“Esto lo estoy tocando mañana” (El Perseguidor, Julio Cortázar)
¿Por qué el Gobernador eligió no hablar en público de una crisis que podría cambiar el paradigma político actual? El silencio, solo interrumpido por breves declaraciones de ministros y senadores “leales”, parece ser una decisión política y no solo respeto por “la independencia del trabajo del Poder Judicial”. La investigación sobre la organización del juego clandestino en Santa Fe es el arma que la dupla Perotti-Sain eligió para sacar de la cancha a su más incómodo adversario: Armando Traferri, senador departamental de San Lorenzo. El silencio (que incluye como un grito incomodo al locuaz Ministro Sain) se podría explicar tal vez con un detalle clave: lo dicho por Perotti en su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa.
El 11 de diciembre de 2019 les dijo con un seño más que fruncido: “Lo que no entienden los escépticos, ciertos sectores políticos y sociales, es que el terreno que hoy pisan no es el mismo, ha cambiado. La picardía y las trampas de la vieja política ya no sirven. Sus modos son parte de un paradigma gastado. De dirigentes alejados de su gente”, dijo en el recinto legislativo y acompañado del protocolo. Perotti estaba caliente, estaba convencido que muchos de los que lo ayudaron a ganar las elecciones lo habían traicionado.
Ver las dos horas aun guardadas en el inmenso archivo de YouTube es un ejercicio interesante para pintar el cuadro. Los abrazos entre funcionarios, las sonrisas y las tensiones. Las frases de Perotti y los planos de la cámara enfocando las reacciones. Ir a ese momento anticipa parte del escenario que hoy tienen algunos títulos políticos en esta región.
Allí, dicen sus allegados Omar Perotti, decidió patear el tablero. Furioso (y traicionado) asumió el poder de Santa Fe con una decisión: darle batalla a los cimientos transversales del poder santafesino. La traición fue la aprobación del presupuesto 2020. Con las elecciones ganadas, quería ser él quien decida en que gastar los recursos en su primer año de gestión. Pero no fue así. El todavía gobernador Lifschitz, en conjunto con esa transversalidad legislativa (construida por Bonfatti en 2011) aprobó el propio (con “todo” lo que eso implicaba). Se recuerda el enojo de Perotti: escribió en un papel el listado de sus adversarios y empujo la revancha. Traferri y Lifschitz. El primero, actor poderoso del peronismo de Santa Fe y hábil actor de los acuerdos legislativos; y el segundo, el más fuerte dirigente de la oposición formal a su gestión.
Al video. Diputados y senadores, miembros de la corte, Rosatti y Del Frade. Lucila de Ponti con un hermoso vestido verde. El saco florido de Mónica Peralta, la corbata rosa de Cachi Martínez, Cleri susurrando con el secretario de prensa del presidente, rostros expectantes. Las sillas tapizadas de cuero de la Cámara. El núcleo corporativo de la política de Santa Fe esperando al nuevo gobernador. Los balcones. Wado de Pedro, Kulfas, Reviglio, Bonfatti, María Angélica Gastaldi. La mezcla de rostros de un material que hoy podría ser viejo o anticipatorio. De golpe una imagen de Ricardo Olivera, presidente del PJ (“Todo, va a decir todo”, le dice a otro a la distancia mientras con su dedo índice estirando la piel de su pómulo haciendo la señita de “ojo”). O eso parece. Es que el cronista puede estar preso de una sugestión exagerada.
Primero habló Alberto Fernández, invitado y respaldo fuerte del porteñismo nacional. Solo poco más de tres minutos de palabras de ocasión. Usando términos que no pudo aplicar en su primer año de gestión: el apoyo federal y sarasa. El tiempo covid tal vez haya corrido ejes.
Vernet, el Mono Lorenzetti, Marilin Sacnun, Javkin con Mirabella. Miradas. Perotti que espera que se siente Vernet en su silla y arranca.
“La Provincia está mal. El déficit seguirá creciendo. Es elevado nivel de deuda flotante. Gastos asumidos y no pagados, como los certificados de obras públicas”, decía el gobernador contra la gestión Lifschitz.
Deudas, crimen y plata sucia: “Ha existido un profundo desgobierno político con los asuntos de seguridad pública, que ha redundado en una autonomía policial. No han investigado, ni combatido el delito. Desidia e ignominia. El desdeño estatal, la vista gorda policial, algunos casos con la complicidad judicial o política. El pacto de gobernabilidad, los acuerdos directos o indirectos con el delito. Esto se acabó”, les dijo Perotti a quienes gobernaron 12 años con el monitoreo legislativo del peronismo. “Debe haber una clara línea infranqueable entre el delito y el Estado. Hay que cortar los vínculos con el delito. Y es prioridad para vivir más seguro”, dijo cuando allí la cámara muestra un primerísimo primer plano de un serio Antonio Bonfatti, ex presidente de la Cámara de Diputados.
También Perotti en esa jornada arremete con un mensaje claro a la vieja política: “Muchachos, no todo da lo mismo, los convoco a repensar sobre estas formas. Son parte de un pasado que entre todos tenemos que cambiar. Y necesito que me acompañen. Les pido a todos los sectores políticos que ayuden”. La palabra "muchachos" es referencia ineludible a ellos, los compañeros del partido.
Le pega a la corpo societaria de su propio partido que gestionó 12 años con sus opositores. Allí, enojado, Perotti mira a la Asamblea y dice lo que más lo había enojado, la aprobación del presupuesto 2020 (“¿van a hacer política con la mía?”): “Debemos reparar un daño institucional, que ha sido inédito en el país. El gobierno saliente le define el presupuesto al gobierno entrante que la gente eligió. No respetando las prioridades que los ciudadanos eligieron”.
Cuando finaliza el discurso sonríe tenso, mira a los balcones y da la mano de ocasión sin mirar a Lifschitz. Saluda con abrazos y besos a los que se le cruzan. Se detiene con unos y otros. Había marcado fuerte la cancha de un partido que no pudo jugar por el año covid con los tiempos que hubiera tal vez querido. Ir contra ellos.
Se fue al sur con Sain, ambos volvieron contagiados de coronavirus y en estricta cuarentena se llamaron a silencio. Los fiscales del caso emprendieron contra “los muchachos”.
¿Existe un sistema, una organización paraestatal que organiza los delitos en Santa Fe? Perotti solo hizo trascender que él quiere ir al hueso del asunto. “Hay límites en nombres, en cargos?”, pregunté a un investigador judicial. ”No hay límites. Si las llamas llegan a la Casa de Gobierno que los bomberos preparen las mangueras”.