En 1986, la cantante rosarina Silvina Garré, integrante de la Trova, compuso “Reinas de pueblo grande”, una entrañable canción que describe los sueños de un grupo de jóvenes sedientas de proyectos y viajes, que anhelaban partir de ese “pueblo grande” que ya era Rosario, con una población –según el censo de 1980– de 797.337 habitantes.
Esta semana, tras reunirse con el intendente electo de Rosario, Pablo Javkin, la diputada electa por el Partido Unite por la Familia y la Vida, Amalia Granata, afirmó en el programa Radiópolis (Radio 2) que Rosario, su ciudad natal, “es como un pueblo chico”. Como si desde 1986 hasta la fecha se hubiese empequeñecido. Como si la cifra de 948.312 habitantes que arrojó el censo 2010, no mostrara a las claras el crecimiento poblacional. ¿Qué otras realidades de la provincia para la cual legislará desconoce la legisladora electa?
El punto en cuestión quizás no esté en el cuadro comparativo, ni en las mediciones censales, que sólo juegan de disparador reflexivo, sino en el conocimiento que se espera tengan las y los legisladores que redactan las normas que rigen nuestras vidas.
Granata se fue de Rosario allá por 2003. Es decir, hace dieciséis años que no vive en la ciudad y, naturalmente, tampoco recorre la provincia de Santa Fe. Sin embargo, asumirá el 10 de diciembre próximo como diputada provincial, e integrará la Cámara baja junto a otros cinco integrantes del Partido: el abogado constitucionalista Nicolás Mayoraz, el referente evangélico Walter Ghione, la fonoaudióloga Betina Fiorito, el profesor evangelista de la UTN Juan Domingo Argañaraz y Natalia Armas, también cercana a sectores eclesiásticos.
Tampoco volverá Granata a vivir en la ciudad para tener contacto con la gente y sus problemas, a partir de ahora, sino que seguirá viviendo en Buenos Aires y vendrá para asistir a las sesiones de los jueves y (se supone) también a las reuniones de bloque y de las comisiones que integre.
Su intensa campaña electoral hizo foco en el activismo contra el aborto y, luego de su fallida incursión en 2017, con un partido de menor reconocimiento, saltó veloz hacia el sector evangélico, desde donde se manifiesta no sólo en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, sino también, contra los movimientos de mujeres y las diferentes identidades de género.
Afirma que nunca se hicieron campañas preventivas para evitar que las mujeres lleguen a la instancia del aborto y sostiene que las mujeres vienen a este mundo a procrear. Opina que María Eugenia Vidal es una mujer “con los pantalones bien puestos” y en simultáneo se define a sí misma como “re feminista”.
Bienvenida a Santa Fe
En estos últimos años, en Santa Fe se avanzó de manera significativa en materia de derechos sexuales reproductivos y no reproductivos. Esto se expresa en un protocolo de acceso al aborto legal en la red de salud pública, sin ningún tipo de restricción y en la producción de Misoprostol por parte del Laboratorio Industrial Farmacéutico (LIF), que depende de la provincia.
“También –remarca el subsecretario de Diversidad Sexual de Santa Fe, Esteban Paulón– se avanzó en las políticas de acceso a la salud por parte del colectivo trans. En los últimos cuatro años, más de sesenta servicios de salud de terapia hormonal se incorporaron en distintas localidades de la provincia. Hoy, más de seiscientas sesenta personas trans acceden a los servicios en la red de salud pública, que también realiza derivaciones a nivel quirúrgico, a efectores de Rosario. Los mismos cuentan con cuatro equipos especialmente capacitados que en 2018 realizaron sesenta y ocho intervenciones entre implantes mamarios, toracoplastías masculinizantes y vaginoplastías”.
Además, se viene trabajando en Educación Sexual Integral (ESI) y Diversidad Sexual, a través de la capacitación de personal directivo y docente, acciones concretas con grupos de estudiantes y abordaje integral de las infancias trans, lo cual implica garantizar el derecho a la salud sexual integral de este colectivo, con acompañamiento especializado desde edades tempranas.
Es por demás obvio que Rosario ya no es un pueblo. Ni chico ni grande. Pero más allá de la diferencia de percepción demográfica con la diputada electa, que hasta podría atribuirse a un juego coloquial de palabras sin mayor trascendencia, lo preocupante es que las percepciones erróneas pueden conducir al desconocimiento de la realidad, de la leyes vigentes y de la importancia de las que aún están pendientes, como la de Educación Provincial y la de Educación Sexual Integral (ESI) con perspectiva de género, cupo laboral trans y paridad, que tal vez lleguen al recinto el próximo año.
En definitiva, el desconocimiento (de lo hecho y de lo por hacer) puede alejar a las leyes de las personas: lo contrario a su razón de ser.