El primer debate presidencial del 27 de junio entre los dos principales candidatos en Estados Unidos despejó las dudas: Biden no está ni física ni mentalmente apto para un nuevo mandato de cuatro años. Es recién ahora cuando los demócratas caen en la cuenta de que se durmieron en los laureles en las internas al no dejar lugar a otros candidatos. Lo cierto es que es muy complejo hacerlo cuando se tiene enfrente al presidente de la nación. Es decir, la decisión de bajarse debería haber nacido de Biden.
Luego del desastroso desempeño, quien primero salió a apoyar al Presidente fue Barack Obama que en X expresó “Las malas noches de debate suceden”. Es su esposa quien, en su momento, debería haber tomado la posta demócrata. Michelle es una carismática abogada graduada en Princeton y Harvard, que ha realizado un impecable papel como primera dama. Su rol fue uno de los grandes aciertos del gobierno de su marido. Ha sido aclamada como una de las figuras más poderosas del partido.
Una encuesta de Reuters-Ipsos de esta semana reveló que Michelle cuenta con un 50 por ciento de apoyo contra un 39 de Trump. Esto la convierte en la única demócrata con una ventaja considerable como para ganarle al republicano en un hipotético enfrentamiento. Pero ella prefiere trabajar en su imagen personal y presentarse como un caso de éxito dando conferencias y escribiendo libros como “Mi historia” o “Con luz propia”. Por eso su tiempo transcurre haciendo documentales o brindando entrevistas donde cuenta anécdotas como un ejemplo a seguir.
Terminado el debate fueron creciendo los pedidos para que Biden desista. Quien primero salió a hablar fue el prestigioso periodista Thomas Friedman. Horas después de la desafortunada exposición escribió un editorial que se titula “El Presidente Biden es mi amigo. Debe retirarse de la carrera” y sugirió que el Partido Demócrata inicie un "proceso abierto" para buscar un sustituto. También, lo hizo el economista y premio Nobel Paul Krugman que escribió "El mejor presidente de mi vida como adulto necesita retirarse".
En tanto, el consejo editorial de The New York Times también publicó un editorial y lo tituló “Si quiere servir a su país, el presidente Biden debería abandonar la carrera”. Se sumaron las portadas de dos revistas políticas muy influyentes. La norteamericana Time, con Biden caminando hacia algún lado y un fondo rojo con un sugerente “panic”.
Y la inglesa The Economist, con la foto de un andador para ancianos que en el centro tiene el escudo del presidente de los Estados Unidos y la frase "No es forma de conducir un país".
Sin embargo, el octogenario sigue dando batalla. Esta semana afirmó: "Voy a seguir luchando. Vamos a hacer esto hasta el final". Y de hecho, lo está haciendo. Este viernes dio una entrevista para ABC News tratando de despejar dudas. Se lo pudo ver descontracturado, más enérgico y respondió con mayor rapidez y fluidez. Esta vez no hubo silencios incómodos. Con profunda fe católica deslizó: “Sólo me retiraré si el Señor Todopoderoso me lo pide”. Pero, más allá de todo tipo de esfuerzos, Biden no convence.
La campaña comenzó a tomar color, aún más oscuro, este fin de semana porque comenzaron a retirarse los donantes. Dos de los mayores patrocinadores de la campaña demócrata han decidido suspender el envío de millones de dólares. Uno de ellos es Abigail Disney, la heredera de la fortuna de la familia Disney. El otro, Reed Hastings, cofundador de Netflix. Ambos se expresan en sentido similar “Biden necesita hacerse a un lado para permitir que un vigoroso líder demócrata derrote a Trump y nos mantenga seguros y prósperos”.
El nombre que más suena para su reemplazo, y quien tiene derecho de preferencia, es el de la vicepresidenta Kamala Harris. La primera mujer que ha ocupado ese cargo en la historia de Estados Unidos es la heredera natural de Biden. Las encuestas han venido mostrando mejores resultados en caso de una posible nominación. Recientes sondeos de Ipsos y YouGov a nivel nacional sitúan a la intención de voto por Harris a la par de la de Biden. Aunque con una pequeña ventaja de Trump.
A Kamala Harris probablemente le juega en contra que es una mujer difícil de encasillar para el electorado. Es de origen multiétnico, no es blanca ni negra. No entra dentro del espectro de conservador pero tampoco del progresista. Por ejemplo, ha promovido políticas vanguardistas en temas ambientales y de igualdad de derechos, pero al mismo tiempo ha actuado a favor de la aplicación de medidas duras contra el delito. Kamala tiene una postura favorable a los sindicatos pero también excelentes relaciones con las grandes empresas de tecnología. Se considera feminista pero no es militante.
Lo único y más importante que puede ocurrir ahora es que, ante la presión del partido, del electorado e incluso internacional, Biden decida bajarse de esta carrera. Si elige continuar, no hay nada más por hablar. Ahora, si deja lugar a un nuevo candidato hay una fecha clave: el 19 de agosto cuando comience la Convención Nacional Demócrata. El partido tiene hasta ese día para presentar a un nuevo candidato. Si bien no es lo ideal, la situación se podría sortear más o menos bien.
Durante las primarias que se llevaron a cabo desde inicios de año, los votantes demócratas y republicanos de los cincuenta estados, eligieron a quien querían que fuera su candidato presidencial. Quienes ganaron obtuvieron a los delegados de ese estado que serán los que ahora los voten en la convención. En Estados Unidos existe lo que se llama una “convención abierta”. Es decir, si bien la gran mayoría está comprometida con el candidato ganador, en este caso Biden, no están obligados a votar por él. Los delegados escogen según su conciencia.
El proceso que se lleva a cabo en la Convención Nacional en agosto consta de algunos pasos. Primero, los dirigentes del Partido Demócrata “eligen” a un candidato que, a su criterio, tiene más posibilidades de ganar las elecciones. Este es el que fue más votado en las primarias. Luego, persuaden a los delegados para que voten por él. Son estas formalidades las que permitirían, sin demasiados inconvenientes, presentar a un nuevo candidato en esta tan avanzada instancia. Sólo bastará el consenso partidario sobre quién será designado.
Pero si Biden decide abandonar la postulación después de la Convención Nacional sería mucho más delicado. En ese caso, los delegados ya no podrían votar por un candidato y será el Comité Nacional Demócrata quien decidirá sobre el mismo. Esto podría llevar a enormes cuestionamientos, incluso sobre el sistema electoral de Estados Unidos, que tiene grandes deficiencias y detractores. Aunque también podría ser una oportunidad para actualizarlo de una vez por todas.
La decisión final la tiene solamente el presidente de los Estados Unidos. Nadie más. Si decide seguir adelante, le está otorgando a Donald Trump una ventaja que no le corresponde. Principalmente por sus desprecios a la democracia y sus instituciones en el país con la más larga tradición democrática del mundo. En cambio, si da un paso al costado, abre una ventana de oportunidad para que surjan nuevos y enérgicos líderes que puedan estar a la altura del país que representan.