Es un país de antinomias. De extremos opuestos. De polos. Será por eso que es tan atrayente para nosotros que habitamos este suelo, como para quienes lo visitan por primera vez. Pero poco sirve para tratar de dimensionar, como rosarinos, la decisión de quitarle todo contenido simbólico a una fiesta que los rosarinos esperan todo el año.
Primero fue la modificación 2017 de los feriados nacionales, esquema que iba a estrenar Rosario con un 20 de junio móvil. Hubo quejas oficiales: la intendenta lamentó que el feriado por el Día de la Bandera se modifique por decreto, a contramano de un pedido de larga data de los santafesinos. Desde el Monumento Nacional también se mostraron disgustados, sobre todo cuando este 2017 se cumplen 60 años de la inauguración del predio. Una semana después, Macri dio marcha atrás. Era enero.
Esta vez no la habrá y por eso, si bien es entendible, los lamentos por la cancelación del desfile Cívico-Militar para este 20 de junio se hicieron escuchar. Se espera nuevamente el polémico vallado perimetral del año pasado. Otra cuestión: tampoco desfilarán los ex combatientes de Malvinas ni entidades tradicionalistas: “Todos somos la bandera”, se quejaron los veteranos. Se espera que la ceremonia con Macri dure unos 20 minutos. En un duro pero muy respetuoso comunicado, los ex combatientes expresaron que “si hay una palabra para reflejar lo que sentimos es “tristeza”. En otro tramo, aseguraron que “surgirán de vuestra parte explicaciones, excusas, motivos, y todo eso desde un punto de vista tal vez técnico se podría llegar a entender, pero visto desde nuestro lado, desde quienes todavía creemos en nuestros símbolos, en nuestra historia, en nuestros verdaderos próceres, visto del lado de quienes ofrendaron su vida por esa bandera que flameará demasiado sola, nunca lo podremos ni entender ni aceptar”.
Es que fue tan técnica la directiva de Presidencia de la Nación que nadie se sintió obligado a salir a decir algo. A expresar una posición diferente. En favor de la ciudad. Cuando quisieron correr el ferido del 20 de junio, la intendenta Mónica Fein, salió muy crítica al respecto. Sostuvo que fue una decisión “lamentable” que “retrocede en un reclamo histórico de los rosarinos”. Desde el Monumento Nacional a la Bandera, también se mostraron disgustados por el nuevo cronograma, sobre todo cuando este 2017 se cumplen 60 años de la inauguración del predio.
Lo bueno: las obras, financiadas con dinero de la Nación en alrededor del 70% del costo total mientras que el municipio invierte el monto restante, están en marcha. Lo malo es que no llegan para lucirse en el marco del 60° Aniversario. Para colmo el número de la creación de la Bandera es también redondo (aunque lo que conmemoremos es la muerte del General Manuel Belgrano, que murió pobre y olvidado). ¿Algo de todo esto pesa a la hora de explicar por qué veremos un Monumento desteñido y en silencio? De repente, es como si alguien hubiera aconsejado hacer esto. Aunque desde la vereda de enfrente, despoblar el acto puede ser entendido como una acción política contraria. Como si Jaime Durán Barba hubiera aconsejado vaciar el acto de peso al presidente Macri. Y tal vez logre lo contrario: que el Monumento más despojado de civilidad sea mal visto. Como si Macri de repente fuera el Durán Barba del kirchnerismo, nutriéndolo del contenido épico que necesita para no extinguirse. Como si la Municipalidad no pronunciase distanciamiento alguno de esta decisión porque le conviniese despegarse, pero con "carpa". Esa también es una decisión política.
Tal vez pesen más la coyuntura, la decisión de no “prestar” el acto a “infiltrados” o agrupaciones políticas que vengan a coparlo para insultar al presidente. Es que hemos embarrado la pelota demasiadas veces. Del “vamos por todo” pasamos a una presencia fugaz, guiada por la orden estricta de “un acto lo más corto y protocolar posible”. “En Nación entendieron que cualquier expresión multitudinaria”, confiaron a este cronista en el Municipio, “podía tomarse electoralmente en tiempos de campaña. Y sumado a esto, las obras del Monumento limitan bastante. Nosotros acatamos esta parte y armamos el resto de la fiesta popular en el Parque Nacional a la Bandera durante el resto del día”.
Tal vez por no profundizar la tirantez entre Ciudad y Nación (recordar la puja por el endeudamiento que el PRO no visó en el Concejo de Rosario o bien por la realización misma de las obras), aquí nadie salió a defender el derecho de todos a una celebración digna de estas fechas. No pareció pesar más que una pelota embarrada por los sectores que en los últimos años quisieron copar el acto con otras intenciones, despojando a los ciudadanos de una fiesta patria. Este año no habrá lucha por la historia para dominar el presente. Tampoco momentos para honrar a nuestros caídos, a los que debemos respeto eterno. Tampoco exhibición militar, como sí lo hubo el 25 de mayo. ¿Será que en rodeo ajeno es más importante un Monumento a medida? Breve. Desteñido. En silencio.
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