Rosario suele convocar marchas multitudinarias y este año no fue la excepción. La ciudad se tiñó de violeta para conmemorar otro 8 de marzo. Las organizaciones convocaron como cada año en la Plaza San Martín. Alrededor de las 17 las calles que la rodean se habían superpoblado. Brillos, banderas y pañuelos acompañaron los abrazos y las risas que devienen del volverse a encontrar.
Sin embargo el 8M se palpitaba cuadras antes con colectivos llenos, grupos con pancartas en las diferentes esquinas y un tránsito colapsado. La marcha estaba por comenzar y nadie quería quedarse afuera.
Sería imposible calcular a simple vista la cantidad de personas que este martes le gritó basta al patriarcado. Fueron miles y miles de mujeres, cis, trans, travas, no binarie que transformaron el dolor que generan las estadísticas que hablan de violencia de género y femicidios, en lucha.
Los carteles sobresalían y sus consignas no pasaron desapercibidas. “La seño siempre te cree”, rezaba en un pedazo de cartón que se sacudía de un lado a otro de la mano de una mujer que vestía chaqueta de profesora. Cinco palabras que hablaban de una urgencia: educación sexual integral en todas las escuelas de Argentina.
En una esquina, una cartulina blanca con letras negras colgaba del cuerpo de otra joven: “Agradezcan que pedimos justicia y no venganza”. Al lado, otro: "Mami tranqui, hoy no voy sola por las calles".
Un par de cuadras más adelante una beba se prendió a la teta de su mamá que bailaba al ritmo de los tambores de las chicas de Fieras Samba Reggae, que vistieron de carnaval el recorrido con una fuerza contagiosa.
En la marcha del día internacional de la mujer trabajadora las generaciones se mezclaron, se unieron, fueron una.
Las infancias dibujaron sus propios carteles pidiendo un mundo sin violencias. Las nietas recordaron el silencio de sus abuelas, educadas para ser buenas esposas, buenas madres, buenas mujeres. Las abuelas sacudieron el pañuelo verde con ojos llenos de lágrimas. Tantos años postergando el derecho a decidir sobre los cuerpos y el deseo de la maternidad que la ley aún hoy, después de un año de su implementación, sigue emocionando.
La marea de gente avanzó sin parar hasta el Monumento Nacional a la Bandera, donde un escenario con luces violetas y música, daba la bienvenida. Las cervezas pasaban de mano en mano y el humo de la parrilla anunciaba choripanes y hamburguesas. Debían recargarse las energías después de tantas emociones.
Recién a las 20 llegó la última congregación de manifestantes. Un dato que ayuda a entender la magnitud de la marcha. La gran convocatoria del 8M dejó en evidencia el cansancio y la angustia, la bronca y el dolor de todas y cada una de las mujeres y disidencias.
No todo lo que brilla es oro
El problema fue regresar a casa. Si bien la Municipalidad de Rosario decretó el boleto gratuito durante la jornada de hoy, los colectivos pasaban de largo. Con el correr de los minutos, la cantidad de gente que esperaba subirse a un urbano, se multiplicó. La escena se repitió en cada parada del centro.
Se sabe que conseguir taxis en Rosario es complicado. Y vaya si lo es. En 20 cuadras caminadas no pasó ninguno libre. Las opciones se achicaban: o arriesgabas a volver caminando siempre en cuando vivas cerca o esperabas que el servicio urbano de pasajeros decida subir gente.
“Avisen cuando lleguen”, fue el saludo de despedida y es también la frase más enviada por Wathsapp. Si no tenemos un Estado que nos cuide ni una sociedad que nos respete, llegar a casa sanas y salvas es una conquista diaria.
“Llegué”, fue la palabra que cerró este 8M y la señal de que la violencia machista nos pasó de largo, al menos hoy. Así vivimos las mujeres e identidades feminazadas, cuidándonos unas con otras, sobreviviendo al patriarcado.