“La personalidad y el orgullo son componentes básicos en un deportista. La jerarquía no. La jerarquía no tiene que ver con el virtuosismo ni con el dominio de la pelota. Más que una cuestión técnica se trata del atributo que permite a un futbolista (aplícase para cualquier deportista) enfrentar las dificultades de forma un poco más natural, imponer sus cualidades ante la adversidad, superar las pruebas, utilizar sus condiciones a favor de la eficacia en el juego. La jerarquía es la que establece las escalas, los niveles”, escribió alguna vez, hace unos cuantos años, Diego Latorre, un ex deportista de élite devenido en periodista.
El concepto sirve claramente para separar las partes: no es lo mismo un muy buen deportista que un deportista de jerarquía. La gran pregunta es: ¿se puede adquirir jerarquía?
De acuerdo a la definición de Latorre, sí. Él escribe sobre enfrentar las dificultades de forma un poco más natural, de superar las pruebas. Y en ese rubro la experiencia aparece como fundamental. A mayor trayectoria, mayores elementos para pelearle a las adversidades.
Argentina bordeó el papelón frente a Kazajistán en la serie de Copa Davis jugada en Rosario. En realidad, el resultado, el triunfo, maquilló una muy floja performance de un equipo que estuvo a punto de quedar eliminado por un rival compuesto por tenistas casi amateurs.
Uno de ellos, el que se impuso a Etcheverry primero y a Cerúndolo después, no había jugado partidos oficiales de ATP este año. Quiso ingresar al abierto de Australia, pero perdió en la primera ronda de la qualy. Y su carrera entera marcaba antes del fin de semana pasado 4 triunfos y 6 derrotas. En defensa de los argentinos, se debe consignar que mostró muchos y muy buenos atributos para jugar en polvo de ladrillo.
A los tenistas les cuesta muchísimo pasar del individualismo que propone un deporte casi solitario, al juego de conjunto con repercusiones patrióticas en las tribunas
El otro, el que tuvo puntos de partido para ganar la serie, tampoco tenía partidos ATP en 2024 y venía de perder con Facundo Bagnis en el challenger de Buenos Aires.
El primero, Timofey Skatov, ocupa el puesto 275 del ránking. Y el segundo, Dmitry Popko, el 339.
Francisco Cerúndolo (22°), Sebastián Báez (26°) y Tomás Etcheverry (29°) son muy buenos jugadores, pero aún no tienen jerarquía para afrontar las vicisitudes de la Copa Davis, que no es ni parecida a jugar en el circuito.
Lo explicó Machi González en conferencia de prensa. Una cosa es jugar el abierto de Bastad, en Suecia, y otra representar al país.
A los tenistas les cuesta muchísimo pasar del individualismo que propone un deporte casi solitario, al juego de conjunto con repercusiones patrióticas en las tribunas. Si todo viene bien, no hay problemas, pero cuando la cosa se complica, ellos se enroscan en una pelea desigual, frente a un rival todavía desconocido.
Probablemente necesiten varias series de Copa Davis, y si son de visitante mejor, para incorporar la jerarquía que les faltó para definir la serie en tres partidos, como marcaba el ránking.
“Es lindo jugar de local, con tu gente, con tu equipo, con tus amigos. Fue un fin de semana muy especial. Quiero agradecer mucho a mi equipo por el apoyo. Es una linda victoria: no sobredimensiono ni achico los partidos”, dijo Báez.
Todos aseguran que es lindo jugar de local y con el público a favor. El gran desafío es que ese contexto sea beneficioso y no una atadura imposible de desatar como sucedió el fin de semana pasado en el Jockey. Seguramente si Báez juega con Popko en el abierto de Buenos Aires, lo vencerá fácilmente, casi sin esfuerzo, pero la Copa Davis requiere de otros atributos que los mejores tenistas argentinos deberán adquirir.
Quizás la experiencia les permita incorporar la jerarquía imprescindible para este tipo de competencia.