Los hechos de violencia e inseguridad se suceden en Rosario y su impacto inmediato forma parte del debate cotidiano. Pero las consecuencias en el tiempo, individuales y colectivas, son menos visibles y difundidas. Una encuesta realizada por Rosario3 y Mec Consultores permite asomarse a ese fenómeno subterráneo. Abrir una ventana para analizar cómo opera el miedo y cómo modifica nuestras conductas cotidianas.
El periodista Damián Schwarzstein, el psicólogo Hernán Reynoso y el profesor Rubén Chababo piensan juntos en Desde la Redacción, el podcast de Rosario3, qué significa dejar de hablar y ayudar al otro, el riesgo de caer en un apartheid social, las derivas políticas de ese camino y posibles acciones reparadoras.
La mitad de las personas que participaron de la encuesta dijeron tener un “alto temor” a “encontrarse con alguien que quiere pedirte, venderte o preguntarte algo”. Otro 40% reconoció un “temor medio”. Todos temen (tememos), fue la conclusión de Schwarzstein, coordinador periodístico de la consulta.
Una de las consecuencias es que, siempre según los encuestados, una mayoría modificó sus hábitos. El 60% “dejó de hacer” o “tomó muchos recaudos” tanto en la “compra ambulante/dar ayuda” como para “responder consultas/preguntas de desconocidos”. Chababo lee esos datos como una expresión de “de no ver al otro”.
Un miedo al pobre y al marginado que abre un abismo entre unos y otros (los que son parte del sistema y los que no), “un apartheid social no dicho” en Argentina. Y esa “tragedia social nacional”, esa distancia se expande cada vez más, y nos asomamos a un momento en que no veremos más a los otros, con el riesgo latente de que “alguna dirigencia alucinada convocar perversamente a un exterminio”.
¿Cómo frenar esa deriva? Reynoso compara y recuerda que la sociedad encontró en la democracia una salida, un objetivo común por el cual luchar para terminar con el terrorismo de Estado que impuso la última dictadura cívico militar. Pero esta degradación no encuentra un horizonte claro que convoque a distintos actores a caminar hacia el mismo lado.
Incluso el estallido social y económico de 2001 tuvo su cauce, su agrupamiento. Hubo un reclamo a los políticos (“que se vayan todos”) porque la política importaba, aporta Schwarzstein. Ahora, los micro estallidos por la inseguridad y la violencia ya se dan pero no parecen conducir a una construcción alternativa, más allá de expresar el dolor o la mal llamada justicia por mano propia (venganza). La pueblada en Los Pumitas, en Empalme Graneros, tras el crimen del chico Máximo Jerez es una muestra de eso.
La falta de reacción estatal, por incapacidad o complicidad, puede agravar ese escenario y empujar a “respuestas efectivas de mano dura que violen los principios de la convivencia humana”, advierte Chababo. Que la comunidad busque el atajo de fortalecer sus propias estrategias de autodefensas y degradar aún más la calidad institucional democrática.
Un antídoto a ensayar, una alternativa al menos, coinciden Reynoso y Schwarztein, es integrar, crear nuevas formas de comunidad, aunque sea empezar con los vecinos más próximos, no reconstruir el tejido social anterior porque la realidad ya es otra pero sí empezar a tejer y no abandonar el espacio público. Eso sí, un Estado aliado y una dirigencia comprometida es indispensable en ese sendero.
Para ver los resultados completos de la encuesta podés hacer click aquí.
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