicionamientos con quienes ya saltaron a Juntos por el Cambio, pero en lo inmediato tiene entre manos tres o cuatro cuestiones urgentes de la gestión municipal: el reacomodamiento del sistema de transporte; la dificultad de adquirir gasoil para los colectivos y la falta de autos cero kilómetro en el mercado para las flotas de taxis y remises.
En la Casa Gris, el gobernador Omar Perotti se dispone a lanzar una agenda política en busca de recuperar centralidad e iniciativa. La reorganización de la alianza de poder, dada básicamente por la reconciliación desde diciembre pasado con los senadores que lidera Armando Traferri, y el avanzado calendario lo ponen en esa búsqueda.
Retoma ideas que su gobierno esbozó en otras ocasiones y ahora promete impulsar con mayor convicción. Hay tres en particular. Mandó a la Legislatura el proyecto para habilitar el voto voluntario de menores de 16 y 17 años. Hay otro en elaboración, también de vieja data: ampliar de dos a cuatro años los mandatos de los presidentes comunales. Y esta semana pondrá en marcha un proceso de diálogo con gobiernos locales y expertos para ir construyendo consensos en torno a proyecto de autonomía municipal.
Estos temas se vienen discutiendo hace años en Santa Fe. Los mandatos comunales y el voto joven parecen tener amplio consenso. La autonomía es más espesa y menos lineal por tratarse de un tema más abarcativo, que requiere diseños diferentes según la escala de las comunidades y compromete recursos y obligaciones.
La dificultad es que son temas que requerirían de una reforma constitucional, pero ante el bloqueo político que la impide desde hace tres décadas, hay una parte de la política y juristas que entienden se puede avanzar por ley. Quienes se oponen esgrimen que reformar artículos de la Constitución vía leyes sienta un precedente riesgoso.
Pero también hay en el peronismo quienes coquetean con buscar una reforma constitucional, como forma de darle iniciativa política a la actual gestión. El gobernador no parece tentado a hacer el desgaste que supone una movida de esa jerarquía. Preferiría que sea un proyecto del peronismo en su conjunto y que éste le traiga algo encaminado. A decir verdad, el margen es de muy poco a nulo. Si bien el peronismo está a un voto de los dos tercios de la Cámara de Senadores, le faltaría (ni más ni menos) un acuerdo con los espacios de la oposición que controlan ampliamente la Cámara de Diputados.
El camino es riesgo puro, porque si la oposición ve que tiene posibilidades de ganar una hipotética elección de constituyentes, podría darle el sí. Más aún, los diputados socialistas, que sienten a la reforma como un legado de sus gobiernos, en especial el de Miguel Lifschitz, serían los primeros en interesarse al menos por interesarse en abrir un proceso de conversaciones.
Otro es el cantar si la apuesta es instalar el debate pour la galerie. Sería música para los oídos de un sistema político como el santafesino, donde todos son reformistas pero la Constitución no se reforma nunca.