Alberto Fernández y Cristina Kirchner asumieron en el Congreso como presidente y vicepresidente de la Nación, en el primer acto de un largo día que, quedó claro, es de fiesta. Hubo una explosión cuando Alberto y Cristina entraron al recinto, invitados por al vice saliente Gabriela Michetti. También mucha emoción. En su primer discurso como mandatario "de la unidad de los argentinos", tal como fue nombrado, Fernández se propuso como el presidente que viene a cerrar la grieta: "Quisiera que seamos recordados por haber sido capaces de ayudar a volver a unir a la mesa familiar. Que las lógicas y saludables diferencias políticas que pueden existir en una familia puedan dialogarse en paz y en respeto, sin divisiones o peleas".
Alberto y Cristina juraron por Dios, la Patria y por los Santos Evangelios. Cristina agregó que se somete no solo al juicio de Dios y la Patria, sino también al del pueblo, como siempre". Estalló entonces desde las bancas y las tribunas la Marcha Peronista.
Entró entonces Mauricio Macri. Cristina lo saludó con mucha frialdad, casi sin mirarlo. No así Alberto. Mientras, seguían sonando la Marcha Peronista y los cantos a favor del presidente y la vice electos.
Alberto pidió silencio y la escribana general del gobierno leyó el acta de traspaso de mando. Hubo algunos aplausos cuando nombró a Macri, más fuertes cuando nombro a Alberto.
Macri le colocó la banda presidencial, le dio el bastón, le dijo "suerte" mientras se abrazaban.
Después de la firma del acta, y en medio de aplausos de unos y los silbidos de otros se retiraron Macri y Michetti, y llegó el turno de hablar para Cristina, que quedó al mando a la Asamblea Legislativa y se limitó a invitar a Alberto Fernández, que leyó el discurso inaugural de su mandato.
El nuevo jefe del Estado llamó a "terminar el muro del odio", "el muro del hambre", "del muro del despilfarro de nuestras energías productivas", y caminar hacia un proceso de "unidad" para construir "un nuevo contrato social que sea fraterno y solidario".
Calificó la actual situación del país de "penosa" y enumeró cifras que le dieron sustento a ese diagnóstico. "Retrocedimos más de diez años en la lucha por erradicar la pobreza", fue una de las frases. "La economía y el tejido social están en estado de suma fragilidad", agregó. Y sostuvo que el país que quiere construir es "una Argentina que incluya".
También habló de la grieta, de su deseo de cerrarla. En ese marco, dijo que será el primer en aprender del que piensa diferente a él. Y citó a Néstor Kirchner: "De la suma de verdades relativas acaso podamos encontrar una verdad superadora".
También hizo anuncios, como un amplio plan de viviendas a cargo del ministerio que encabezará la rosarina María Eugenia Bielsa y, sobre la deuda, dejó en claro que Argentina no puede pagar si no vuelve a la senda del crecimiento económico.
En la calle, en la plaza de los Dos Congresos, una multitud celebraba el regreso del justicialismo al poder, en medio de un calor que llevó a muchos a repetir lo que es ya una tradición peronista: meter las patas –los cuerpos completos en realidad– en la fuente.