¿Qué define a una élite política y en qué momento se transforma en casta? Pablo Touzón, politólogo, director de la consultora Escenarios y editor de Panamá Revista; afirma que el momento fundante es cuando ese núcleo de líderes y gestores deja de funcionar como tal. En otras palabras: cuando pierde la capacidad de liderar el sistema de acuerdos y negociación con las que se construye un proyecto de país y objetivos de mediano y largo plazo.
Touzón concibe el estallido social y económico de 2001 como un ciclo de 20 años que derivó en esta mutación de la élite decisora y su percepción de casta ante los ojos de la ancha avenida del medio que cobija a los huérfanos de la política: independientes, apolíticos y desencantados en ambos lados de la grieta. A quienes ahora se suman los libertarios, un emergente pandémico—que seduce a pobres, ricos y clase media millennial y no tanto—incubado en la frustración del malogrado proyecto macrista que lleva como bandera a la victoria al anarcocapitalista Javier Milei.
Ese cambio de época que inaugura la salida anticipada de Fernando de la Rúa determinó un sistema diseñado para no volver a estallar, aunque difícil de financiar en tiempos de vacas flacas. La imposibilidad de la Alianza de asumir el costo simbólico de terminar con la convertibilidad de Menem parió de las ruinas una Argentina que puso fin al bipartidismo histórico y atomizó el sistema político. Así nacieron los movimientos sociales y "sus dirigentes hijos de clase media y media alta proletarizada", como los describe Touzón. La fundación del PRO y la Cámpora que darán origen a una nueva generación de políticos sub 50 con escasos dotes para la gestión y un foco excesivo en Twitter. Mientras la UCR se internaba en su largo andar por el desierto que la depositó como furgón de cola en cada cántaro electoral que encontró a su paso.
La reforma de 1994 con la provincialización de la Capital Federal y el fin del Colegio Electoral—como argumenta Touzón en el episodio— fue la plataforma sobre la que se montó este sistema macrocefálico con epicentro en un AMBA extractivista que se relaciona con las provincias como si fueran colonias.
La centralidad ambeña debilitó cualquier proyecto de desarrollo federal y sus rencillas de pago chico acrecentó una deficiencia sistémica de diseño: extremó los extremos y solidificó el empate hegemónico que tiene como única política de Estado la anulación del adversario, lo que posicionó al poder judicial como arbitro plenipotenciario.
Touzón explica en el podcast que la crisis de ese ciclo de 20 años permite una luz de esperanza para la emergencia de un nuevo actor político que aglutine a las provincias de la zona núcleo y el norte grande. Esta ventana de oportunidad podría rebalancear la relación de poder entre provincias y el AMBA y encaminar al país en la senda de los consensos y acuerdos básicos que frene el espiral de decadencia que caracterizó los últimos 40 años.
Sobre el podcast
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