Se hunde el Titanic. No hay salvavidas para todos. El privilegio compra boleto para salvarse con las joyas que lleva puesta. Los otros a la cola. A tratar de sobrevivir tratando de chapotear sobre la incertidumbre y la muerte de un mar helado.

La metáfora podría ser útil para todo. No hay soluciones para todos. La humanidad diseñó ese lugar donde el  privilegio es amo y señor. La regla será como dijo Atahualpa Yupanqui:"Las penas sonde nosotros y las vaquita ajenas”. O al revés. Según lo que tengas en el joyero familiar.

El vacunagate, tal vez inesperado homenaje al final físico de Carlos Menem, un timbre con soluciones para los que le tocó el ticket dorado, nos queda justo. ¿Somos eso como país? ¿La turba del sálvese quien pueda?

“El ser humano no es gran cosa”, me dice Chacho Sialle, terapeuta psiquiatra, un grandote comprometido con la salud mental en tiempos pandémicos. “Transitamos en este tiempo desde la congregación, eso de pelear juntos como hermanos, a la disgregación total”.



Horacio Vertbisky uno de los vacunados vip pidió disculpas con un texto en su portal El Cohete en la luna. “Fue un error grave del que me arrepiento y por el que pido disculpas. Asumo sin excusas la parte que me toca. No advertí que fuera algo incorrecto, el ejercicio de un privilegio. Amigos bien intencionados me sugieren respuestas polémicas sobre los privilegiados que denuncian privilegios, nada de eso me justifica, por el contrario debilita mi reclamo de trato igualitario. Lo más decente que se me ocurre es reconocerlo y pedir perdón”.

No alcanza. Una explosión que devela que ante el riesgo de muerte no importa nada. Agito las joyas y me subo al bote salvavidas. Me salvo.

"¿Y la ética?”, le consulto al extraordinario guía covid, el doctor Oscar Botasso. ¿Cómo debemos vivir, por qué debemos hacerlo y cuál es el fundamento de nuestra propuesta de vida? “Esto nos calza perfecto. Si uno no vive como dice que piensa va a terminar pensando cómo vive. Y eso nos hace correr el riesgo de justificar todo. Con retórica, resignación, con lo que sea. Y este covid ilustra una vez más que al ser humano lo arrancaron verde. Esta era una oportunidad para mostrar un poco de grandeza y seguimos mostrando las puras miserias. Pareciera que el ser humano se pone un poco decepcionante. La ética hay que rescatarla sino nos plantamos ahí nos perdemos”.

¿Y si ya estamos perdidos?

La renuncia de Ginés se presenta como ritual expiatorio del sistema político argentino. Que siempre tuvo la oficina VIP con soluciones para amigos. Sacrificar a uno para lavar las culpas de todos. “Ser responsable de un hecho es muy difícil de aceptar y más si el hecho genera perturbación en otros. El antídoto es proyectar afuera. Yo no soy el responsable y proyecto hacia otros. Los antiguos ofrecían uno de los suyos lo mataban y exponían allí al culpable. El ritual exculpaba a la población. Los judíos mataban un chivo que exculpaba. Quedando en la cultura el chivo expiatorio, el que nos salva, yo no soy responsable de los males. Sino el chivo”, nos define Sialle.



La lista sería interminable. Los que en invierno conseguían el fueguito del poder para no pasar frio. Con todos los gobiernos. Créditos, contratos, negocios, trabajos, chapas, pasajes. Pero tal vez sea ese mismo barro salpicante nos define.

Somos esto: aceptamos pensar cómo vivimos y en ese lodazal que venga lo que sea.
La trampa argentina. Seguiremos gritando los goles de nuestro equipo hechos con la mano de Dios.