Argentina es un país de locos. Si algo faltaba para corroborarlo fueron las 30 horas que pasaron desde que Martín Guzmán renunció al Ministerio de Economía hasta que se informó que Silvina Batakis será su reemplazante. La última imagen del domingo lo explica todo: el gobierno no pudo organizar ni una conferencia de prensa, pues la que convocó para oficializar el anuncio de un único cambio en el gabinete –cuando durante todo el día se negoció una reconfiguración–, la dio por suspendida a las 22.49 porque un cacerolazo de no más de diez personas no permitía escuchar bien en la sala de la residencia presidencial de Olivos elegida.
Así, en medio de una crisis política de magnitud y mientras la economía tambalea en la incertidumbre, la única comunicación oficial fue a través de un tuit de la vocera presidencial Gabriela Cerruti. Tres líneas para cerrar 30 horas de negociaciones complejas y versiones cruzadas. Tres líneas antes de un lunes que promete ser otro loquero, pero ya no solo en Olivos, sino en la Argentina real. La que pierde capacidad de compra y la de asombro al mismo tiempo. Y que este domingo siguió por televisión un culebrón imposible, pero que lamentablemente no es ficción.
Lo cierto es que el gobierno empieza una nueva etapa pero la crisis política que lo atraviesa no terminó. Acaso tenga algo positivo para sacar de este domingo increíble: el diálogo entre el presidente y la vice, que al fin ocurrió y es un mecanismo imprescindible si todavía hay intenciones de que Alberto Fernández llegue al final de su mandato. El quiebre entre ellos lo único que hizo hasta ahora es debilitar al gobierno.
El que levantó el teléfono fue Alberto. Evitó hacerlo durante todo el día, pero finalmente entendió que ya no le quedaba margen. Lo que le restaba de capital político se agotó en la defensa que hizo de Guzmán, que se fue sin darle tiempo a que armara una estrategia de reemplazo.
Ya está, ganó Cristina. No hay ni doble ni triple comando. Será ella, finalmente, la que manejará toda la botonera económica. Esa que Guzmán pedía para sí –que era lo mismo que decir para Alberto– y que también Sergio Massa pretendió monopolizar en las negociaciones dominicales que parecían que terminaban con el tigrense en la Jefatura de Gabinete, algo que obturó también la vicepresidenta.
Guzmán decía que quería tranquilizar la economía, algo que en el marco actual sería “épico”, escribió en su nota de renuncia. La crisis política se lo devoró: a él y a su objetivo.
Batakis tiene un trabajo complejo por delante: lo prioritario es frenar la inflación. Lo primero será mostrar un plan, un camino, que seguramente ya no será el de su antecesor. Habrá que ver si alcanza para obtener el respaldo político que no tuvo su antecesor. Por lo pronto, no será el punching ball de los actos de Cristina, pues la propia vicepresidenta la impulsó.
¿También quedará Alberto a salvo de ese lugar con esta nueva capitulación ante la jefa del Frente de Todos? La Argentina siempre puede dar otra oportunidad al sinsentido.