En apenas una semana Amalia Granata mostró lo que no hizo en los cuatro años y nueve meses que ejerce como diputada de Santa Fe: voluntad de liderar un sector de la oposición santafesina.

La reforma previsional impulsada por Unidos le dio la oportunidad de irrumpir en escena como la abanderada de los descontentos, copándole la escena al peronismo y a la centroizquierda, representantes naturales de esa agenda. 

Fue muy curioso ver a dirigentes gremiales de izquierda celebrar la escena a los gritos que protagonizó Granata en el recinto de la Cámara baja. O a los empleados judiciales aplaudiéndola al entrar a Tribunales para pedir que anulen la votación que consagró la ley previsional.

Dicho sea de paso, esa votación fue de improviso ante los incidentes en las puertas que probablemente buscaban abortar la sesión. El apuro motivó confusiones, pero nunca estuvo en duda para nadie que el oficialismo tenía los votos para la aprobación. Y el hecho de que la sesión se retomara tras un cuarto intermedio y que cada bloque aclarara el sentido de su voto, la terminó de legitimar.


Lo que se juega

 

Sin embargo no es una votación lo que se está jugando, sino los liderazgos en el cosmos opositor a Pullaro y Unidos. La estrella de Granata se expandió y entró por un agujero negro que era espacio vacante. La reforma previsional apenas si fue la chispa que alteró las órbitas ordinarias para reordenar el mapa estelar.

Hay un ejemplo: la decisión de Granata de judicializar la votación puso al peronismo a debatir si la seguía o no a Tribunales. Las dos opciones tenían riesgos. Ir por detrás de Granata la agrandaba; pero no hacerlo lo expone a las críticas: “Omar Perotti y el resto de la oposición deberán dar cuenta por qué tienen esta inactividad pasmosa”, sacudió el diputado Emiliano Peralta, mano derecha de Granata.

“Nos hablan como si no hubiéramos dicho nada de la reforma previsional. La diferencia es que Granata en esto sumó el efecto sorpresa, interviniendo con otra contundencia. Hay una serie de elementos que le permiten hacerlo con más eficiencia que el peronismo”, responden en el interbloque justicialista.

 
Línea directa en el poder Judicial

 

Los que sí encontraron en Granata a una aliada fueron los sectores más corporativos del Poder Judicial, que son los más embroncados porque la reforma previsional pega sobre los agentes del Estado que cobran mayores ingresos, pero también porque Pullaro los puso en la mira en un momento que sufren una doble baja de sus acciones: las propias y la de los actores del peronismo que le prestaban oído desde los círculos de poder de la política. El jueves, esos sectores le tendieron a Granata la alfombra roja del Palacio de Tribunales de la capital –territorio excluyente del presidente de la Corte Rafael Gutiérrez–.

La salida de la Corte de María Angélica Gastaldi, integrante de la mayoría de los últimos 23 años, anunciada para abril de 2025, cayó en un mal momento para la resistencia judicial contra el gobierno, que avanza otro casillero en su plan de renovación del Poder Judicial. Gastaldi puso fecha a su gusto y no en los tiempos que hubiera preferido la Casa Gris. Igual el gobierno la llenó de elogios. Quizás para que el resto tome nota –en especial el octogenario Eduardo Spuler– de que todavía puede irse por la puerta grande y con alfombra roja.


Granata y el peronismo

 

Granata juega a la outsider y a apropiarse en Santa Fe del espacio vacante que Javier Milei ocupó en la política nacional. Puede que tenga competencia en 2025 si, como dice, La Libertad Avanza logra desarrollar una propuesta electoral en la provincia con algún famoso que no venga de la política y el respaldo del presidente.

Pero eso es futurología. En lo concreto, apuesta a la base electoral del peronismo, en particular del lado no kirchnerista, más que a la del oficialismo. El protagonismo que asumió últimamente es un alerta en el radar de un PJ golpeado, que ostenta la representación institucional más baja desde el retorno de la democracia y obligado a transitar un profundo proceso de renovación. 

Hace tiempo hay contactos entre la mediática y sectores del peronismo. Algunos dirigentes y sectores ven en Granata la candidata que no tienen. Y en los tiempos que corren tener un nombre con un piso de votos propios no es poca cosa. Otros vieron en su belicosidad contra Pullaro la oportunidad de acentuar su propio perfil opositor para marcar distancia con los sectores más dialoguistas.

Quizás sea lo que quiso decirle Marcelo Lewandowski al resto del PJ santafesino al invitar a Granata a un encuentro en el Senado de la Nación, donde se habló de unir fuerzas entre los bloques de la oposición. Quizás haya que seguir los movimientos del diputado provincial Miguel Rabbia, alineado con Lewandowski, para ver si lo hablado en ese encuentro tiene algún correlato de coordinación en el trabajo legislativo.

El bloque de Unite asegura que el papel de Granata está enfocado en articular una oposición que ponga freno a la hegemonía de Unidos. El diputado Emiliano Peralta, mano derecha de la diputada, dice que fue el oficialismo el que los empujó a tomar protagonismo, porque no hay espacio para tratar proyectos de la oposición y acusa falta de diálogo desde que se inició el periodo de sesiones ordinarias en mayo.

Unite ya definió que si en 2025 hay reforma constitucional, su prioridad serán las elecciones de convencionales y cargos locales. Peralta, consciente del piso electoral de Granata y que hay buenas oportunidades de pescar en el río de dificultades que es el peronismo, avisa: "Ya definimos que a esas elecciones vamos solos. Si hay peronistas que quieren sumarse a nuestro liderazgo, principios y valores, no hay problema. Pero no vamos a hacer fusiones". Planta así una carnada tentadora en un contexto donde el propio PJ teme una atomización en las elecciones del año próximo, con peronistas jugando por adentro, por afuera o con otras fuerzas políticas.

Articular una oposición para enfrentar a un oficialismo que tiene mayoría en ambas cámaras, controla la Asamblea Legislativa y el territorio, es básico pero para nada sencillo. En primer lugar porque el peronismo no puede ni querrá dejarse conducir por Granata, por más que ella demostró que puede coparle la parada trasladando a la política los golpes de efecto que le dieron fama en los medios.

Además, en ese arco opositor hay otras cinco bancas a tener en cuenta: las tres del Frente Social y Popular que preside Carlos del Frade y los bloques unipersonales de Armas Belavi y Argañaraz, dos ex compañeros de Granata cuando lideraba la oposición a la ley de interrupción del embarazo.


Granata y Unidos

 

También Unidos tomó registro de los movimientos de la oposición. El crecimiento de un nuevo liderazgo podría pensarse como un punto a favor para el oficialismo, ya que divide a la oposición, como ocurrió en 2023, cuando Granata se quedó con siete bancas de la oposición y el peronismo diez, mientras Unidos se alzó con los 28 de la mayoría.

Por primera vez después de cinco años como diputada y dos buenas elecciones, Granata asume protagonismo. Todos estos años no tuvo vocación ni trabajó para construir poder más allá de su bloque legislativo minoritario. El resultado es que el granatismo vale por Granata y nada más. Carece de desarrollo territorial y alianzas políticas. Recién ahora exhibe alguna articulación con dirigentes sindicales, la corporación judicial y otros referentes de la oposición.

De todos modos, nadie la subestima. Cuando usa su “lengua karateca” contra el gobernador Pullaro u otros dirigentes –incluso contra Perotti, al que corre por su perfil bajo– no pasa desapercibida como otros referentes de la oposición. Eso explica que en Unidos nadie le siga el juego: que se lo gane sola si quiere ser una líder de la oposición.

Unidos niega haberle quitado oxígeno a los espacios opositores. Remiten –con un halo de misterio– a un repentino cambio de actitud de Granata.

Lo que sí es cierto es que en el segundo semestre la Casa Gris encaró temas muy picantes, como la emergencia de Aguas Santafesinas, los pliegos de la polémica para la Cámara de Ejecución Penal o la misma reforma previsional, que demandaron mucho debate interno entre radicales y socialistas, por lo cual, una vez lograda la síntesis, avanzó sin apoyos de otras fuerzas. Abrir la discusión a otros espacios ponía en riesgo esos acuerdos internos o quizás demoraría el tratamiento. Además son temas que suponían un costo político que el gobierno se dispuso asumir por sí mismo, y difícilmente hubiera encontrado opositores solidarios para levantar la mano.

Es el caso de la reforma previsional. Estaba claro que la oposición no podría frenar la ley, pero sí busca un mayor costo político para el gobierno.


Política más allá de la gestión

 

Para dar una señal inequívoca sobre la cohesión y la fortaleza de Unidos, el gobernador Pullaro fue en persona al bloque socialista de Diputados (el socialismo conduce la Cámara baja) y luego encabezó una reunión con todos los partidos de Unidos. 

Esa gestualidad de Pullaro está alineada con el mensaje que bajó: viene una etapa en la que no alcanza con la buena valoración de la gestión, sino que se requiere volumen político. Eso implica cerrar filas y acelerar la conformación de las mesas de Unidos en cada departamento para contener a todos los espacios y que la competencia electoral sea dentro de un marco de unidad y reglas comunes. Pullaro puso especial énfasis en La Capital y Rosario.

Por delante viene ley de presupuesto y reforma tributaria, los primeros reacomodamientos electorales para 2025 y, sobre todo, la ley para habilitar la reforma constitucional y los pliegos de los nuevos ministros de la Corte Suprema. 

Éstas últimas son dos negociaciones que van a ir de la mano. Granata ya no parece ser una opción para que Unidos alcance los pocos votos que le faltan en Diputados para habilitar la reforma constitucional. La oposición dura que asumió levantó las acciones del peronismo.