"No puedo más, se fue el mejor de los nuestros. Estoy parado en el auto llorando y no puedo arrancar, no sé si voy a poder". Así, Mariano, un militante del socialismo, le confirmó a Rosario3 la noticia más dolorosa: murió Hermes Binner.
Mariano tenía 19 años en 1995, cuando Binner llegó a la Intendencia de Rosario e inauguró un camino transformador para la ciudad, con un legado visible y palpable: entre otras cosas, la recuperación de la costa para los rosarinos, una política social que en aquel momento permitió superar momentos tremendos, una política cultural amplia y diversa, una mirada hacia la niñez con realizaciones concretas como el Tríptico de la Infancia, y, en el actual contexto de pandemia más valorado que nunca, un sistema de salud pública municipal único en el país.
Uno de los grandes méritos políticos del rafaelino de nacimiento que se enamoró de Rosario, la ciudad a la que llegó para estudiar Medicina, fue su apertura. El socialismo era, hasta su llegada al gobierno municipal de la mano de Héctor Cavallero primero (Binner fue en esa gestión secretario de Salud Pública), una organización bastante cerrada, disciplinada, con fama de sectaria en los ámbitos universitarios, desde donde se hizo fuerte para luego llegar a la ciudad toda.
Binner no tuvo problemas en convocar a personas de otro origen, como la peronista Chiqui González, para que aportaran una mirada que su partido no tenía, por ejemplo, sobre las políticas culturales, de género (cosas del destino, se lo lloró este viernes a la tarde durante el zoom de entrega de los premios Juana Manso que él inauguró en 1999) y diversidad sexual. Y así le dio al Partido Socialista una amplitud que no tenía, a costa incluso de que aparecieran en ese proceso fisuras internas que antes no existían o al menos no de manera visible.
Fue intendente durante dos mandatos y le tocaron tiempos complejos, con el peronismo administrando la provincia y, salvo los dos años de gestión de Fernando de la Rúa, la Nación. Sin embargo, supo construir una buena relación, en muchos aspectos fructífera para la ciudad, con el también fallecido ex gobernador Jorge Obeid (convivieron en el período 95-99). No así con Carlos Reutemann, con quien chocó en forma recurrente y terminante (convivieron en el período 99-2003).
También con Néstor Kirchner tuvo momentos de armonía, al punto que el santacruceño lo consideraba factor fundamental de un proyecto político que finalmente naufragó, el de la transversalidad, y llegó a imaginarlo como ministro de Salud de su gobierno.
En 2003 intentó llegar por primera vez a la Gobernación y le faltó poco: tuvo muchos más votos que Obeid, pero ley de lemas mediante el peronismo retuvo una vez más el poder. Lo consiguió en 2007, luego de que el propio Turco derogara ese instrumento electoral que de alguna manera distorsionaba la voluntad popular.
El 11 de diciembre de 2007 entró a la Casa Gris en una imagen para la historia: por primera vez un socialista se convertía en gobernador de una provincia argentina.
Le costó en los primeros tiempos hacer pie en el Estado santafesino, que venía de 24 años de peronismo. Pero de a poco empezaron a visibilizarse transformaciones que eran su marca registrada: modernización y descentralización del Estado, fortalecimiento de la salud pública con construcción de hospitales incluidos, realizaciones para la infancia, y la construcción de acueductos para llegar agua de calidad a lugares donde durante décadas se bebió agua con arsénico, entre otras cosas. También la reforma procesal penal.
Quiso avanzar hacia un sistema impositivo más justo, pero jamás pudo imponer los cambios que se propuso en esa materia por falta de mayoría propia y consenso en la Legislatura. El peronismo en el poder nacional y las sucesivas crisis económicas también le trabaron un sueño hermoso: construir en Rosario el Puerto de la Música, para lo cual había conseguido que Oscar Niemeyer, el legendario arquitecto que diseñó la ciudad de Brasilia, elaborara el proyecto.
El talón de Aquiles de Binner como gobernador fue la inseguridad, una problemática que avanzó a niveles insospechados desde su gestión y que se consolidó como un problema sin solución para la provincia. Acaso su gran error fue subestimar el tema y no haber tomado con mano firme el gobierno de la policía. Lo cierto es que desde la llegada del socialismo al poder se dispararon los índices de homicidios y la violencia narco se apoderó de las calles de manera creciente hasta hoy.
Pese a ello, y con el empuje que como elector significaba la figura de Binner, muy querido en Rosario y también en el resto de la provincia, su gran amigo Antonio Bonfatti llegó a la Gobernación en 2011 y Miguel Lifschitz lo hizo en 2015.
Ese año empezaron sus problemas de salud y se fue retirando de a poco de la actividad política, en la que dejó una huella imborrable, con su mezcla de estadista y tipo campechano. Un surco ejemplar, marcado por la honestidad y la mirada de futuro.
Binner se merece una despedida a la altura de su figura, pero la pandemia lo impide. Quebrado por las lágrimas Mariano, el militante que en el 95, cuando todo esto empezaba, tenía apenas 19 años, dice que le gustaría convocar a un abrazo, a un gran abrazo, a algunas de sus realizaciones emblemáticas. Y empieza a nombrar: "El Cemar, el Heca, el parque Scalabrini Ortiz, la nueva costanera, el Tríptico de la Infancia, el Centro de la Juventud", pero se interrumpe solo. "Vamos a tener que juntar mucha, mucha gente para abrazar todo lo que hizo". Y está contraindicado.
Buen viaje, Hermes. Gracias por todo.
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