“Este proyecto en Argentina me es muy grato. Estoy seguro de que es diferente al resto de los teatros que se han hecho antes. Es una obra que va a generar cierta sorpresa. Brasil y Argentina no tienen un teatro como este”. Con la confirmación de que el gobernador Omar Perotti pretende reflotar el proyecto del Puerto de la Música, es oportuno recordar lo que el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer decía de su propio diseño. Como así también, resaltar el valor que tendría para Rosario y su zona contar con esta obra, no solo como capital arquitectónico –sería la única de Niemeyer, fallecido en el 2012, en el país– sino también como hito transformador, en una época en la que la ciudad que supo ser motor del desarrollo nacional atraviesa una crisis gravísima, cuya principal marca es la violencia. Incluso si, como también se confirmó, no se construye en el lugar elegido originalmente, en la zona portuaria ubicada entre Pellegrini y Cerrito, sino en Granadero Baigorria, pegado a la cabecera del puente a Victoria.

En el video que Niemeyer, el hacedor de Brasilia, grabó en 2008 para la presentación del proyecto, el arquitecto destaca las curvas, las cúpulas de su diseño. Y también una de las características fundamentales que previó para el Puerto de la Música: la posibilidad de que se abra la cúpula que rodea al escenario, de manera que el espectáculo se pueda ver tanto desde adentro del teatro, que tendría una capacidad de 2.500 personas, con la explanada exterior, que podrá ser ocupado por un público muchísimo más numeroso. “Entonces será una función más inteligente, más humana, donde todos van a poder participar. Lo que caracteriza a una obra de arte es la emoción y la sorpresa que ella pueda generar. En arquitectura es lo mismo, no hay razón para hacer una caja elemental. La idea es que la arquitectura de alguna forma llegue al pueblo, se asienta en esa idea de que todos tengan iguales oportunidades”, explicó entonces. 

Obra pública, música y arquitectura

 

El ex gobernador Hermes Binner, de cuya muerte se cumplieron dos años el 26 de junio, fue quien convenció a Niemeyer para que diseñara el Puerto de la Música, proyecto que se convirtió en una obsesión del ex gobernador. Al punto que, señalan quienes fueron sus colaboradores más cercanos, en las últimas reuniones políticas en las que participó –ya enfermo– le reclamaba a sus sucesores que no dejaran de intentar concretarlo, pese a las trabas –el “bloqueo político”, definen en el socialismo– que impidieron realizarlo en el marco de las tensiones entre la administración nacional kirchnerista y la suya.

Fue en marzo de 2008 cuando, tras una cumbre de gobernadores en Puerto Alegre, el entonces mandatario santafesino llegó hasta Río de Janeiro y se reunió con Niemeyer.

Poco tiempo después anunció que el hacedor de Brasilia iba a realizar el diseño del Puerto de la Música. A Binner lo colmaba de entusiasmo el proyecto, que de alguna manera cruzaba tres cuestiones que lo apasionaban: la obra pública como factor de desarrollo, la música –era un melómano empedernido y un convencido de que la cultura y la educación son pilares fundamentales del desarrollo humano–, y la buena arquitectura como elemento de transformación urbana.  

Que Niemeyer tuviera en Rosario su única obra en la Argentina era, además, un objetivo que se alineaba con una política que ya había impulsado cuando era intendente de la ciudad: la participación de grandes arquitectos con prestigio internacional en el diseño urbano. Así, por ejemplo, el tucumano César Pelli –autor de las Torres Petronas de Kuala Lumpur (Malasia), el Museum Tower de Nueva York y la Torre 777 de Los Ángeles (Estados Unidos)– fue el elegido para diseñar el Centro de Distrito Sudoeste, y el portugués Alvaro Siza para el Centro de Distrito Sur.

En octubre de 2008 Binner presentó el proyecto del Puerto de la Música. Luego se formó una fundación para que buscara aportes privados y en 2011 hasta se llegó a completar la licitación para realizar una primera parte de la obra, que fue adjudicada a una Unión Transitoria de Empresas formada por las firmas rosarinas Pecam, Obring y Milicic. No pudieron empezar los trabajos: cuando intentaron montar el primer obrador lo impidieron trabajadores portuarios, en el marco de un conflicto por el traslado de las actividades que se realizaban en el predio costero que va de Pellegrini a Cerrito. Finalmente la administración de Cristina Kirchner, con quien Binner se enfrentó en las elecciones presidenciales de ese año, nunca dio el aval que se necesitaba para los nuevos usos del terreno pese a la insistencia de la administración socialista y las crisis económicas colaboraron para sumergir el proyecto que ahora se intenta reflotar, pero en otro lugar.

El lugar

 

¿Perjudica a Rosario que el proyecto se haga en un lugar diferente al que se había planeado originalmente? Puede ser, en todo caso, que el beneficio no sea exactamente el mismo. 

Visto con mentalidad metropolitana, que es como a esta altura deberíamos concebir la ciudad –¿nos sentimos realmente ajenos los rosarinos a lo que sucede en lugares como Granadero Baigorria y Villa Gobernador Gálvez?–, acaso sea mejor: se beneficiaría la localidad elegida (Baigorria) y también Rosario, que sería proveedora de la demanda de mano de obra y de los servicios que un proyecto de esa magnitud generaría, tanto en la etapa de construcción como de funcionamiento.

De hecho, ya durante la administración del socialista Antonio Bonfatti –sucesor de Binner– se pensó la zona de la cabecera del puente a Victoria como lugar posible para llevar el Puerto de la Música, ante las trabas y dificultades para realizarlo en la zona elegida originalmente. “Fue al final de la gestión, se hizo un estudio de factibilidad y el dictamen fue que era un espacio apto”, recordó el propio Bonfatti en diálogo con Rosario3.

Su apuesta fue: si no se puede lo ideal, ir por lo posible

Factor de desarrollo

Binner empezó a pensar la posibilidad de una megaobra cultural para Rosario en el 2000. Ese año hizo un viaje a Bilbao, donde visitó y se reunió con las autoridades de la sede que tiene allí el Museo Guggenheim. La periodista Lisy Smiles, que cubrió aquella gira para el diario La Capital, recuerda que el entonces intendente volvió impresionado por lo que se llama el “efecto Guggenheim”: la enorme incidencia que tuvo la llegada de ese centro cultural en la transformación, la reconversión y la recuperación económica de una ciudad que venía de una crisis social profundísima, y ahora es una meca del turismo cultural. Es decir, como factor de desarrollo. 

El socialista realizó gestiones para que el Guggenheim también se instalara en Rosario. Pero no prosperaron. En ese viaje también conoció el Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna Jauregia –construido años después de inaugurado el Guggenheim de Bilbao–, lo que lleva a Smiles a pensar que también eso es una huella que llevó al proyecto del Puerto de la Música en Rosario.

Tanto durante los años de los gobiernos socialistas como ahora apareció el cuestionamiento en torno a que la ciudad tiene problemas más urgentes que embarcarse en una megaobra de carácter cultural.

Pero el Puerto de la Música es un proyecto, no un problema. Y el Estado debe ser capaz de afrontar esos “problemas urgentes” sin dejar de pensar en políticas perdurables, que se proyecten hacia el futuro. Es decir, de atender el corto y el largo plazo al mismo tiempo.

Si solo se trabaja en el corto plazo, nunca van a dejar de surgir problemas urgentes. Todo lo contrario: serán cada vez más. El gran déficit de la Argentina es la imposibilidad de encarar acciones que pongan al país en una ruta de desarrollo. Esa falta es la madre de todos los problemas urgentes.

El Puerto de la Música podría ser un hito transformador para la región. Uno entre muchos más que deberían abrir un camino en esa dirección. Un objetivo que deben fijar en común el Estado y los privados, algo que de hecho plantea el gobernador Perotti desde el mismo modelo de financiamiento que imagina para poder concretar la obra

El financiamiento

 

La idea es que el Puerto de la Música se financie de la misma manera que se hizo con la reconversión del ex Batallón 121, en la zona sur de Rosario. Para resumir: se licitan tierras fiscales a privados, que pueden encarar allí por ejemplo proyectos inmobiliarios, a cambio de obras. En este caso, las necesarias para que se convierta en realidad el diseño de Niemeyer.

El predio del ex Batallón 121, donde resalta el Museo del Deporte.

El modelo del ex Batallón 121 resultó muy beneficioso para la ciudad, que ganó un gran espacio para el desarrollo de múltiples actividades. Las empresas que participaron de este plan trabajan, entre otras cosas, en la urbanización del llamado Cordón Ayacucho.

Consultadas por Rosario3, fuentes de algunas de las firmas constructoras más importantes de Rosario dijeron que si se repite el esquema sería atractivo participar en el proyecto del Puerto de la Música y que también empresas de Buenos Aires se podrían sumar. Es decir, otro punto de vista desde el cual realizar la obra de Niemeyer aparece como algo viable.

Las dirigencias y los astros

 

Cuando peleaba por este tema con Nación, fundamentalmente con quien era el secretario de Puertos y Vías Navegables, Ricardo Luján (un hombre muy cercano al ex ministro de Planificación de Julio De Vido, condenado años después por corrupción), en una de sus charlas con los periodistas Binner dijo casi con resignación sobre el Puerto de la Música: “Es una obra que más tarde o más temprano se va a hacer porque en algún momento se van a alinear los astros”.

Justo esta semana, en coincidencia con el segundo aniversario de la muerte del ex gobernador, Ricardo Luján –el funcionario que era la cara del “bloqueo político” al Puerto de la Música– fue procesado por enriquecimiento ilícito y un gobernador peronista, Omar Perotti, le dio fuerza a la posibilidad de reflotar su sueño póstumo. Para eso, el actual mandatario provincial ya había llegado a acuerdos con dos intendentes, el rosarino Pablo Javkin (Rosario) y el peronista Adrián Maglia (Granadero Baigorria). Ahora negocia con privados. Faltaría también un compromiso de la Nación, para lo cual ya hay conversaciones, pues será imprescindible también su aporte, el mismo que negó en otros tiempos.

¿Será esta vez posible en el país de la grieta? ¿Terminarán entendiendo al fin nuestras dirigencias que sin estos consensos será imposible transitar un camino de desarrollo? Qué bueno seria que esta vez sí los planetas se pongan en fila.