Rosario Central le ganó a Newell’s porque le gana siempre. Hay una forma de jugar los clásicos que los rojinegros no terminan de interpretar y que los auriazules tienen aceitadísima.
De los últimos catorce enfrentamientos, Central ganó ocho, Newell’s uno y empataron cinco. Son números lo suficientemente elocuentes como para entender que las argumentaciones futbolísticas no son las ideales para explicar estos tiempos en los que Central le gana a Newell’s hasta con camiseta alternativa.
Asterisco: es muy difícil creer que los canallas jugaron de blanco en repudio al clásico sin público. Fue ciento por ciento cábala.
Asterisco 2: no hubiera estado mal que se pusieran de acuerdo para jugar con camisetas suplentes en desacuerdo con un escenario impropio de semejante partido.
"Acá no hay que esconder, se perdió y duele porque esto es un clásico. De todas formas, nuestros objetivos son otros", dijo Gabriel Heinze el 20 de octubre de 2013.
Cuando Central volvió de la B Nacional y el Newell’s de Berti lideraba el campeonato apoyado en el inolvidable equipo campeón del Tata Martino, empezó a tallarse esta época, la de Central, que sustenta sus bienestares y pesares en el clásico. Se alimenta y se retroalimenta de Newell’s. Cualquier análisis de estos tiempos que prescindiera del eterno rival sería deficitario para los canallas.
Desde el último título auriazul, la Conmebol 1995, la institución padeció tres años en la B Nacional y los rojinegros salieron campeones dos veces. Esos números, datos concretos, irrefutables, que marcan diferencias sustanciales, son minimizados por los resultados en los clásicos y cambian el paradigma.
El fútbol rosarino es así, quien no entienda sus singulares parámetros está equivocado. Los clásicos son así. Boca es el bicampeón del fútbol argentino y parece un equipo bobo al lado de River porque los de Gallardo le ganan los partidos que le tiene que ganar. Como Bianchi en otra época, que ponía a cualquiera y siempre ganaba.
Entender de qué se trata es parte de la solución, no entender de qué se trata es parte del problema.
"Tres clásicos nos hicieron cambiar el camino. Pero nos hizo cambiar el camino desde el hincha, desde el dirigente, desde los jugadores y desde el entrenador. Todos cambiamos el camino", suele reconocer el Tata Martino, uno de los personajes más importantes de la historia rojinegra. Pero esos cambios que Gerardo critica no incluyeron al clásico. Y Central lo agradece.
El clásico no es lo mismo para Central, que se construye y se fortalece a partir de ese partido. Newell’s no lo juega igual, se desentiende de algunos aspectos no negociables para afrontar un clásico. Son distintos, son diferentes. No tiene que ver con el carácter, ni con los huevos ni con la falta de personalidad.
Newell’s banca la semana previa sin problemas, está a la altura de las circunstancias siempre… Hasta que empieza el partido. Ayer, anímicamente llegaba en condiciones inmejorables, pero no se bancó ni un cachetazo. Dominó un rato, es más, a casi ningún otro equipo le pudo manejar la pelota como a Central en el primer tiempo de Sarandí, pero a la hora de los bifes volvió a poner la mejilla
El Coloso no se llama Marcelo Bielsa sólo por los títulos, ni por el hotel, ni por la singularidad de un personaje irrepetible. Quizás el mayor legado de Marcelo fue convencer al mundo Newell’s de que a los procesos hay que acompañarlos con todas las herramientas sin prescindir de ninguna. Tan fuerte fue el ciclo Bielsa que las tribunas nunca más volvieron a ser como antes. Bielsa fue a Newell’s lo que Gallardo es a River, cambió el paradigma.
La entidad del Parque no puede permitirse más prescindir del clásico para fortalecerse, no lo logrará. Es una institución de fútbol de Rosario, no de Bruselas. Desconocer el microclima es un error muy grande.
Necesita un revulsivo, alguien que se haga cargo de los momentos vividos y los absorba. No alcanza con tener al frente sólo a un buen conductor. De Felippe no tiene más responsabilidad que ser el entrenador que arma lo que puede. Newell’s necesita un nombre fuerte que reedite aquellos tiempos en los que le daba placer jugar los clásicos y estaba hecho para ellos.
En Rosario no se puede planificar nada prescindiendo de los clásicos. El que no lo entiende, pierde.