Un interno de la cárcel de Coronda sumó causas por extorsiones tras ser imputado este miércoles por una saga de aprietes a distintas personas con las que se comunicó desde su celda en febrero de 2023, apenas un mes después de haber sido acusado de llevar a cabo otra serie de llamados extorsivos a comerciantes del sur rosarino.
El fiscal Federico Rébola imputó a Brian Ezequiel Figueroa (28) como el artífice de los llamados y mensajes que salieron de celulares introducidos en la cárcel de Coronda, donde purga los últimos tramos de una condena por robo calificado dictada en 2019.
Figueroa también posee una causa abierta por extorsiones que se conoció en enero de 2023 cuando este rubro delictivo estaba en pleno auge. “Una industria de la extorsión que está en las cárceles”, había definido por esos días un ofuscado Pablo Javkin en una rueda de prensa.
"Hola, te hablamos por lo siguiente. Estamos agarrando todo el barrio que está atrás de la fábrica y todos los comercios de Oroño y Seguí hasta Uriburu. Tienen que pagar $250 mil y no te molestamos todo el año, o $50 mil por semana", era el tenor de los mensajes del imputado que fue descubierto por distintas medidas como el análisis de líneas, IMEI e impactos. Hubo mensajes en los que invocó al apellido Cantero para meter miedo en los comerciantes.
Lo insólito es que, a la luz de las nuevas acusaciones, Figueroa volvió al ruedo menos de dos semanas después de esa primera saga.
Según detectó Rébola y los investigadores de la Policía de Investigaciones, este recluso estuvo detrás de aprietes desde el 15 de febrero de 2023 que generaron unas ocho denuncias por extorsiones y amenazas hasta el último registro, del 26 de noviembre. Los montos de dinero solicitados fueron aumentando conforme la inflación. En enero el imputado pidió 300 mil pesos para “protección” y a fin de año llegó a exigir 2 millones de pesos.
“Bueno, mamita, vamos a ver si tenemos suerte con la maldad que estamos haciendo. Estamos hablando con uno que ya le habíamos sacado plata la otra vez, lo estamos llamando al laburo vamos a ver si tenemos suerte”, le dijo el preso con su línea intervenida a una cómplice en la calle en una comunicación de agosto.
Todo quedó en grado de tentativa porque las víctimas no pagaron, aunque sí manifestaron haberse sentido atemorizadas porque Figueroa –que se valía de secuaces en la calle– manejaba ciertos datos y direcciones.
Entre las víctimas se cuentan el empleado de un humilde club que tuvo que renunciar a su trabajo; un carnicero, una empresa de taxis y el personal de un centro de salud de barrio Godoy.