Florencia Torrente, hija de Araceli González, abrió su corazon en una entrevista y habló de todo: su niñez, cómo le afectó la separación de su madre y Adrián Suar, la fama y los transtornos alimenticios que la llevaron a cubrir todos los espejos de su casa porque "sólo pensaba en desaparecer".
En conversación con Infobae, Torrente fue consultada sobre la ruptura de su mamá con Suar, con quien convivió años, y que fue en simultáneo a su separación con Nicolás Cabré. Sobre eso, recordó: "Sufrí mucho las dos separaciones. Nuestras vidas se exponían sin límites. Cada dolor se hacía visible. Los fotógrafos nos perseguían con sus autos. A esa edad, en la que uno no tiene mucha idea del mundo, yo no estaba preparada para eso".
La modelo y actriz lo definió como el "primer cachetazo de la vida". "De esos que, de tan fuertes, te obligan no solo a aceptar que ya no sos un niño, sino también a que hay temas de los que hay que hacerse cargo y saber abrir espacio para descubrir mucho más de uno mismo", profundizó.
Acerca de su relación con Suar. "Durante un tiempo no pude nombrar a Adrián porque lloraba. Lo quise demasiado y me angustiaba haber perdido esa relación. Volvimos a hablar cuatro años después y esa fue la última vez", reveló.
"Yo no quería salir de casa. Estaba inmersa en una profunda tristeza. Había determinadas cuestiones que mi cerebro no podía procesar. Y esa tristeza atacó mi organismo. Me quitó el hambre al punto de padecer anorexia nerviosa. Yo no era capaz ni de tomar agua. Nunca voy a olvidar esa sensación. Mamá (Araceli) me decía: «¡Por favor, comé!» «Má, sé que debo hacerlo, pero no puedo»… ¡No podía!", recordó.
Sobre eso, contó que a raíz de la anorexia nerviosa que padeció perdió su período "durante nueve meses". "En el camino me topé con médicos que no ayudaron para nada. En vez de decirme: «Mi amor, estás muy angustiada. Sería mejor que consultaras con un psicólogo» , no dejaban de recetarme pastillas. Y yo no dejaba de tener 18 años", señaló.
Y reflexionó a corazón abierto: "Hoy sé que mi yo de 35 le aconsejaría a mi yo de 18: «¡Tené cuidado con eso que te decís, Flor! Protégete, no te hagas daño. Habláte bien y amáte mucho»".
"Me acuerdo que un día me levanté y tuve la sensación de estar metida en otro cuerpo. La cara, el cuello, los brazos se apoyaban diferente. Llegué a tapar todos los espejos de mi casa porque no quería verme. El impacto de no reconocerme. Durante todo ese tránsito mis pensamientos eran muy destructivos", ahondó.