A 40 años del 24 de marzo de 1976, nuevos libros aportan una perspectiva más amplia en el análisis de lo que ocurrió durante la última dictadura cívico militar.
Ensayos, testimonios, investigaciones, biografías, entrevistas, narraciones ahondan en hechos y personajes, así como en otras lecturas de lo acontecido y cómo ha repercutido en los sobrevivientes en el relato de sus experiencias; la posta tomada por hijos y nietos de desaparecidos, para que el olvido no los borre de la historia; o el recuerdo de algunos escritores e intelectuales atravesados por esa época.
Por primera vez se publica un libro que reúne testimonios de hijos cuyos padres vivieron el golpe desde miradas contrapuestas y ellos, como herederos, portan las marcas de un tiempo signado por la violencia.
Se trata de Hijos de los 70 (Sudamericana), de las periodistas Carolina Arenes y Astrid Pikielny.
Son hijos de militantes, represores, sindicalistas, empresarios e intelectuales los que se cruzan en este coro de biografías, un libro que además invita a ser leído con la reedición De Vuelta a Casa (Marea), de Analía Argento, para así completar un escenario con las experiencias dolorosas de hijos y nietos restituidos, como los casos de los mellizos Reggiardo Tolosa, Juan Cabandié o Victoria Donda.
Cuatro décadas es tiempo suficiente para que esas voces den paso a la ficción o se corran del registro duro y de eso se encarga Golpes, de Seix Barral, una compilación de 24 historias escritas por quienes en esos años cursaban la escuela primaria o el final del secundario: Fernanda García Lao, Mariana Enríquez, Inés Garland, Martín Kohan, Sergio Olguín, Alejandra Zina, Eduardo Berti y Gabriela Cabezón Cámara.
En las antípodas se encuentra Orígenes ideológicos de la guerra sucia (Sudamericana), en el que Federico Finchelstein indaga en las ideas conducentes al gobierno de facto.
En La Farsa, Gabriela Saidon (Planeta) repasa los 48 días previos al golpe cívico militar, bajo la tesitura que esos primeros dos meses de 1976 fueron invisibles en el calendario, ya que el año comienza a ser contabilizado a partir del 24 de marzo.
El eje vertebrador de este breve tiempo es la figura de la presidenta constitucional, Isabel Perón, quien para la autora –lejos de la imagen anodina delineada por los medios– fue responsable entre otras decisiones de haber firmado el primer decreto de aniquilamiento que abrió las puertas a la represión.
Mientras que una exhaustiva investigación basada en documentos secretos, entre ellos los Planes Políticos y las Actas Secretas de la Junta Militar, es realizada por Paula Canelo en La política secreta de la última dictadura militar argentina (1976-1983), publicada por Edhasa.
Los desaparecidos de la iglesia (Siglo veintiuno), de María Soledad Catoggio, ahonda en la vida de un conjunto de sacerdotes, seminaristas e incluso obispos víctimas de la represión estatal entre 1974 y 1983.
La autora analiza cómo se formó el clero en un período agitado por la renovación conciliar y detalla los casos más resonantes: la masacre de los palotinos, las muertes del padre Carlos Mugica, de monseñor Angelelli o la desaparición de las monjas francesas.
Por otro lado, el rol de la Iglesia es cuestionado por dos jóvenes investigadores que presentan el primer estudio sistemático acerca del Vicariato castrense. Lucas Bilbao y Ariel Lede Mendoza dan cuenta "sobre la presencia de los capellanes en los centros clandestinos de detención y explican su rol en la legitimación religiosa de la tortura como método y en el consuelo moral a los problemas de conciencia de los represores", se subraya en el prólogo.
El volumen Profeta del genocidio (Sudamericana) está centrado en los diarios que llevó el obispo Victorio Bonamín durante 1975 y 1976 –donde desfilan nimiedades cotidianas, secuestros, asesinatos y torturas– que reúnen "la doble condición de fuente historiográfica insustituible y aporte de peso a las causas contra los crímenes de lesa humanidad" perpetrados por la dictadura.
Una vertiente inexplorada aparece en Casita robada (Sudamericana) en la que la escritora María Josefina Cerutti relata el secuestro, la desaparición y el saqueo que sufrió su familia, dueña de una finca mendocina ubicada en Chacras de Coria (Mendoza).
La madrugada del 12 de enero de 1977 fueron secuestradas allí Victorio Cerutti, abuelo de la autora, y Omar Masera Pincolini, su tío, y llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), centro clandestino al mando del ex almirante Massera.
La voz más repudiada de este mosaico es Videla, recuperada por el periodista Ceferino Reato en la edición definitiva de Disposición Final (Sudamericana) a partir de entrevistas que mantuvo con el dictador en la cárcel, donde reconoció lo que todos sabían pero que los actores del genocidio negaban en riguroso silencio: un plan sistemático de extermino, la apropiación de bebés y la figura del desaparecido como eufemismo de aniquilamiento. Aunque el libro puso en cuestión el rol del periodismo, si era ético o no darle espacio a un genocida.
Como contrapunto, se reeditó El Dictador (La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla), de María Seoane y Vicente Muleiro. Varias veces agotado, el libro supera el marco de una biografía sobre ese oscuro y siniestro personaje que lideró la primera parte del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional para internarse en los vericuetos del Ejército Argentino y de una clase dominante ajena a los secuestros y desapariciones cotidianas en pos de alcanzar sus intereses por medio de una profunda transformación económica.
Personajes ominosos de la dictadura como Antonio Bussi, Ramón J. Camps, Luciano Benjamín Menéndez, Jorge Antonio Bergés y Jorge Acosta son diseccionados por los hermanos Vicente y Hugo Muleiro en Los Monstruos (Planeta).
Y publicada por la misma editorial 1976. El golpe civil, de Vicente Muleiro, en una edición corregida y aumentada, pone en foco a ciudadanos comunes que colaboraron con el golpe militar y que mantuvieron una actitud indiferente frente a las atrocidades cotidianas.
La reedición de la novela de Laura Alcoba La casa de los conejos que fue publicada primero en francés por la editorial Gallimard y luego en castellano por Edhasa cuenta desde la voz de una niña su experiencia como hija de militantes montoneros en una casa en la que se editaba el diario "Evita Montonera", bajo la fachada de un lugar donde se vendían conejos. Ella y su madre partieron al exilio antes de que un megoperativo comandado por el Ejercito y la policía bonaerense el 24 de noviembre de 1976 arrasara con el sitio y los que estaban adentro.
Cuando Laura retornó a la casa en 2003 fue volver a esos días: "Escribí el libro desde la altura de la niña que fui", dijo en una entrevista y consideró que la escritura de "La casa de..." fue cumplir con un "deber de memoria".