“Es un jugador joven que le ha gustado a la secretaría técnica, y ellos han decidido un jugador en ese puesto. Nada más. Por el momento no tengo otra explicación más para darte”.
Gabriel Heinze fue escueto y contundente a la vez cuando lo consultaron sobre la llegada de Augusto Schott, que promovió el secretario técnico Pablo Guiñazú y la dirigencia aprobó.
La contratación, que generó cierta polémica por la cantidad de futbolistas que tiene Newell’s en ese puesto, se justificó después con la sanción por dóping que recibió Jherson Mosquera, que no volverá a jugar hasta el año que viene.
Pero el tema que se trata aquí, es otro.
¿Quién debe decidir las contrataciones en un club? ¿El mánager, el entrenador, la dirigencia?
¿Quién marca la línea a seguir, las características del juego, el estilo del entrenador?
En el caso de Heinze, es un personaje que trasciende a todos los demás integrantes de la institución.
En Newell’s, no es lo mismo Heinze que Frank Kudelka, por ejemplo. La historia del Gringo en el club es lo suficientemente sólida como para tener las llaves del club en el rubro deportivo, aunque no siempre esa sea la mejor decisión.
En ese caso, de contratarse un secretario técnico, debe ser de perfil bajo, sólo un nexo entre el DT y la negociación que señaló el entrenador.
En Central pasa algo similar. La ascendencia de Miguel Angel Russo, casi un dirigente en ejercicio de la dirección técnica, hace que las decisiones se tomen sólo si el entrenador está de acuerdo.
Pero la diferencia con Newell’s es que Federico Lussenhoff, el mánager, asume un papel secundario y sólo da el presente a la hora de presentar los refuerzos.
La lógica indica que la dirigencia es elegida para gestionar y entre sus funciones está la decisión de elegir un estilo de juego y su consecuente entrenador
“Cuando está cerrado, recién hablo yo”, dice Russo sobre el modus operandi muy común entre algunos entrenadores.
Otros, llaman primero y después la secretaría técnica, o el mánager, se encargan de avanzar en la negociación.
River contrató hace casi 10 años a un nombre de peso, Enzo Francescoli, para manejar las riendas futbolísticas de la institución, pero el crecimiento exponencial de Marcelo Gallardo lo relegó a un segundo plano al que él supo acomodarse con mucha inteligencia.
Ahora, con Martín Demichelis en el banco de suplentes, recobró cierto protagonismo.
Y es lógico. Para la historia de River no es lo mismo, al menos por ahora, Demichelis que Gallardo.
Boca, utiliza otro sistema. Trabaja con un consejo de fútbol que responde a Juan Román Riquelme, el vice, que es el que se encarga de abrir y cerrar las contrataciones.
La llegada de Edinson Cavani es una prueba concreta de ello.
En Argentina la función del mánager no está muy clara. Aquí, los nombres con peso propio en la historia de los clubes desplazan a las secretarías técnicas o se generan chisporroteos que terminan con el mánager fuera del club.
Pero la génesis de la cuestión es definir quién manda.
La lógica indica que la dirigencia es elegida para gestionar y entre sus funciones está la decisión de elegir un estilo de juego y su consecuente entrenador, más cercano, o no, a la historia del club.
A partir de allí empieza a construirse un modelo institucional.
Que la dirigencia gestione es la acción más importante de quienes asumen el cargo. Todo lo demás cae por decantación. Con mánager o sin él.