Un cielo con diamantes; una Lucy hermosa y brillante al alcance de las manos. A veces los sueños pueden ser realidad. Al menos por estos días es así para Juan Pablo Borderi, un músico rosarino que con sólo 18 años, ya tocó 4 veces su guitarra en The Cavern, el mítico bar que vio nacer a The Beatles en el Liverpool de los años sesenta. Hasta allí llegó en medio un viaje que comenzó hace algunos meses, alejándose de su Rosario natal para acercarse a otros mundos, siempre con la música como brújula.
Un campo de frutillas eterno. ¿Es posible tanto? Rosario3.com habló con Borderi quien desde Liverpool aseguró que cada noche puede pasear por esa tierra dulce, ésta vez con techo y piso de caverna; “La Caverna”. “Tuve la suerte de tocar ya 4 veces en The Cavern, 2 veces con la banda que estaba ahí y dos con un tipo que estaba haciendo un set acústico. Las veces que fue con la banda era parte de algo que hacen todos los sábados llamado los "Cave Dwellers", que le permiten tocar y/o cantar un tema que ellos quieran a gente del público, más allá de si es de los Beatles o no. Las otras veces la verdad es que supongo que al flaco que estaba tocando le caí bien al verme bailar o algo así porque de la nada, en el medio de su set, me señaló y me dijo "¿Cómo te llamas? ¿Querés subir a cantar un tema conmigo?" y yo por supuesto que aproveché la oportunidad”, relató.
Hace 15 años atrás, Juan Pablo ya estaba “obsesionado con los Beatles”. Tenía sólo 3 años pero un papá fanático de la banda que le había hecho escuchar su música desde que era bebé. Para entonces, “tocaba” sus temas con cacerolas y algunos chiches. Después vendrían las clases de piano, de batería y de guitarra. Con las cuerdas encontró su ritmo y fue con Bonzo Morelli con quien empezó a componer sus primeros temas. El próximo paso fue armar su propia banda, Juan Pablo y los analógicos. Es por eso que “venir a Liverpool era algo casi obligatorio, cononcer todos esos lugares que significaron tanto para ellos e inspiraron tantas canciones como Penny Lane o Strawberry Fields e ir a esos edificios icónicos como la Iglesia donde se conocieron John y Paul, la casa de ellos donde se juntaban a ensayar y componer en sus primeros años o The Cavern”, señaló.
Borderi tuvo mucho más que eso. Logró subirse al mismo escenario que sus ídolos, una experiencia que repite cada noche: “En el momento te da un subidón de adrenalina increíble y como que no te responden los dedos del todo y simplemente disfrutás de estar haciendo eso y tratás de tocar lo mejor que podés, pero es indescriptible lo que es estar ahí tocando esos temas y con la gente cantándolos con vos”, manifestó. “Para muchos es como tocar en un lugar sagrado, y esa energía se siente cuando pisás el escenario, todo alrededor tuyo desaparece y sólo tenés la emoción de estar ahí y con eso hacés lo que podés, medio rezando para no olvidarte la letra o confundirte de acordes. Te bajás de ahí sintiendote el rey del universo y tenés una sonrisa y un extasis que no se te borra hasta que te vas a acostar, y le contás a todo el mundo y mandás fotos y videos teniendo el ego por las nubes. Recién al otro día te calmás un poco y tu cerebro se acomoda y caes en que tocaste en ese lugar”, precisó sobre sus emociones.
Ya no como fan sino como músico profesional, Borderi consideró: "Tocar en The Cavern me dio una confianza en el escenario que creo que no podría haber conseguido de otra forma. Ese sentimiento de "ya toqué en The Cavern, puedo tocar en todos lados". Como que te saca un peso de encima”. Sin embargo, recorrer y saborear el mundo lo deja más lejos: “Viajar me esta dando una idea más global de la gente y las personas, como cada cultura es diferente en cada lugar pero compartimos tantas cosas a la vez, y me está dando mucha sensación de independencia y a la vez de unión, de que al final el mundo lo hacemos todos, no importa de donde vengas. Capaz una noche te cruzas un escocés, un italiano y una española y todos juntos compartimos una birra y cantamos el mismo tema con la misma energía, o se te acerca un irlandés que escuchó que sos de Argentina y te grita "Viva la Lepra!" en el mejor español que puede. Es una experiencia única que me va volando el bocho cada día un poco más, y la verdad me encanta”, terminó.