Las nuevas generaciones no lo recuerdan, pero en los 90 era muy común el robo a los colectivos en Rosario durante la noche. Los colectivos llevaban la recaudación en efectivo y los pasajeros llevaban relojes, billeteras y otras pertenencias (los celulares no estaban tan difundidos aún). En definitiva, los colectivos eran un blanco fácil y muy frecuente, sobre todo para pibes que buscaban plata chica y rápida para consumo de sustancias.
Pero una noche de marzo de 1997 uno de esos ladrones mató al colectivero de la línea 125 Gabriel Albornoz. Y ese acto criminal fue el punto límite de la tolerancia, resultó un puñetazo a la mandíbula de la dirigencia política de la ciudad que hacía años daba vueltas con la instalación de “la tarjeta magnética para sacar el dinero de arriba de los colectivos”, pero no lo hacía entre licitaciones caídas, un lobby salvaje de amigos del poder nacional, provincial y local, empresarios de transporte que preferían los billetes en la mano y nada de controles, y sospechas de corrupción en el Concejo Municipal.
Para quienes no recuerden cómo terminó la historia, la conmoción por el crimen de Albornoz le dio la oportunidad al intendente Hermes Binner de destrabar la licitación y colocar las canceladoras en los ómnibus. El usuario pagaba con una tarjeta de cartulina descartable que alcanzaba para un limitado número de viajes y era muy frágil.
La ciudad entera sabía que la salida tecnológica era la solución, pero no se solucionaba. Cuando estuvo operativa, la cantidad de robos a colectivos se derrumbó de un día para el otro. Un claro ejemplo de cuando la política se enreda en sus propios intereses (y negocios) y se olvida de cuidar y facilitarle la vida a la gente.
Un cuarto de siglo después, a 300 kilómetros, el crimen en ocasión de robo de otro colectivero deriva en una descomunal golpiza a un ministro bonaerense. Todo se produce en vivo, delante de las cámaras de TV que estaban allí. No es un funcionario radical o macrista, ni un funcionario desconocido. Es la paliza a uno de los personajes duros del peronismo siglo XXI.
Vuela una madera, le sigue un cascote, empujones, una caída un tanto humillante… Un brazo potente salido del manojo de hombres que forcejea hace estallar el puño en el pómulo de Sergio Berni. El instante queda retratado con precisión digital. Una trompada irrepetible como la rosa de El Principito o el Unicornio Azul de Silvio Rodríguez. No por la fuerza de la piña, sino por el contexto en el que se dio, por los personajes involucrados, por la Argentina de 2023.
Berni grogui, sangrando, indefenso. Hasta ahora siempre le habían salido bien los desembarcos como el del otro día en la General Paz, híper escenificados, en helicóptero o en motos de alta cilindrada, a veces arma en mano, a paso firme, habiendo calculado lo que esa puesta garpa en las pantallas, dispuesto personalmente a desactivar problemas complejos a lo guapo, cara a cara.
Pero desactivar no es sinónimo de solucionar. Y entonces ahí entra esa trompada injustificable, ladina, que el dueño de la mano justifica en el dolor por la muerte de un compañero y promesas incumplidas del pasado. Y está Berni groqui, desconcertado, sin entender cómo es que esto le pasó a él. Profunda metáfora del derrumbe del peronismo en este round de la historia y su supuesta infalibilidad de la que tanto fanfarroneaba Carlos Menem (y no sólo él).
¿Qué pasa con el peronismo? Esa maquinaria de poder inabordable, multifacética, que tiene una versión de sí misma para cada circunstancia, profundiza los problemas en lugar de repararlos. Bajemos un momento a Santa Fe, donde la seguridad es el tema central de agenda: el gobierno peronista que vino a poner orden lo empeoró, ni siquiera supo darle gobernabilidad al área de Seguridad. Ni hablar de conseguir resultados en la calle.
Recordemos que el gobernador Omar Perotti vivió una situación muy similar a la de Berni una noche que desenfadadamente quiso sumarse a una marcha en el Monumento, por suerte con consecuencias muy diferentes para él.
Salgamos del pago chico. ¿Qué novedad la de un peronismo que tiene dificultades para hacer funcionar el Estado, que consigue mantener el empleo pero empobrece a parte de esos trabajadores? Un peronismo que perdió el rumbo político, al que le aparecen fisuras en los bloques legislativos y en el que sus gobernadores se meten las ambiciones en el bolsillo y se recluyen en sus provincias a cuidar sus quintitas, temerosos de las consecuencias de la diáspora.
Comparaciones
En 2001 el “que se vayan todos” remitía a la dirigencia política. Hoy la dilución del rol sistémico del peronismo como controlador de última instancia de la botonera de la gobernabilidad abre un mundo de interrogantes. Algunos más inquietantes que otros.
Desde el peronismo, con razón, podrían relativizar estas afirmaciones. Podrían invitar a pensar dónde estaríamos si no fuera el peronismo el que gobierna el país, Buenos Aires y la mayoría de las provincias y el que controla los grandes sindicatos, todo en un contexto de inflación de más de 100%, 39% de pobreza y la seguridad desbordada.
Porque la seguridad talla fuerte. Ya no alcanza con encapsular el problema en Rosario como ocurrió en los últimos 12 años. Esta semana periodistas porteños llamaban al Palacio de los Leones para que funcionarios rosarinos les contaran cómo funciona el comando conjunto de fuerzas federales que empieza a copiarse en La Matanza y otros puntos del conurbano. El destino se empeña en escribir una estrofa nueva para “El reino del revés” de María Elena Walsh.
Siempre se puede estar peor. Pero lo que está pasando es penoso. El cristinismo se consuela diciendo que el que hizo todo mal fue el presidente. Tienen una parte de la razón. Olvidan que lo eligió Cristina Fernández, justamente porque, como dijo ella, palabras más palabras menos, podía manejarlo. No sólo que Cristina cedió la candidatura presidencial en 2019 porque no podía ganar, sino que erró en la elección de Fernández, según esta mirada. El resultado es un oficialismo en conflicto permanente en todos lados y a toda hora, un gobierno cuasi paralizado y una sociedad enojada.
La falta de madurez para gobernar puso en riesgo mucho más que el poder de Cristina, porque esta novedad que supone el peronismo en el gobierno y sin rumbo es un problema para una franja muy importante de la sociedad que elige gobiernos que “apuesten a la salud y a la educación pública, a un sistema de jubilaciones solidario y al desarrollo de la industria”, como dijo el precandidato a gobernador Leandro Busatto al salir de la Casa Rosada donde recibió el espaldarazo del jefe de Gabinete Agustín Rossi.
El problema es que ese electorado, que suele ser el castigado por las políticas económicas liberales, bajo un gobierno justicialista está siendo lastimado por niveles de inflación agravados y problemas de seguridad que se pueden llevar la vida de un colectivero del conurbano o la de un nene de 11 años en Empalme Graneros.
¿Cómo ganar elecciones así? La sociedad argentina suele ser bastante indulgente. Podría decirse que no le reclama al peronismo que no haya solucionado problemas que vienen de antes, como inflación e inseguridad, sino que en lugar de revertir la tendencia los haya profundizado, incluso poniendo en riesgo la gobernabilidad. Este es un ingrediente disruptivo desde el retorno de la democracia. Es la dilución del argumento en el que coinciden Cristina y Alberto: “El peronismo siempre viene a arreglar los platos que otros rompen”. Más allá de lo discutible que para algunos puede resultar esa retórica, hoy es comprobable que se sumó a los que lanzan los platos al suelo.
¿Castigo de nuevo?
Dos altos dirigentes políticos de la ciudad, de partidos diferentes, que no se llevan tan bien entre ellos, transmitieron el mismo dato este sábado a Rosario3: Javier Milei, quien ni siquiera tiene candidatos de renombre en la ciudad y la provincia, lidera intención de voto a presidente en Rosario.
Aclaración importante: quien esto escribe no vio esas encuestas ni tampoco pidió verlas. Por lo tanto dejemos de lado los números y enfoquemos en lo conceptual. La intención de voto a un dirigente que vive despotricando contra la dirigencia política es muy alta y llega a niveles que pueden ser decisivos en el proceso electoral nacional.
La preocupación es elocuente en todos los frentes electorales, aunque quienes entienden de esto saben que no es cuestión de asustarse y paralizarse, sino de estudiar para comprender el tablero en el que se juega y encontrar las mejores tácticas y estrategias electorales. La Libertad Avanza es un espacio sin estructura y en la mayoría de los casos ni siquiera candidatos competitivos. Está basado en una figura como Milei construida desde las pantallas y los titulares que resulta muy efectivo para atraer descontentos dispuestos al voto castigo o voto rabia, como le gusta llamarlo, pero para ganar elecciones es necesario entrar en las ligas mayores. Además, el electorado es el mismo. Milei se lleva votos que antes eran de otros. A alguien beneficia y a alguien perjudica.
Y a todo esto, año electoral
En este delicado clima se avecina un proceso electoral inquietante. En Santa Fe primero y luego a nivel nacional, pero con poca diferencia temporal, serán dos elecciones que avanzarán como dos engranajes que encastran uno con el otro.
Desde el fin de semana próximo los congresos de los partidos que ingresarán al frente opositor se sucederán unos tras otros, mechados con los anuncios de precandidatos.
En este frente opositor, que se presentará el 25 de abril en Cayastá, ya se delinean tres grandes espacios compitiendo en las Paso. Dos vinculados a Juntos por el Cambio, con las candidaturas radicales de Carolina Losada y Maximiliano Pullaro, y otro de perfil progresista con la socialista Clara García.
La novedad sigue siendo Losada, que cambió el sí en el altar con el senador formoseño Luis Naidenoff (postergado para fin de año) por el sí como candidata a gobernadora de Santa Fe. A corto plazo debe hacer pública esa decisión que ya está tomada porque esa definición despeja, por ejemplo, el armado del frente en Rosario. También es un hecho que Pablo Javkin irá por la reelección, pero lo oficializará una vez que Losada blanquee su intención. Javkin no quiere abandonar la carrera provincial sin estar seguro, porque no se siente cómodo ante la posibilidad de ser intendente con Maximiliano Pullaro en la Gobernación.
La presencia de dos precandidaturas identificadas con Juntos por el Cambio resuelve el debate en el socialismo sobre si ir con candidato propios en todas las categorías o abrir negociaciones con otros espacios. El andarivel progresista queda casi en exclusiva para Clara García. La precandidatura se oficializará después del encuentro en Cayastá y todo indica que a la hora de definir el compañero de fórmula pesará la opinión del intendente de Santa Fe Emilio Jatón, quien venía reclamando protagonismo en las definiciones provinciales. En Rosario postularán la candidatura de Enrique Estévez a intendente.
Lo de Losada también implica un desafío para Evolución radical y Maximiliano Pullaro. Todo este tiempo creció de la mano de una estructura territorial consolidada, a la que debe fidelizar a la hora de la verdad.
Por el lado del peronismo, la foto de Busatto con Agustín Rossi es un espaldarazo a su precandidatura, en medio de tiranteces sobre cómo armar las Paso. Roberto Mirabella preparó para esta semana una movida estratégica en su carrera a la Gobernación: presentará un libro llamado “Defendamos Santa Fe”, para lo cual se promociona en la vía pública.
Como ocurre con Losada, Marcelo Lewandowski todavía no dice oficialmente dónde competirá. Las principales chances siguen estando en Rosario por la intendencia, pero esta semana, cuando tenga sobre la mesa dos encuestas propias encargadas semanas atrás, empezará a madurar la definición. Viene todo tan desordenado en el peronismo en general que mientras tanto se gana tiempo.
Enfrente de Mirabella como precandidato del gobernador Perotti, intensifican sus movimientos Marcos Cleri de La Cámpora, Busatto por el rossismo y un poco atrás Eduardo Toniolli del Movimiento Evita. ¿Es síntoma de que se avecina una negociación para tratar de sintetizar candidaturas entre espacios de raíz kirchnerista como alternativa el perottismo, o llegará más de uno a tener su cara impresa en la boleta única?
En cualquier caso, en cualquiera de los frentes, se espera recato y sentido común. Ya lo comprobó Berni. El horno no está para bollos.