Este oficio, cronista en tiempos salvajes, es tan árido y hostil como lo salvaje que está narrando. En la “Era Brava”, un laburo bravo. Un manifiesto donde todo lo imaginado en tiempos de universidad y aprendizaje se desdibuja en el momento de cierre de nota o inicio de programa. Tiene una trampa: el camino es apasionante como una relación tóxica, te quita todo y en la cosecha te da de a cuentagotas el resultado de todo lo sembrado.
Pocos se meten en esta “zona” para “hacer guita” o tener una “vida cómoda”. Vanidad o vocación. Seremos “artistas” esperando que aplaudan nuestra gracia o “militantes” con ganas de cambiar un poco el mundo que nos rodea. No hay confort: hay tenso rating, sponsors, debates, obediencias debidas, presiones del “poder” que sueña con la metáfora de rey mirándose al espejo esperando que la única respuesta posible a: “espejito, espejito, quién es el más bonito del condado?”.
Y ojo con la respuesta. Porque habrá instantes donde esas herramientas: el micrófono, la compu, la cámara, se transforman en un gatillo todoterreno. Bang- bang, para liquidar o ser liquidado.
Esta semana, la conductora de tele y periodista, Susana Rueda les dio la bienvenida con elegancia filosa a los colegas que decidieron ser candidatos en las próximas elecciones. “Decidí salir de la zona de confort”, dijo Susana cuando en 2019 optó por acompañar una idea de Alicia Gutiérrez y Gustavo Gamboa, ofrecida a Mónica Fein, en el espacio que finalmente la llevó al Concejo municipal.
Por esa frase le llovieron críticas que, conociendo a la receptora, le habrán molestado bastante. Salir de la zona de confort es una metáfora engañosa. Producir periodismo sin salario fijo en Rosario es otro de los infiernos de la incertidumbre económica. Y, la ahora concejal, sabía de eso. Aunque también chicaneada con el vínculo matrimonial (fue la esposa de Rubén Galassi, otro periodista que renunció al diario La Capital para trasladar su oficio y militancia socialista a la función pública) y ese vínculo quizás pudo aceitar mecanismos de apoyo publicitario para su trabajo. En tiempos de ultramachismo se miró más ese vínculo que las capacidades de la conductora para impulsar sus ideas y armar sus equipos de trabajo.
“Los espero ahora en esta zona”, dijo irónica Rueda el viernes en Radio2 desafiando al listado de periodistas convocados por las estructuras de la política rosarina.
Hay una historia previa a este momento extraño de la política rosarina. Es larga la lista de periodistas o conductores de televisión que dieron el salto. Desde Pablo Cribioli (presidente del Concejo y diputado provincial) o Evaristo Monti a Norma Lopez o Carlos Del Frade. Marcelo Lewandosky con Rueda en la última elección. Ni hablar del golpe electoral que representó Anita Martínez en la ciudad.
La dirigencia tradicional no quiere competir con las caras de la tele. En tiempos de campañas cortas y austeras “el famoso” tiene ventaja y se lleva los flashes del conocimiento y presuntamente el voto (algo que quizás deberá debatir la política con el sistema de lista única). Ciro Seisas, Miguel Tessandori, Lisandro Cavatorta, o futbolistas como Cozzoni y Poy, el cocinero Megna, la misma Anita, Amalia Granata, llevaron y llevan una ventaja: son conocidos y ese detalle en tiempos de marcar con una cruz gana adeptos.
La vida del cronista en las instituciones de la política no es novedosa ni está atada a estos tiempos de moda. La prensa es parte de ese cimiento. El 7 de junio de 1810 Mariano Moreno decidió publicar un periódico con noticias y manifiestos políticos de la Primera Junta Patria. Era abogado y un notable comunicador político de las ideas de entonces. En su homenaje el 7 de junio de conmemora el día del periodista. La misma tradición acompañó al diario La Capital, La Nación, Clarín y Página12. Diarios que no fueron concebidos como empresas para ganar dinero sino para apuntalar ideas políticas. Y todos tuvieron en sus conducciones hombres que con el periodismo como herramienta quisieron dar batallar en la política argentina.
Hoy la urgencia del tiempo covid pide retribuciones. La política con su desgaste necesita que el periodismo gane sus elecciones. Algo tan misterioso como incierto.