Nicolás Trotta escuchaba por zoom. “Los chicos en el aula Nicolás. Hagamos todo para que sea posible eso”. El gobernador de Santa Fe argumentaba el costo de la decisión con su estilo salomónico. Que pierdan los menos posibles sabiendo del riesgo de quedar a mitad del río: los chicos regresan al aula pero otros pedirán su número para putear por los cierres comerciales en sectores que ya están fundidos. Dos semanas más. Otras dos. "Oh no. De nuevo no, decía".
No se banca más este momento asfixiante. El argumento sanitario es claro: la curva se aplanó demasiado alto. Se cree que “el pico pandémico” aun no llegó y se quiere tener entre sustos, alarmas y anuncios, un poco de aire para no desbordar sanatorios y hospitales. “Se amesetó pero las camas, incluso con la estructura ampliada, se van a volver a llenar”, referencian en el Ministerio de Salud.
El viernes pasado, entre pasacalles que alientan al ex gobernador Miguel Lifschitz y la angustia general que reina en la puerta del Sanatorio Parque, informaban que allí ya no había camas para alojar pacientes covid. Todo el edificio nuevo con habitaciones a las que se ingresa por calle Alvear repletas (incluso con algunos jóvenes). El personal médico tenso y nervioso, las recepcionistas atentas pero desbordadas. Un hospital de campaña en plena guerra recibiendo los heridos del bombardeo. “No aguanto más, me quiero ir”, dijo una joven entre papeles y ordenes médicas. “Tranquila”, le dice una compañera. “Pedí ayuda, pedí ayuda”.
Pero todo puede ser más horrible en el mundo de los covidiotas (personas que no aceptan y descreen de sugerencias sanitarias). Si bien la Real Academia aún no define su utilización castellana, es perfecta para describir a ese “simpático” grupo cuarentón que se queja porque sus hijos no van al colegio pero no se pierden asados de fin de semana con los muchachos del edificio.
Alberto Fernández se plantó en marzo de 2020 con la dicotomía economía vs salud. Y se hundió en ambas costas. Quiebras de empresa y comercios y descontrol pandémico. Hoy se regresa a clases o negocios (y el confort de la distracción) abierto. Una nueva pelea en un país donde debilitar al poder es el vicio insensible. De aliados u opositores. Es difícil pensar que Ella no disfruta de las ojeras interminables de Alberto. A pesar de fotos y sobreactuaciones de esta semana.
En Rosario queda lejos la imagen de Javkin con el megáfono en la puerta de los bancos una mañana de abril. Conmovidos por la muerte del cónsul de Chile en un sanatorio de la ciudad y ante el anuncio de una oleada de casos. Un año después y con la circulación comunitaria del covid, hacen faltan varios megáfonos para que en parques y calles públicas se asuman las medidas de la prudencia sanitaria. Hoy el desborde es mucho más intenso. Las fotos de ayer a la tarde, horas después de los nuevos anuncios, fueron muestra del “menefreguismo supervivencial”. No hay margen para dar órdenes ni malas noticias y eso los hombres de la politica lo saben.
En Rosario, a 13 meses de la primer victima, fallecieron un promedio de casi 8 personas diarias de covid. En 1 millón de habitantes no parece mucho, piensa el optimista. En Santa Fe hubo once víctimas fatales diarias en un territorio de más de tres millones de habitantes. Tampoco es mucho, insiste el que mete la basurita bajo la alfombra de su ombligo. Hasta que el muerto lo tiene en casa. Y ahí el reproche también será para quien no consiguió traer la vacuna en tiempo y forma.
Nadie culpará al asador del quincho de Puerto Norte, al que alquiló la canchita de Echesortu o el que nos llevó a una "clandes" en un campo de Armstrong.
Ayer el gobierno nacional difundió el listado de las zonas con alto riesgo epidemiológico. Incluyó a los 14 departamentos más poblados. Para todos ellos el mismo estándar. Y sobre eso la idea de cuidar el trabajo, la mayor producción posible y el aula. Evitar el quincho, los muchachos haciendo deporte y encuentros con abrazos. “Trabajo y escuela, todo lo posible”, dijo el Gobernador santafesino sabiendo que el lunes habrá colas de sectores pidiendo auxilio económico en la puerta de su despacho.
Pero este año hay caja. “No hay forma de avanzar sin generar puentes nuevos. El objetivo es ese, con los puños cerrados no sembramos nada. Vamos a generar una instancia de diálogo diferente, más cercana”, dicen en la Casa Gris haciendo entender que el que toque timbre algo se llevará de allí. A romper el chanchito.