En cuestiones de desarrollo nuclear Argentina puede sentarse a hablar con las grandes potencias. Esta semana asumió por cuatro años más, el argentino Rafael Grossi como Director General de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). Éste confesó: “Que yo sea el director del OIEA es expresión de un país que tiene una voz en un sector de alto nivel tecnológico”. Este es el organismo de referencia a nivel mundial, en materia de cooperación científica y técnica, en el uso pacífico de la tecnología nuclear.
Que Argentina se encuentre en esta posición no es casualidad. Es producto de algo inusual para este país: una política de Estado. La cual comenzó hace más de setenta años atrás, por iniciativa del Estado Nacional, con la creación en 1950 de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Su primera actividad fue la construcción de la Central Nuclear Atucha I entre 1968 y 1974. Argentina fue el primer país de América Latina en operar una central nuclear.
Durante los años siguientes se construyó la Central Nuclear Embalse en la provincia de Córdoba. Y se iniciaron las obras de Atucha II además de desarrollarse un método de enriquecimiento de uranio. A inicios de la década de 1990, el gobierno de entonces decide suspender el programa nuclear. Éste es retomado nuevamente en 2006, mediante un plan de reactivación, que buscaba continuar con su desarrollo.
Es entonces cuando se finaliza la construcción de Atucha II, que comienza a funcionar en 2014. Además, se extiende la vida útil de la planta nuclear Embalse y se retoman las investigaciones para el desarrollo de un prototipo de reactor Carem (Central Argentina de Elementos Modulares), una planta nuclear de baja potencia. Hoy es la estrella y la promesa de una industria nuclear nacional de punta y de exportación. De ella hablaremos más adelante.
El sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, fallecido en 2019, interpretó la dinámica del sistema internacional llamándolo “sistema-mundo”. De acuerdo con su teoría, en éste, existen tres categorías de países: centrales, semiperiféricos y periféricos.
Las naciones centrales son aquellas desarrolladas, industrializadas y ricas que elaboran productos complejos gracias a métodos de producción de alta tecnología. Aunque dependen de las naciones periféricas. Éstas últimas son pobres pero cuentan con materias primas, productos agrícolas y mano de obra barata. Por ello, proporcionan al centro y, a la semiperiferia materias primas, productos y mano de obra a bajo precio.
En tanto, las naciones semiperiféricas cuentan con características sociales y económicas de las otras dos categorías. Estos países del medio, tienen niveles medios de riqueza y gozan de cierta autonomía y diversidad económica. Podemos debatir en cuál de las dos últimas categorías se encuentra hoy Argentina. Aunque el país debe aspirar, en este contexto, a pertenecer a la semiperiferia como manera indispensable para lograr su crecimiento y desarrollo.
En los últimos años, la energía nuclear pasó a considerarse seriamente como una energía de transición para salir del uso de los combustibles fósiles. Esto marca una gran oportunidad para este sector. Cada vez son más los gobiernos interesados en sumarse a la descarbonización de su matriz energética. Entonces, Argentina puede aprovechar su desarrollo nuclear para enfocarse dentro de un nicho millonario, de alto valor agregado y en expansión a nivel global.
Volvamos ahora a la gran promesa que nombramos más arriba: el Carem. Es un reactor nuclear de diseño y desarrollo exclusivamente nacional cuyo recorrido viene de la década del 80. Hoy es uno de los proyectos más avanzados del mundo para contribuir en la transición de la matriz energética global. Dentro de la industria nuclear se lo categoriza como Reactor Modular Pequeño (SMR). Esto es lo que lo hace atractivo.
Su característica es ser más económico y más rápido de poner en funcionamiento que las centrales tradicionales. El Carem puede generar 32mw, potencia suficiente para cubrir las necesidades de una población de 120.000 habitantes. Y además cuenta con algunos componentes de diseño completamente originales.
Su construcción se encuentra con un avance de obra de casi el 80 por ciento. La mayor parte de los insumos, componentes y servicios para su realización son provistos por empresas argentinas. La presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) Adriana Serquis, explica que en el mundo probablemente haya setenta proyectos similares pero “muy pocos tan avanzados como el argentino. Si podemos finalizarlo antes de 2028 vamos a contar con una ventaja competitiva enorme”.
El Director de la OIEA, Rafael Grossi, se expresa en el mismo sentido cada vez que puede: “Hay un fuerte interés en los reactores pequeños y modulares, que son más flexibles, y Argentina es uno de los pocos países que lo está desarrollando”. Y agregó que “a partir del momento que la Argentina pueda concretar el prototipo del Carem de 32mw se van a abrir posibilidades comerciales enormes”. Además de generar exportaciones, inversiones, conocimiento, desarrollo y valor agregado, para Argentina es una gran oportunidad de influencia geopolítica.
Uno de los desafíos más recientes que tuvo el sector nuclear argentino fue la reparación de Atucha II. La central nuclear estuvo diez meses sin operar por un desperfecto detectado en octubre de 2022. Los especialistas calcularon que iban a demorar cuatro años en repararlo. Pero a fines de agosto pudieron volver a ponerlo en servicio y reanudó la entrega de energía a la red eléctrica. Debido al corto plazo de restauración, el ahorro fue veinte veces menor al de la solución primaria. Una gran satisfacción.
El ingeniero José Luis Antúnez, presidente de Nucleoeléctrica Argentina, empresa estatal encargada de Atucha II, expresó que “la concreción de este desafío no solamente marca un nuevo hito para la industria nuclear argentina, sino que también confirma las capacidades científico-tecnológicas del país para llevar adelante proyectos complejos de ingeniería".
Si consideramos a Argentina como un país semiperiférico, esto no es más que una demostración de las capacidades con las que cuenta. Hay un invaluable capital humano, en este caso, en el campo nuclear pero que sin dudas se extiende a otras áreas. Es éste indispensable para el éxito de cualquier empresa y economía de una nación. Un capital con el que hay que ser muy cuidadosos porque, es sumamente difícil de construir, pero muy simple y fácil de dilapidar.