Comer hasta estallar es una de las estrategias que sostiene María Bernabé. Deglutirlo todo –lo que se mastica y lo que no – hasta que la piel se deshilache en su intento de “contener” tanta humanidad.
La (auto) provocación es uno de los tantos intentos que la protagonista de Muerta de hambre, la novela de Fernanda García Lao, revela en primera persona. En la narración, el humor permite asomar a la soledad, el amor, el desamor, el sexo, la comida y lo incomprobable de unos recuerdos.
La editorial Emecé relanzó el título el último agosto, después de que la primera y segunda edición (El cuenco de plata 2005 y 2006, respectivamente) estuvieran agotadas desde hace unos años.
“Es triste para cualquier escritor que sus libros no existan”, dijo Fernanda García Lao a Rosario3.com, para quien "la literatura es un lugar para explorar y explotar; un lugar para ser incorrectos."
Y Muerta de hambre lo prueba.
“Hay algo muy poderoso en este tiempo que nos toca vivir en relación al cuerpo, al castigo del cuerpo; al cuerpo como objeto de mercadeo"
La autora contó que la idea del libro –Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes– surgió a partir de una experiencia actoral: “Iba a hacer de gorda y me construyeron un cuerpo de gomaespuma. Estaba escribiendo los monólogos cuando, a partir de esa experiencia física tan contundente, empecé a asociar más poéticamente lo que significa el cuerpo, cómo el cuerpo nos narra. Es como ponerse en el lugar: uno implica también una forma. Uno es por su aspecto. Se construye.”
En la trama, el absurdo y la grasa corporal se confabulan para narrar la historia de una adolescente devenida en mujer capaz de pergeñar una venganza contra el mundo –que emparda con las estrafalarias fantasías de Ignatius Reilly– al tiempo que devora todo lo que la rodea, incluso a ella misma. Un cuerpo grueso como instancia discursivo digestiva.
“Creo que cualquier exceso se empata un poco con la carencia. Hay algo muy poderoso en este tiempo que nos toca vivir en relación al cuerpo, al castigo del cuerpo; al cuerpo como objeto de mercadeo. Y creo que una manera de protestar era siendo así de feroz”, sostuvo la también autora de Carnívora (Emecé, 2016), un libro de poemas.
En tal sentido, explicó que “el exceso en la palabra, emparentado con el exceso de grasa, constituían parte de la estrategia poética.”
Escritura, memoria e historias
Muerta de hambre está estructurada en dos partes: vida e “intento de obra”: “Así como ella es inmensa, su obra es mínima”.
Y hay una condición que subvierte cualquier atisbo de culebrón: “Bernabé habla en primera persona y nadie puede negarla.”
Es en esos recortes personales y “su” debate entre lo real, lo posible y lo onírico es que quien lee desarrolla una avidez por la cual no puede (ni quiere) dejar de roer páginas.
Para la autora, resultaba “muy tentador trabajar con ese recurso de dudar de la memoria”: “Me parece que para vivir, vas olvidando. Hay memoria descartable que dura sólo unos minutos. “
“Me parece que para vivir, vas olvidando. Hay memoria descartable que dura sólo unos minutos “
Escribir también puede ser una forma de memoria. De hecho, la lectura de la novela le recuerda a García Lao el “espacio” en que fue concebida–una separación– y cómo: “Con el estómago medio apretado y hecho un nudo. Y bastante flaca. Era como depositar en otro cuerpo eso que a mí me pasaba.”
“Yo entiendo así la literatura –continuó–, como un lugar para explorar y explotar; un lugar para ser incorrectos. Todos los temores, miedos y crisis, existenciales o vitales, son materia de mi trabajo. Creo que ser escritor es un poco ponerse a prueba todo el tempo, Si no, no tiene mucho sentido. No es solamente contar historias.”