El filólogo y periodista español Pedro Zuazua Gil estaba convencido de no necesitar una mascota en su vida hasta que conoció a Mía. Entonces, sus convicciones y su mundo dieron un giro tan imprevisto como el amor mismo.
Pedro atiende el teléfono desde su departamento en el centro de Madrid. Se lo oye tan cercano y sincero como cuando se lo lee en su primer libro, En mi casa no entra un gato, publicado recientemente en Argentina por Duomo Ediciones.
En él, sumerge al lector en un relato que se define como “el diario de un gatuno primerizo”. Con sus divertidas anécdotas muestra cómo se va tejiendo ese lazo secreto entre una persona “nada animalista” y su gata Mía.
“De repente, me vi construyendo un juguete con una caja vieja de zapatos, explorando rincones de la casa para darle premios escondidos (¡que los gatos son cazadores, muchachos!) y estudiando cada movimiento que hacía para ver si era síntoma de algo. Sí, comprobé varias veces si seguía respirando”, confiesa Zuazua en el libro sobre el primer día junto a su gata.
De “en mi casa...” al libro
En el verano de 2015, en la terraza de un restaurante asturiano y ante la insistencia de su mejor amigo sobre lo bueno que sería tener un gato, Pedro respondió: “En mi casa no entra un gato. Y punto”.
Sin embargo, poco a poco esa “muralla” fue cediendo frente a la magia de estos seres enigmáticos, como le ocurrió a muchos que fueron parte de la “Resistencia Gatuna”.
Jamás me imaginé un libro y menos sobre un gato”
Así fue que, tras ver la foto de un ser diminuto y peludo asomando desde el bolso de su amiga, caminando por la Gran Vía, todas las convicciones “antigato” se disolvieron y Pedro soltó: “No me importaría quedarme con ella”.
Un domingo de junio del 2016, Mía (“una gata común europea blanca y marrón claro”) con dos meses cumplidos, llegó a la vida de Pedro. Nada más entrar a su casa, recorrió y evaluó cada rincón hasta que decidió que “el lugar estaba bien”, convirtiéndose en la nueva dueña.
Mía aceptó a “Pedrín” (así lo llama ella) como su compañero de hogar en lo que sería el inicio de un nuevo capítulo en la vida del periodista y escritor ovetense.
Hoy, cuatro años después, Mía convive no sólo con Pedrín sino con Atún, su hermano pequeño. Sí, en la casa donde no entraría un gato...
“El proyecto del libro surge de casualidad, como la llegada de Mía a mi vida, tras una concatenación de hechos, de catastróficas desdichas a priori”, cuenta, entre risas, Pedro Zuazua Gil.
Por ese entonces, cuando llegaba al diario español El País –donde trabaja– y contaba a sus compañeros las aventuras cotidianas con Mía, ellos se reían mucho de él.
Según relata en la entrevista, una compañera del blog Animales y CIA del citado medio le preguntó por qué no escribía la historia de Mía allí. Lo hizo y aquella publicación se convirtió en la pieza más leída. Tras la repercusión, la editorial Duomo lo contactó para ofrecerle escribir un libro con ellos y así empezó a rodar el proyecto.
“Jamás me imaginé un libro y menos sobre un gato”, asegura el autor, al tiempo que señala que la escritura “significa (para él) momentos de tranquilidad y la forma de sacar cosas que llevo adentro. La inspiración hay que buscarla”.
Ya con el libro entre manos, Elvira Lindo se ofreció a escribir el prólogo.
“Es una gran autora, con gran recorrido en diferentes artes y me daba mucho respeto. Fue muy generosa con el prólogo. Y cuando me lo entregó, dijo algo que me hace mucha ilusión y es que «hacer reír es muy difícil, que no lo hiciera de menos»”.
Y es que el libro se lee con una sonrisa: divierte, emociona y enseguida el lector se reconoce en esas aventuras y vivencias de “padre gatuno primerizo”.
Ante la gran acogida del libro, el cariño que despierta Mía y la cantidad de seguidores que tiene en las redes sociales, Zuazua Gil reflexiona: “Como decía Fontanarrosa, «me doy por pagado con que una persona venga y me diga me partí de risa con tu libro». Saber que alguien se ha reído o sentido identificado con algo que uno ha escrito es un orgullo difícil de explicar. Con haber hecho reír a una persona yo me doy por satisfecho.”
Una gata entre libros
Sobre Mía y su relación con los libros, Pedro relata sus primeros momentos en casa recorriendo la biblioteca y echándose una siesta sobre un catálogo de la obra del pintor Darío de Regoyos.
“Mi biblioteca es bastante ecléctica, tengo un poco de todo. Por tema profesional conviven libros de deportes, por la columna que tengo los lunes en El País, y ahora tengo muchos libros de gatos que nunca lo hubiera imaginado”, comenta.
También revela que tiene una relación extraña con sus libros ya que tiene uno para cada circunstancia: para el subte, para los fines de semana, para viajes y hasta para llevarse a Oviedo cuando va de visita a casa de su madre.
Depende de la circunstancia “puede ser más ligero, más profundo o filosófico”.
Mientras del otro lado del teléfono repasa su biblioteca recomienda cinco autores que no pueden faltar en una “ideal”: Alejandro Dumas, Benito Pérez Galdós, Emmanuel Carrére, Manuel Chaves Nogales y, por oventese, Leopoldo Alas.
“Si tienes un gato serás mejor escritor que si no lo tienes”, dice Zuazua en su libro. ¿Por qué existe un vínculo tan estrecho entre la literatura, los gatos y los escritores?
La conexión suele ser, como el gato mismo, misteriosa. Y ese mismo enigma que los caracteriza ha dado lugar a que exista tanta literatura sobre estos seres que son tendencia en las librerías y ni hablar en las redes sociales.
“Se han convertido en virales y no saben ni cómo utilizar un ordenador. Van a dominar el mundo”, advierte Pedro en su libro.
Los gatos son peligrosamente humanos, se parecen mucho a nosotros"
“Son animales que te invitan al hogar, a estar reposado, la imagen más hogareña que uno se puede imaginar es la de una chimenea con un gato acariciándolo. Son animales que tienden a lo nocturno, son elegantes, misteriosos y son muy de escritor porque te acompañan en las tardes de soledad, se pegan a tu lado y hay pocas sensaciones más bonitas que escribir cerca de tu gata mientras se tumba y acurruca en tus piernas y más si estás escribiendo sobre ella”, concluye, con emoción en su voz.
¿Qué los hace seres tan especiales? ¿Por qué existe una fascinación hacia ellos?
Para Zuazua “son peligrosamente humanos, se parecen mucho a nosotros, creo que lo que más nos atrae de ellos es lo humano que son. Nos fascinan tanto porque tienen un punto de misterio y elegancia y pasan de todo. Están por encima del bien y del mal. La humildad que te obligan a tener, lo que aprendes de ellos, no hay sensación como la de que tu gato se tumbe sobre ti y se ponga a dormir y a ronronear una tarde de domingo y se quede contigo durmiendo la siesta con los ojos cerrados y las pezuñas hacia tu pecho”.
Y continúa: “El Pedro actual es más humano, creo que Mía me ha ayudado a redescubrir una capacidad de querer que por diferentes circunstancias de la vida había perdido y hoy gracias ella soy más humano y cariñoso de lo que era.”