El antes y el después del plan criminal para matar en febrero a un “gerente” de un grupo delictivo de barrio Ludueña quedó plasmado en escuchas entre Fabio Giménez –que fue imputado como instigador desde la cárcel– y su pareja Samantha Vilches, que mantuvo contacto con los tiratiros que iban a recibir un pago por el ataque.
Los extractos de la comunicación que difundió la Fiscalía dieron cuenta de una tosca organización, en la que los atacantes tienen más suposiones que certezas sobre el hombre a matar.
La materialización del ataque fue rústica. Si bien el objetivo era matar a Jonatan Almada, ninguno de los 20 disparos que partieron de un auto lo alcanzó. Ni siquiera existía la seguridad de que se encotraba en el montón de gente que fue víctima de los tiros en la casa de Urquiza 6015 aquel 18 de febrero de 2022.
“Cumpa, para mí era él, seguro. El de la foto, morochito. Pero igual, lamentablemente le tumbé a todo alrededor, amigo”, se excusa el gatillero con el recluso Giménez.
“Amigo, dame un ratito que ahí están averiguando y les hago llegar eso”, le dice el preso al “sicario”, acaso esperando que un tercero le comfirmara que Jonatan Almada había sido asesinado para abonar lo prometido.
La víctima “por error” fue Verónica Almada, la hermana del hombre a eliminar. La economía delictiva en su nivel más precario y letal.