“Hoy salió todo al revés.Veníamos con antecedentes del partido pasado en su cancha. El árbitro también salió en todos lados que es hincha de River. No puede pasar eso porque se presta a estas confusiones y dudas. La falta fue clara porque estábamos al lado del banco. La jugada sigue y te hacen el gol. Y la jugada del gol a favor es milimétrica”.
Miserable actitud de Jorge Almirón, muy miserable, capaz de estigmatizar para siempre a un árbitro con tal de disimular sus errores, que desde que asumió en Boca son varios y de todos los colores a pesar de estar en la final de la Copa Libertadores. ¿Acaso Almirón es hincha de Boca? ¿Tiene que ser hincha de Boca para ser el entrenador? Para nada. Hace su trabajo más allá de los colores del corazón.
“Nosotros nos mantenemos al margen. No voy a opinar, es algo que piensa solo él. Se habló de que Héctor Paletta (árbitro encargado del VAR) era hincha de Boca y nosotros no dijimos nada. Son cosas extras que no nos competen ni nos importan. Vinimos a plantear nuestro trabajo en la cancha de Boca”.
Miserable actitud de Leandro González Pirez metiéndose en la discusión y ensuciando la carrera de otro árbitro, en este caso para justificar el desatino del entrenador rival con otro desatino.
¿Acaso Colidio falló un gol increíble en el superclásico de zurda con todo el arco a su disposición porque hizo inferiores en Boca?
¿Los jugadores son hinchas de los equipos para los que juegan? ¿Todos?
En una sociedad futbolísticamente violenta como la argentina, señalar las camisetas de los trabajadores del fútbol es ponerlos en la horca para que cualquier desquiciado tire de la cuerda.
Es mucho más fácil echarle la culpa al árbitro que explicar los errores propios. ¿Por qué Almirón armó el equipo que armó si tanto quería ganar? Más vale echarle la culpa al árbitro.
Hay grandes cantidades de futbolistas hinchas de Central que jugaron en Newell’s. Y al revés. ¿Acaso no dejaron todo por el equipo para el que jugaron?
Señalar las camisetas de los trabajadores del fútbol es ponerlos en la horca para que cualquier desquiciado tire de la cuerda
Con los árbitros es lo mismo. Pueden y deben anteponer su trabajo a su camiseta. Por supuesto, como en todos los rubros, hay excepciones.
Corre lo mismo para los periodistas. Todos son hinchas de algún equipo, pero la mayoría antepone, anteponía en realidad, su trabajo a su fanatismo. Hoy, el periodismo partidario y los operadores disfrazados de periodistas deterioraron bastante la tan mentada objetividad.
Hay ídolos de clubes que de chiquitos eran del eterno rival. Todo puede cambiar, pero ese es otro tema.
Acá se trata la miserable actitud de dos personajes que pusieron en juego las carreras de dos árbitros para disimular su precariedad estratégica, uno, y meterse en una discusión a la que nadie lo llamó, otro.
Lamentablemente nadie sancionará a Almirón ni a González Pirez por poner en riesgo la tranquilidad civil de dos trabajadores del fútbol que ganan mucho menos que ellos y que suelen ser los responsables de todos los males del deporte.
Echale la culpa al árbitro, es fácil, es el más boludo de la película y no tiene hinchada.