Un crimen con tintes satánicos conmueve a la localidad de Amenábar, al suroeste de la provincia de Santa Fe. Allí, un hombre que era buscado como desaparecido fue encontrado enterrado junto a un santuario de San La Muerte, decapitado y sin corazón. Los detalles del crimen son escalofriantes.
El cuerpo de Juan Marcos Correa, un hombre de 39 años, fue hallado en un basural del pueblo del departamento General López, a unos 230 kilómetros de Rosario.
"Nunca, en mis 15 años de ejercicio como fiscal, me había tocado investigar un crimen tan aberrante, cometido con tanto odio y tanta saña. Esto es el mal en estado puro, no es locura, es una opción consciente por el mal". Así describió el caso el fiscal de Rufino, Eduardo Lago, según citaron algunos medios.
Correa era oriundo de esa localidad, de unos 2 mil habitantes, y era buscado desde el 27 de septiembre, día en el que fue visto por última vez. Hasta entonces llevaba una vida bastante marginal, sufría de adicciones y estaba prácticamente en situación de calle, aunque tenía familia.
Una semana más tarde del último día en el que fue visto, sus familiares lo reportaron como desaparecido ante la policía. Eso desató una intensa búsqueda que ocupó a las fuerzas de seguridad, bomberos, perros rastreadores y personal comunal. El rastrillaje duró alrededor de diez días.
En la noche del martes 13 de octubre el cuerpo de Correa fue encontrado en un basural de Amenábar. Fue gracias a una llamada que dio detalles del lugar en el que estaba enterrado el cadáver y que además dio el nombre de quien habría cometido el crimen.
La policía finalmente llegó a la dirección citada y encontró al cadáver de Correa enterrado, muy cerca de un pequeño santuario de veneración a San La Muerte, una figura pagana no reconocida por la Iglesia. Ese dato, sumado a los signos que mostraba el cuerpo, desviaron la atención de los investigadores hacia un sacrificio humano y un crimen por "odio religioso".
Según la investigación, el ritual por el que habría pasado la víctima pudo haber comenzado cuando aún estaba vivo. Su cuerpo finalmente fue hallado decapitado y con el corazón extraído.
La persona que llamó para dar los detalles sobre el lugar en el que se encontraba el cuerpo también culpó a Carlos L., quien le habría confesado el crimen a algunas personas de su entorno, y les habría dado detalles del paradero final de la víctima. A partir de esto, se recabaron pruebas técnicas y testimoniales que despejaron dudas.
Debido a esto, el fiscal Lago imputó al sospechoso, de 34 años, por el delito de "homicidio triplemente agravado por ensañamiento, alevosía y odio religioso", previsto por el artículo 80, incisos 2 y 4 del Código Penal Argentino. El magistrado también solicitó la prisión preventiva sin plazo (la máxima que puede darse). La petición fue aceptada por la jueza Lorena Garini, y el imputado fue alojado en la Alcaidía de Melinicué a la espera de juicio.
Según medios locales, pese al tiempo transcurrido desde el hallazgo, la autopsia al cadáver de Correa aún no fue cerrada y el cuerpo continúa en el Instituto Médico Forense de Venado Tuerto. El fiscal quiere recabar hasta el último detalle probatorio con vista al juicio de Carlos L., para quien pediría la condena a prisión perpetua.
Según el fiscal, la teoría que manejan es que Correa fue llevado por engaño al lugar del hecho y allí fue sometido a un sacrificio que habría comenzado con la víctima en vida.
El imputado es un trabajador rural eventual que habría aprovechado la situación de Correa para llevarlo al santuario, con la promesa de que allí consumirían alcohol o estupefacientes juntos.
Lago expresó que la probatoria "es muy sólida", que se recabaron pruebas tanto de manera tecnológica como a través de testimoniales, que hubo allanamientos y secuestro de elementos utilizados en rituales "diabólicos" sacrificiales. Todos elementos que serán puestos a consideración del magistrado interviniente cuando el caso sea llevado a juicio.