Los dichos de Javier Milei afirmando que Argentina no hará negocios con países comunistas, junto con otras desavenencias que no terminan de ordenarse, están comenzando a pasar factura a la reciente administración. El vínculo con China se ha convertido, en las últimas décadas, en vital para la economía nacional. Hay que tener en cuenta que, junto con Brasil, son los dos principales socios comerciales de este país de más de 45 millones de habitantes.
La nación asiática considera que hay destrato del nuevo gobierno y son varias las razones. Apenas éste ganó la elección, Xi Jinping hizo oídos sordos y buscó relajar las tensiones, enviando un mensaje conciliador: "Estoy dispuesto a trabajar con Milei para impulsar el desarrollo y el rejuvenecimiento de ambos países". El argentino respondió amablemente: "Le envío mis más sinceros deseos de bienestar para el pueblo de China". Sin embargo, la administración libertaria no logra ser consecuente.
Lo que surge primeramente es la desinteligencia entre los ministerios de Relaciones Exteriores y Economía. Mientras la canciller Diana Mondino, utiliza una retórica anti-China, y pone en duda la transparencia de todos los acuerdos firmados hasta ahora con Beijing, el ministro Luis Caputo plantea la apremiante necesidad de destrabar el swap para afrontar el próximo vencimiento del FMI. Este toma carácter urgente ante las dificultades del gobierno para conseguir fuentes alternativas de financiamiento. Sin embargo, era una cuestión que la administración saliente le había dejado prácticamente arreglada y ésta última se encargó de desarreglar.
El mando de la República Popular China tiene varios motivos para sentirse “destratado” y considera importante recibir algún gesto de distensión pública. No parece tan difícil que la nueva gestión pueda mostrar buena predisposición para encauzar la relación por los carriles en los que venía andando. ¿O si? Un asunto no menor, que el reciente gabinete debe entender, es que en la correlación de fuerzas Argentina necesita más de China que al revés. Las de perder siempre las tiene el eslabón más débil. Y encima, es un eslabón en crisis.
Desde 1972, que comenzó el vínculo diplomático bilateral entre ambas naciones, los diferentes gobiernos han trabajado para construir un nexo que ha permitido que hoy China sea la principal fuente de financiación exterior de Argentina. Aunque la reciente administración, acaba de llevar las relaciones hacia su momento más bajo. Al punto que se encontraban definidos los embajadores de Brasil, Estados Unidos, Israel e Inglaterra y no de China. Los asiáticos esperan ser tratados con una importancia equiparable a la que ellos le dan a nuestro país, lo que no estaría ocurriendo.
La embajada China quedó a cargo de una secretaria, Marcela Barone. Nunca alguien de tan bajo rango estuvo al frente de una delegación de esta importancia. Finalmente, el jueves de esta semana se designó como embajador a Marcelo Suárez Salvia, un diplomático de carrera. Ha ocupado cargos en distintas partes del mundo y coordinó la presidencia argentina del Grupo de los 77 y China, un bloque que reúne a los países del Sur Global de desarrollo intermedio. Con esto el gobierno argentino espera bajar tensiones.
Hay que tener en cuenta que en 2014, Argentina y China establecieron una “asociación estratégica integral”, firmando numerosos acuerdos. Muchos de los cuales se están llevando a cabo actualmente. La administración de Xi Jinping quiere conocer qué planes tiene Milei para estos proyectos que considera esenciales. Entre los cuales se encuentran la modernización del Belgrano Cargas, la construcción de las represas hidroeléctricas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, la ampliación de la hidrovía, la explotación del litio, etc.
La potencia asiática además espera percatarse de la posición del gobierno libertario en torno al proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. En febrero de 2022 Argentina se sumó a la iniciativa, y en junio de 2023 firmó un plan de cooperación. Este gesto, junto con los descritos más arriba, fueron contundentes para que China sea uno de los promotores (junto con Brasil) del ingreso de Argentina a los BRICS. Si Milei rechaza la invitación, como se ha dicho que hará, no será de gran agrado y generará un costo innecesario.
Hay que agregar que ante el deterioro del vínculo con el ejecutivo nacional, comienzan a aparecer las provincias como actores internacionales en la relación bilateral. Esto ya ha ocurrido durante el gobierno de Mauricio Macri donde las administraciones de Buenos Aires, Jujuy, Neuquén y Santa Cruz adquirieron mayor protagonismo en la concomitancia. Actualmente, se conoció la intención del gobernador de Santa Cruz, Claudio Vidal, de celebrar un acuerdo "subnacional" con China. Es ésta una figura que contempla la Constitución de 1994.
Si bien tuvieron sus amagues, ni Donald Trump ni Jair Bolsonaro, se animaron a romper relaciones con el país “comunista”. El brasilero trató al gigante asiático de nación “depredadora” y llegó a visitar Taiwán siendo candidato. A poco de asumir, la realidad lo puso en eje, presionado por diferentes sectores económicos. En tanto, “El virus chino” fue una de las frases favoritas del norteamericano que llegó a sugerir un posible "corte" total de relaciones. La disputa comercial y geopolítica tuvo sus niveles más altos durante el gobierno del republicano.
Lo cierto es que ambos mandatarios populistas debieron actuar con pragmatismo ante una realidad que los superaba. En relación a Argentina, la realidad es que no existe país en el mundo, que esté en condiciones de ofrecer tanto como el vínculo con China. El potencial de ambas economías complementarias es enorme. Esto, sin dejar de lado el reto de diversificar y ampliar las exportaciones que actualmente se concentran en unos pocos productos agrícolas y que es deficitario para Argentina. Haciendo ajustes, no hay mejor y más sabia opción que reforzar el vínculo.