“Estoy feliz porque se sacó adelante una serie de Copa Davis dura en lo emocional, con un estadio lleno que si se ganaba no pasaba nada pero si se perdía era bravo. Los tenistas querían demostrar lo bueno que hicieron en el circuito durante el año en casa, tenían esa presión y pudieron responder”.
Tras la victoria sobre Lituania, el fin de semana pasado, Guillermo Coria, el capitán, dio en la tecla. En estas instancias, la Davis tiene similitudes con la Copa Argentina de fútbol cuando se enfrentan equipos de distintas categorías.
Si se impone el favorito, es lo que correspondía, si gana el más débil, es un papelón.
Argentina hizo lo que correspondía ante Lituania sin ceder un solo punto. Si perdía, era justamente un papelón y una sensación inequívoca de tocar fondo, algo similar a lo que pasó en la etapa anterior cuando perdió ante Finlandia como visitante.
Coria, que como jugador no tuvo en la Davis el protagonismo que sí consiguió como singlista, puso en duda su continuidad en el cargo al final de la serie, algo que se venía rumoreando en los pasillos de la Asociación Argentina de Tenis.
“Me voy a tomar unos días para pensar un poco y saber si puedo seguir aportándole cosas a los chicos. Por más que los dirigentes me lleguen a decir de poder seguir un año más o de que los jugadores me lo pidan, yo quiero hablar con mi cuerpo técnico y conmigo mismo para saber si soy importante para ellos en esta etapa”, señaló el Mago.
Especulaciones al margen, el tenis argentino debe recuperar el primer nivel que supo tener y que coronó en 2016 con la obtención de la Ensaladera de Plata.
En el cuadro principal de la competencia por equipos está lleno de países con potenciales inferiores.
Desde hace más de una década, hasta el inicio de este nuevo formato, Argentina fue participante activa de instancias decisivas en muchas ocasiones con jugadores de ránking inferior que sus rivales.
Ahora, la nueva generación tiene tenistas muy competitivos que empiezan a escribir su historia en la Davis, una relación que no siempre se corresponde con la carrera individual.
Ejemplos hay a montones. De hecho, quedó escrito, Coria es uno de ellos.
El 2024 puede ser un año prometedor para Argentina en la Davis
Cuando Argentina viajó a Zagreb para enfrentar a Croacia en la final de 2016, Juan Martín del Potro, Federico Delbonis, Leonardo Mayer y Guido Pella estaban en inferioridad potencial de condiciones. No eran favoritos.
Ese año, también dieron el presente en series anteriores el rosarino Renzo Olivo, Charly Berlocq y Juan Mónaco.
Allí, la única estrella era Del Potro, una megaestrella, pero todo se amalgamó para sacarle el mayor jugo posible a cada serie.
Y bajo esos parámetros, bien se puede asegurar que hoy Argentina no está en el lugar que se merece, sino un escalón por debajo.
El 2024 puede ser un año prometedor para Argentina en la Davis y a veces, la conducción es crucial para hacer encajar las piezas en el lugar adecuado.
Hoy, sin un jugador estelar, Argentina tiene con qué competir en los primeros planos.
Francisco Cerúndolo (21° del ránking individual), Sebastián Báez (28°) y Tomás Etcheverry (35°) son las cabezas visibles de la nueva generación que bien podría entreverarse entre los mejores a partir del año próximo si se les suman, además, los tres veteranos doblistas de primer nivel mundial: Andrés Molteni (35 años y 9° en el ránking de dobles), Máximo González (40 y 10°) y Horacio Zeballos (38 y 13°)
Tarea para el hogar: profundizar la formación y promoción de doblistas, el recambio es inminente.
Para todo relanzamiento, no sólo para el tenis, es imprescindible dejar los egos de lado y darle a quien corresponda el lugar que se merece de acuerdo a su jerarquía para el cargo que se le entrega.
No siempre un gran jugador es un gran capitán.
En 2016, cuando Argentina alcanzó la cima en Zagreb, el capitán fue Daniel Orsanic, un zurdo ex doblista que aportó mucho más sentado en la silla que dentro de la cancha.