Se podría decir que empezó oficialmente la carrera por la presidencia en Estados Unidos. Una vez terminadas las dos Convenciones Nacionales de los partidos republicano y demócrata, los candidatos están habilitados oficialmente -ya sin rivales internos- para dar su máximo que los deposite en la Casa Blanca. Hoy, faltan exactamente 71 días para la elección general. Harris tendrá el camino bastante más difícil que su rival porque tiene que demostrar quién es y seducir a un electorado que aún no la conoce del todo. En cambio Trump, después de cuatro años de presidencia, no tiene ese problema.
Cuando Kamala llegó a la vicepresidencia en 2021 había generado expectativas muy altas. Se esperaba una nueva Michelle Obama. Un caso especial en la política estadounidense ya que -según las encuestas- es la figura más popular del partido demócrata. Muchos pedían por su candidatura en estas elecciones. Aunque la ex primera dama, que es abogada, tiene otros intereses. A ella no le entusiasma demasiado el trabajo de campaña. Aun así, se compromete cuando el partido lo requiere, y lo ha hecho para la convención de esta semana.
En tanto, la vicepresidenta demócrata tendrá que exhibir que es capaz de liderar un partido que nunca la percibió como su líder natural. Le costó mucho hacerse un lugar en Washington. Sus cuatro años acompañando a Joe Biden no fueron fáciles. La primera tarea que se le encomendó fue tan compleja como imposible: abordar las causas profundas de la migración en el “Triángulo Norte” compuesto por El Salvador, Guatemala y Honduras. Le llovieron reproches cuando le sugirió a los migrantes que “no vengan”. También, cuando expresó que no creía necesario visitar la frontera con México.
Las críticas también se dieron en las ceremonias de firmas de proyectos de ley cuando Harris se paraba detrás de Biden. Es el protocolo y lo suelen hacer todos los vicepresidentes. Burlonamente, se la empezó a describir como parte de la utilería. Entonces para terminar con estos juicios se decidió correrla de ese lugar. Pero continuaron, ahora debido a su ausencia, hecho que intensificó la noción de que la vicepresidenta era invisible. Lo que a su vez fue reforzado por las restricciones de la pandemia que la hizo reducir sus compromisos públicos.
Tres años atrás Kamala Harris gozaba de los peores índices históricos de popularidad como vicepresidenta. En cambio hoy su nominación produjo una ola de optimismo en las bases que ha desencadenado un masivo apoyo entre los demócratas. El presidente Biden, en la Convención de esta semana, ha expresado sobre Harris: “Es dura, tiene experiencia y una integridad enorme” y sostuvo: “Su historia representa la mejor historia estadounidense”. También logró conquistar el apoyo de los pesos pesados del partido como Nancy Pelosi, los Clinton y los Obama.
Lo que ha quedado bien claro en estos cuatro días es que el foco de esta campaña está puesto en personas de bajos recursos y clase media. En su discurso de cierre Harris consideró: “Reconstruir la clase media será un objetivo de mi presidencia. Es algo personal. La clase media es de donde vengo”. Y se encargó, como no lo había hecho hasta ahora, de contar que para solventar sus estudios universitarios, trabajó en McDonalds friendo papas. Se calcula que uno de cada ocho estadounidenses trabajó en esa cadena de comida rápida en algún momento de su vida.
Además, hace una semana presentó las propuestas económicas para los primeros cien días de gobierno, que buscan incrementar la intervención federal. El propósito es aliviar la presión económica sobre las clases media y baja golpeadas por el aumento de la inflación. La propuesta incluye controles de precios a los alimentos para evitar especulación de las grandes corporaciones y proteger a los consumidores. También, subsidios a la compra de la primera vivienda, recortes impositivos a la clase media, créditos fiscales a los padres durante el primer año de vida del bebé y remedios más accesibles.
Estas aspiraciones habilitaron a que los opositores y detractores lleven al máximo su creatividad y califiquen rápidamente a estas medidas como comunistas. Después de ser dadas a conocer, la campaña de Trump difundió un correo electrónico con el título: “Camarada Kamala se vuelve una comunista total”. Y más tarde en un discurso, el magnate comentó: “Lo llamamos el ‘plan Maduro’ como algo sacado directamente de Venezuela o la Unión Soviética”. Lo cierto es que es ésta una hoja de ruta mucho más intervencionista que la del propio Biden.
Más allá del crecimiento económico y la desigualdad de ingresos hay otros temas que son parte de esta campaña como el aborto, la inmigración, la delincuencia, conflicto en la Franja de Gaza, la guerra en Ucrania, el medioambiente, la competencia con China, etc. La posición que la fórmula Harris-Walz adquiera en cada uno de estos temas, probablemente, se vayan delineando en las semanas que siguen. Lo cierto es que Trump-Vance tampoco han presentado propuestas demasiado detalladas más que aranceles, recortes de impuestos y “el mayor programa de deportaciones en la historia estadounidense”.
Se viene para Kamala la etapa más difícil. Antes de que termine agosto tendrá el desafío de dar la primera entrevista televisiva. Además, el 10 de septiembre será el crucial debate con su oponente. Aunque Donald también ha entrado en meses decisivos. Los sondeos están muy disputados. Según el promedio de RealClearPolitics ella sobrepasa al magnate por apenas 1.5 por ciento a nivel nacional y empata -o apenas gana- en estados clave como Michigan, Wisconsin y Pennsylvania. Harris necesita mantener el impulso y Trump reconquistar la confianza de los votantes para recuperar su ventaja.