La campaña electoral acaba de tener un primer giro apenas iniciada: Carolina Losada fue a los medios porteños a destripar a Maximiliano Pullaro, su principal adversario en la interna opositora. Jugó al filo: lo acusó de montar una “campaña sucia” en su contra desde las redes sociales, lo trató de personaje oscuro y, al borde de convertirse en el Cuervo Larroque de Juntos por el Cambio, dijo que “hay complicidad de un sector de la política con el narcotráfico”.
Si Losada rompe todo en el kilómetro cero de la campaña, la estrategia es bastante evidente: como esos boxeadores que se suben al ring a buscar un nocaut en el primer round para dejar al adversario fuera del pleito, la senadora apuesta a un daño irreversible a la figura de Pullaro, sacarlo de carrera, ganar la elección sin llegar a las urnas.
Desde que hace dos años se hizo un lugar en la política, Losada se caracterizó por un estilo agresivo, imputativo y descalificador. Su discurso carece de pliegues y matices. Construye sus opiniones y posicionamientos en términos absolutos y antagónicos: buenos y malos, nuevo y viejo, ladrones y republicanos, y así. El panelismo de Intratables insertado en la política formal.
Seguramente haya una cuota de autenticidad en el personaje, pero sobresale el diseño de un perfil pensado para poner en segundo plano las debilidades que muestra como legisladora y candidata. Es decir, Losada logra su mejor perfomance personal atacando a Pullaro, Marcelo Lewandowski o como hacía en 2021 con Federico Angelini, y no a la hora de hablar de propuestas o temas de gestión.
En ese sentido, por más que ella lo considere “campaña sucia”, los recortes de las respuestas que dio en la entrevista que el periodista Sergio Roullier le hizo en De 12 a 14, que motivaron memes y comentarios jocosos en medios nacionales y redes sociales, la ponen en la necesidad de mirarse en el espejo de Miguel del Sel, otro candidato macrista. En el caso del humorista se potenciaba su carisma y la empatía con un electorado despolitizado para disimular la ausencia de atributos como experiencia, preparación y equipos de gobierno, que sí eran fortalezas de los otros candidatos.
De todos modos la ofensiva contra Pullaro no es un arrebato de la senadora, sino el eje político que el espacio trazó para la campaña: contrastar lo viejo (que sería Pullaro) con lo nuevo (que sería ella); los que tuvieron responsabilidades en el pasado y los que no; establecer la necesidad de un nuevo liderazgo; y si ganó Perotti en 2019 con "la paz y el orden" es porque la gestión de seguridad cuando Pullaro era ministro fracasó, razonan.
Pullaro no se enganchó en la pelea pública que le propuso Losada. Ni siquiera respondió. Su eje de campaña en este escenario es propositivo, pasa por mostrar experiencia de gobierno, equipos de trabajo para distintas áreas. Afirma que Losada dijo lo que dijo porque está abajo en las encuestas.
Del otro lado responden que no es que Pullaro no pelea, sino que lo está haciendo subrepticiamente, financiando lo que del lado de Losada llaman “campaña sucia”, a la que decidieron exponer públicamente para que la blanqueen.
El exministro califica como una canallada esa acusación. En su opinión es una victimización de la senadora para justificar que su estrategia de campaña se basa en pegarle a él. “Fui el dirigente de Santa Fe contra el que más memes hicieron y fake news inventaron tanto cuando fui ministro como en estos tres años y medio”, afirma.
Tras la andanada contra Pullaro el lunes a la noche en la TV, en la semana Losada difundió un video en el que aparece junto con su compañero de fórmula Federico Angelini y Patricia Bullrich. La precandidata presidencial dice allí que hay que dejar atrás a los que ya estuvieron y fracasaron, frase coincidente con la que Losada se refirió a Pullaro como ministro de Seguridad. Desde el pullarismo sostienen que Bullrich fue manipulada, que en realidad ese video se grabó hace más de 15 días y que se refería al fracaso de Perotti y el gobierno provincial, pero lo mostraron ahora para que parezca que refuerza a Losada. “Bullrich habla muy bien de la gestión de Maxi”, insisten.
La semana que viene estará Horacio Rodríguez Larreta en la provincia. Prepara actividades con ambos precandidatos a la gobernación. Hay un particular juego de conveniencias toleradas entre candidatos locales y nacionales de Juntos por el Cambio. Bullrich ya dijo que apoya a Losada, pero Losada no le cede esa exclusividad a Bullrich, porque no quiere resignar al electorado que prefiere a Larreta.
Al mismo tiempo el jefe de Gobierno porteño, que puso a Gisela Scaglia como compañera de fórmula de Pullaro –ambos tienen dos aliados comunes, el senador porteño Martín Lousteau y el consultor estratégico y operador político-mediático Guillermo Seita– no descuida en su plan presidencial a un electorado de JxC que podría preferir a Losada. De hecho la concejala Ana Laura Martínez está en el espacio de la senadora y apoya a Larreta.
Dentro de Unidos para Cambiar Santa Fe, pero en su propia galaxia, transita la campaña de la tercera precandidata a la gobernación. Mónica Fein recorre la provincia, sabiendo que corre de atrás. Sólo 46 listas municipales irán alineadas con su postulación, un dato que la boleta única disimula pero ineludible en el análisis, porque expresa la atomización en la que terminó el PS. Logró sintetizar mayoritariamente lo que parecía más difícil, que era entrar a una alianza donde estuviera el PRO, pero todo se desbarrancó a la hora de cerrar listas.
Este viernes presentó su precandidatura a diputado provincial el exgobernador Antonio Bonfatti, junto con la concejala Susana Rueda que va a reelección y el postulante a senador departamental Miguel Cappiello. Son la contracara de las listas que llevan a Clara García, Pablo Seghezzo y Verónica Irizar para las mismas categorías. A eso hay que agregarle la postulación por afuera, por el Frente Amplio de la Soberanía, de Leonardo Caruana a concejal y de Claudia Balagué a diputada.
Es todo un dato como cerraron los dos principales intendentes del socialismo. Emilio Jatón de Santa Fe prescindente de la interna. A pesar de mayor cercanía con el sector de Bonfatti, prefirió no poner nombres en ninguna de las dos listas de diputados provinciales. En el caso de Alberto Ricci, de Villa Gobernador Gálvez, su prescindencia se tradujo por la inversa, con un nombre en la lista de García y otro en la de Bonfatti.
La disputa de poder es inherente a la política. De eso se trata. Sin embargo en momentos como el actual, donde el sistema político en general está en crisis, dificultado de alcanzar acuerdos entre espacios y dirigentes fragmentados que tironean entre el hambre y las ganas de comer en algunos casos, o que se enfrentan por la posibilidad concreta de asumir el control del poder institucional como pasa en Juntos por el Cambio, la política pareciera perder la capacidad de calibrar entre esa disputa que le es inherente ante la proximidad de las elecciones, con el sentido final de todo esto, que es la política resolviendo los problemas concretos de la comunidad.
“No están dadas las condiciones básicas para que ningún actor comunitario pueda caminar un barrio. El que está día a día en el trabajo comunitario tiene que cuidar su vida también”, dijo esta semana Fabián Belay el párroco designado obispo titular adjunto y auxiliar de la arquidiócesis de Rosario en un reportaje de Roberto Caferra en Radio Dos. Repitió que “hace ya bastante tiempo que tenemos la sensación de que Rosario es una ciudad tomada. Podés quedar en el medio de un enfrentamiento y eso limita la actividad. Salir al encuentro, visitar, ¿cómo te vamos a buscar? Si el docente y el enfermero tienen sus vidas en peligro”.
Belay y la Iglesia Católica también saben de disputar poder, no en términos partidarios, por supuesto, pero la política en sentido amplia no le es ajena. Trabajar en el territorio demanda expertise para moverse en todo tipo de tramas de poder que involucran al Estado, otros credos, organizaciones sociales e instancias de poder fácticas. No es novedoso lo que dice Belay, porque es un proceso que él, otros párracos y todos esos actores comunitarios vieron crecer sin que nadie lo detuviera a tiempo.
Lo que Belay contaba tenía correlato por esas mismas horas con el crimen de Ariel Leguizamón, militante del Movimiento Evita, víctima de una de esas tramas de poder fácticas que hoy hacen que “las condiciones no estén dadas”, como dijo el sacerdote.
En esta tragedia cotidiana que se cuenta en muertos, miedo y retirada de esos actores comunitarios es donde más contrastan las peleas políticas del tenor que propuso esta semana Losada, o la que arrastran Larreta y Bullrich o Cristina Fernández y el presidente.