El suspenso se estira un mes más. El 22-O demostró que la Argentina es un país bajo intensa disputa política, como ocurre siempre que hay un reseteo del reparto de poder y nuevos jugadores entran a tallar.

Sergio Massa o Javier Milei. Para conocer quién estará a cargo de la presidencia habrá que templar los nervios y flotar otros 30 días en los mares embravecidos de una economía atada con alambre. 

Por el contrario, el primer capítulo de esta serie está cerrado: Unión por la Patria y la Libertad Avanza no tendrán número suficientes en el Congreso para garantizarse por sí mismos proyectos y gobernabilidad. Todos quedaron lejos. 

Las bancas estarán más repartidas que en la actualidad, lo que plantea un escenario institucional con el que habrá que saber lidiar. O las cámaras siguen en el atenuado sopor de estos dos años, o se construyen acuerdos políticos que aceiten el tránsito de leyes y, por encima de todo, la gobernabilidad. 

Que tanto Massa como Milei hayan quedado lejos de ganar en primera vuelta obliga a buscar esos acuerdos en los próximos 27 días porque serán necesarios para ganar, pero también para después gobernar.

Uno de los datos salientes de la elección fue que Juntos por el Cambio, el principal espacio opositor, quedó afuera de todo. La alianza arrastraba dificultades de cohesión, de liderazgo y, en consecuencia, de rumbo. El haber quedado afuera de la carrera presidencial de forma anticipada la expone a ser balcanizada y carancheada por Massa y MIlei. 

El anzuelo de “gobierno de unidad nacional” está hecho a medida de gran parte de la Unión Cívica Radical. Y la carencia de volumen político, cuadros y gobernabilidad de Milei son un banquete servido en bandeja para que Mauricio Macri arme las valijas con parte del PRO y vaya a sentarse a esa mesa. 

Se vienen intensos debates dentro del PRO y la UCR. El único dato certero es que a ocho años del acuerdo de Concordia, Juntos por el Cambio ya no resulta un instrumento apto ni siquiera para acceder a un balotaje. El riesgo de quiebre es real, y en la noche del domingo los dos que siguen en carrera lanzaron cantos de sirena.

Sergio Massa salió airoso a pesar de los casos de corrupción que marcaron la agenda de principio a fin de los últimos cuatro años y, sobre todo, de la economía que deja el Frente de Todos. Sobrevivió a las Paso, dio vuelta el resultado en las generales y ahora peleará mano a mano la presidencia. 

Hay en ese derrotero una mezcla de méritos propios y algo de suerte, como la irrupción de Milei, que dividió el voto no peronista que Juntos por el Cambio capitalizaba con exclusividad. Venía de tres elecciones con más de 40 puntos y anoche se hundió en un pobrísimo 23%.

Entre los méritos propios cuenta su capacidad de articulación con el resto de los sectores del peronismo. Agarró el mapa de cada provincia y a cada actor le dio juego, espacio por espacio, dirigente por dirigente. Santa Fe es una muestra cabal: del 21% de las PASO saltó al 29,7% ahora y de tercero cómodo pasó a segundo. El secreto: inyectó energía en todas las terminales nerviosas del peronismo. Una diferencia astronómica con la forma que Omar Perotti condujo a la derrota al PJ.  

La diferencia decisiva la construyó en provincia de Buenos Aires, con 17 puntos de diferencia a Juntos. La clave estuvo en el conurbano de provincia de Buenos Aires, donde se produjo un sólido alineamiento entre sus intereses, los del gobernador Kicillof (que consiguió la reelección con números extraordinarios), de Cristina Fernández y de los intendentes de los partidos más populosos.

Esos resultados no se consiguieron por azar sino por medio de complejos acuerdos que al final del día D garantizaron boleta completa para Unión por la Patria y abortaron una diáspora como resultado de especulaciones individuales y un sálvese quien pueda de los varones del conurbano.

En el plano discursivo, hubo dos éxitos de la campaña de Massa. El primero fue instalar de inmediato tras las Paso la idea de que JxC se derrumbaba y que Unión por la Patria crecía al segundo lugar. El segundo fue explicar a quienes no votaron en las PASO, o que lo habían hecho por Milei, qué implicaría la aplicación del programa del libertario. Si en las Paso dominó el enojo, la bronca, el hastío, este domingo podría pensarse que predominó un voto de autopreservación.

Por último, el resultado electoral abre las puertas a la renovación del peronismo, un nuevo ciclo que da la vuelta de página al kirchnerismo, aunque no lo excluye, como el propio Massa pretendió en 2015. 

La reelección con el 46% de los votos de Axel Kicillof lo posiciona como una figura ineludible del peronismo de los próximos años. Dentro de un mes se sabrá si el futuro también tiene reservado un lugar para Sergio Massa.

La Argentina de este lunes será un poco menos incierta que la del viernes. Aunque nada está dicho y el resultado sigue abierto, Massa está más en partido que nunca, y Milei, el gran cuco, retrocedió un casillero, a pesar del enorme logro alcanzado en dos años.

Y si bien falta conocer nada menos que quién presidirá el país, ya está definido el mapa de gobernaciones, donde también se juega parte de la gobernabilidad. Massa o Milei deberán gobernar con 11 provincias manejadas por el peronismo, 9 alineadas a Juntos por el Cambio, de las cuales sólo dos son mandatarios del PRO y las siete restantes de la UCR; falta conocer el posicionamiento final del cordobés Llaryora en la nueva etapa, y habrá tres provincias gobernadas por alianzas locales.

El único combustible que puede hacer funcionar la Argentina que viene es el de un acuerdo político entre dos o más fuerzas que garanticen apoyo parlamentario y gobernabilidad política. Milei y Massa comenzaron a recorrer ese camino este mismo domingo a la noche.

El de Unión por la Patria reiteró en su noche triunfal la idea de un gobierno de unidad nacional, pero a su vez recogió algunos de los ejes discursivos de Juntos por el Cambio: libertades públicas, independencia de las instituciones, defensa de los valores democráticos, certidumbre, Estado presente con aquellos que lo necesitan “como las madres que crían solas a sus hijos” y, muy especialmente, la “defensa de la educación pública en lugar de los que quieren darnos vouchers para que nuestros hijos vayan a la escuela” y el multilateralismo en las relaciones internacionales. ¿Qué radical o simpatizante radical no se sintió aludido?

El libertario también buscó alinearse con Juntos por el Cambio. Llamó a deponer el enfrentamiento que azuzó a lo largo de toda la campaña, pero fundamentalmente en lo referido a “terminar con el kirchnerismo” y “el fin del populismo”, dos ideas sobre las que Patricia Bullrich recalcó su “PRO…funda” convicción de no claudicar.