Dos millones de hectáreas asediadas por el fuego, la codicia y un debate sobre la propiedad y el uso de esa tierra. Los humedales del Litoral Argentino son protagonistas de una pelea que usa el fuego como arma de combate. ¿Se quiere correr con fuego a los propietarios registrales? ¿O son ellos los que quieren usufructuar las presuntas riquezas que devienen detrás de esas llamas?
La llegada de Brigadistas de las Fuerzas Armadas a la base área de la localidad de Alvear es un punto fuerte que huele a intervención pero sin el protocolo rígido de la Constitución Nacional. Es una estratégica colaboración requerida por Perotti a Alberto Fernández para dejar en claro la intención de auxilio pero también de búsqueda de un punto final.
El 70% de las tierras son fiscales. Muchas de ellas arrendadas informalmente, un recurso de ingreso de décadas de la administración de Entre Ríos que celosa y ensimismada prefiere manejarse con otros tiempos de resolución para arreglar los asuntos. Si el humo de esos fuegos no hubiera llegado a los cascos urbanos este tema no estaría en agenda de la Política.
Roberto Sotomayor, un habitante islero de la zona del Paranacito está convencido que el fuego lo enciende la política. “A nosotros no nos conviene usar el fuego. Hace un desastre. Nadie de mis vecinos lo haría. Hay mucha ignorancia en este tema. El fuego de la isla lo respiramos quienes vivimos también acá, nuestros habitantes más viejos, nuestros chiquitos. Los trabajadores de la islas, acusados de encender fuego, no respiran el humo?”, dijo esta semana en un programa de Radio Victoria muy escuchado por la comunidad isleña.
La detención de tres apicultores que encendían fuego para evitar que el avance de las llamas aniquile su unidad productiva (cortafuego) expuso la poca organicidad que tienen las metodologías de control y combate de los conflictos de esas más de 2 millones de hectáreas. No hay un estado presente que organice la vida y los posibles problemas que puedan aparecer. La única provincia que parece estar organizada es Entre Rios. “Rápida para hacer negocios, pero perezosa para arreglar problemas”, dijo un isleño esta semana. Si embargo es el único respaldo que tiene la comunidad. Siempre hubo un timbre para tocar y arreglar líos con metodologías rusticas o informales.
¿Los fuegos en las espaldas de gobernadores y el Presidente en el inicio de la gestión de Alberto Fernández fue una operación política que dos años después tiene sus visibles consecuencias? El humo real de las islas del Delta bonaerense llegó a la Casa Rosada el viernes por la tarde. El sábado el presidente escribió “No podemos tolerar que continúe habiendo incendios en el Delta que afectan al ambiente y a la salud de millones de argentinos y argentinas. No vamos a permanecer pasivos ante acciones descalificables que generan desastres ecológicos”. Con el texto publicado en la cuenta oficial Twitter Fernández daba las instrucciones para enviar los brigadistas solicitados por Perotti a la base área de Alvear.
Tal vez necesitaban humo en la Quinta de Olivos para darse cuenta de la asfixia que sufren otras ciudades por el fuego isleño. Extrañamente se quemó una reserva que nunca fue utilizada para actividad agropecuaria. Ni renovación de pasturas ni nada. Ese humo fue el que llegó el viernes a Buenos Aires y claro desde allí se enteró el país.
El 20 de agosto de 2020 se firmó y presentó el Acuerdo Federal de la Hidrovía en la localidad de Puerto General San Martín. Además del Presidente estuvieron siete gobernadores (Perotti, Bordet, Kicillof y Capitanich, entre otros). Mientras el Presidente daba su discurso una columna de humo revestía, trágica y curiosa, la escena política. “Recién pase (en helicóptero) y vi con mucha atención como se están quemando, iba a mencionarlo pero no lo dije por prudencia. Pero quisiera que sea la última vez que esto ocurra”, sentenció Alberto ese día.
La llegada de Brigadistas de las FFAA es la presencia definitiva, después del arribo estratégico del silencioso juez federal de Victoria Lisandro Martin, del Estado Nacional en una Guerra por la propiedad y el uso de esas más de dos millones de hectáreas. La intervención real de la administración pública pretenderá ordenar escrituras y contratos de arrendamientos y ver que queda “limpio” después de tanto tiempo.
“La isla no es de nadie, para mi no tiene dueño la isla. Nosotros hicimos casilla, todo y nunca apareció un dueño, a decirnos tienen que salir porque es un terreno que no pueden hacer casa”, sin embargo, nunca apareció nadie”, dijo esta semana a Radio2 Vanesa Baez, la madre y esposa de tres apicultores detenidos por hacer un contrafuego entre sus colmenas.
Es constante el relato de la ausencia de reglas en un lugar lejano hasta que apareció el humo. El fuego hizo visible un mundo que hasta hace pocos años era disfrutado y padecido por una pequeña población. Innumerables historias alrededor de esa inmensidad donde muchos huían entres sus pajonales para no ser encontrados nunca jamás.
El viernes productores y baqueanos isleros intentaron reunirse con Pablo Javkin sin éxito. “Nosotros no somos, nosotros no fuimos”, clamaban en la puerta del Palacio de Leones de Rosario. Los isleños, entre ellos Roberto Sotomayor, fueron recibidos finalmente por Gustavo Zignago para dejar sus posiciones. “El fuego se usa para correr a las poblaciones. Lo usaron en el pasado y lo quieren usar ahora”, dijo.
Es claro que la discusión tiene dos miradas claras. Para el Gobierno prenden fuego los “latifundistas” ganaderos para renovar pasturas y engordar aún mas sus animales. Para los isleños prenden fuego extraños que contrata la política para correrlos del lugar y redistribuir el uso de las tierras. Esta semana la Ministra de Ambiente Erika Gonnet aporto más motivos (intencionales o accidentales) a esta multicausalidad.
Ayer los integrantes del Sistema Nacional de Manejo del Fuego (SNMF), del ministerio de Defensa nacional y de la Secretaría de Protección Civil provincial junto con Perotti y Gonnet evaluaron la situación actual y los pasos a seguir en el combate de los incendio.
Claro que no significa que el fuego se apague ni mucho menos con ese control y vigilancia. Si es verdad que se usaron las llamas para correr a los isleños de años, muy probablemente los corridos usen el mismo lenguaje para resistir.
No es de manual pero casi siempre funciona: en las guerras del fuego todos acaban chamuscados.
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