Lucas “Cachi” González tenía 17 años y el sueño de ser jugador de fútbol profesional. Para esto, el joven vivía su presente en Barracas Central en la sexta división del club.

Sin embargo, la persecución con policías que lo habrían confundido con un delincuente y un letal balazo en la cabeza no solo truncaron su sueño, sino que terminaron con la vida del chico de Florencio Varela, que tiene dos hermanos menores que él, de 13 y ocho años.



Según relatan medios nacionales, el camino futbolístico de Lucas comenzó 11 años antes, en las inferiores de Racing, donde pasó gran parte de su niñez hasta que a los 14 años desembarcó en Defensa y Justicia, más cerca de casa. Allí pasó dos temporadas hasta que pasó a Barracas Central donde, más allá de jugar en la sexta, había podido debutar en quinta y hasta en la cuarta del club, que busca llegar a la máxima categoría del fútbol argentino.

Qué pasó con Lucas

 

El miércoles, cerca de las 10 y a pocos metros de uno de los ingresos a la villa 21-24, tres policías de civil integrantes de la Brigada de la Comuna 4D de la Policía de la Ciudad, identificados como el inspector Gabriel Alejandro Isassi, el oficial mayor Fabián López y el oficial José Nievas, circulaban por la zona a bordo de un móvil no identificable, un Nissan Tiida.

Al mismo tiempo, Lucas y sus tres amigos salían de un entrenamiento del Club de Barracas Central. Cuando terminó la prueba, tomaron sus cosas y volvieron hacia el barrio San Eduardo, en Florencio Varela, donde vivían, a bordo de la Suran que era del padre de uno de los chicos.

En el camino de vuelta, cerca de la villa 21-24, pararon en un kiosco a comprar un jugo. Luego, siguieron camino. Según la versión de los efectivos, en ese momento dieron la voz de alto para identificar a los ocupantes de la Suran, pero, supuestamente, el auto aceleró y comenzó una persecución, donde, siempre en base a lo que argumentaron desde las fuerzas de seguridad, los amigos mostraron un arma y comenzó un tiroteo en el que Lucas terminó con un tiro en la cabeza y horas más tarde falleció.

Para familiares y amigos de Lucas, ocurrió todo lo contrario a la información que surgió en un inicio y lo describen como un crimen, liso y llano.

“Cuando salieron de comprar el jugo, apareció el Nissan, los cruzó. Ellos arriba del auto, como no parecía un auto de la policía y ni siquiera se identificaron, se asustaron y pensaron que los querían robar. Ahí aceleraron y estos hijos de puta comenzaron a dispararles y lo mataron”, relató a Infobae, Emanuel, un tío del corazón de Lucas y amigo del padre del joven, Héctor, apodado “Peque”, en la puerta del hospital El Cruce.

La carta de su papá, horas antes de su muerte

 

Les voy a ser sincero, espero un milagro. Recién estaban haciéndole una serie de estudios a mi hijo. Lucas está respirando sólo porque tiene el aparato prendido, no tiene signos vitales. Necesitamos que ya no ensucien más nada, porque no lo podrán ocultar, está todo claro. Sabemos que los chicos salían de entrenar y les dispararon; nos vamos a ocupar de que los policías responsables vayan a prisión.

Como cada mañana, Lucas viajó de Florencio Varela hasta Barracas Central, donde juega; ayer fue con tres amigos. Cuando terminaron el entrenamiento, salieron en auto y pararon en un kiosco. A las dos cuadras los interceptó un coche de donde bajaron policías de civil, quienes sin mediar palabras empezaron una ráfaga de balas; dos de los tiros dieron en la cabeza de mi hijo. Quisieron instalar que Lucas tenía un arma, pero lo único que tenía mi nene eran los botines y las canilleras. Nunca hubo balaceras, ¡fue víctima de gatillo fácil!

Estaban de civil, sin chalecos, sin chapas, sin uniformes y sin identificación… A Lucas lo acribillaron. Anoche, un cuerpo de la Brigada de la Policía de la Ciudad le dijo a mi mujer que estaban “completamente arrepentidos y avergonzados de lo que había pasado”, y que quedaban a disposición, como si no hubieran sido ellos mismos quienes me lo devolvieron así. Esto pasa porque es un pibito que le gusta andar bien vestido, usar viserita y zapatillas, porque estamos marginados, porque somos humildes y piensan que somos basura.

Hoy, a Lucas lo vienen a visitar de todas partes, tiene millones de amigos. Vuelve de entrenar, come y duerme la siesta. Se había anotado a la noche para terminar la secundaria, así podía seguir jugando, porque su sueño era triunfar en el fútbol. Quiero agradecer a toda la gente que se solidarizó. Sé que desde la Villa 21-24 de Barracas se hará una movilización a la que no creo poder asistir porque estoy acá peleando por la vida de mi hijo. Sigo acá, como puedo, esperando el milagro para luego ir por los responsables hasta que se hagan cargo de la mugre que hicieron, y ojalá esta vez la Justicia no actúe mal.